La voleibolista que se la juega por la integración social a través del deporte
Bárbara Vera es la líder de la agrupación The Doragon y, mediante esta institución, trabaja por una convivencia integral sumando a extranjeros y enseñando a menores con capacidades distintas.
El deporte como una herramienta de inclusión e integración social. El vóleibol como un medio para unir a una comunidad que se diversifica con los meses y que no distinga entre colores políticos, religiones, ni clases sociales. Esa es la filosofía de Bárbara Vera Sepúlveda, la presidenta, jugadora y fundadora de The Doragon, institución que acaba de incluir a jóvenes de otras nacionalidades a sus series y recientemente partió con un taller de integración para los estudiantes del Instituto Psicopedagógico de San Antonio.
Con una decena de niños comenzó este proyecto de inclusión social que hace bastante tiempo venía madurando su presidenta, que finalmente logró materializar, y que realizará los días jueves entre las 13 y 15 horas en dependencias de la escuela barranquina.
"Para mí el deporte es un medio social, que te permite recuperar espacios para la comunidad, formar a niños y jóvenes en un ambiente de vida sana. Como agrupación siempre tuvimos la intención de incluir a ciudadanos extranjeros para vincularnos como comunidad deportiva y social. Hoy tenemos a varios jugadores extranjeros y hace una semana comenzamos con los talleres en el Instituto Psicopedagógico que nos permite como club entregar un aporte a la sociedad y crecer en forma integral", cuenta Bárbara sobre el trabajo de integración que están desarrollando.
Pero esta labor social a través de estos voleibolistas sanantoninos no es una situación reciente, sino que viene desde la génesis de la institución deportiva, cuando partieron hace siete años. "Toda la vida hemos realizado un trabajo social con los niños y jóvenes de escasos recursos que han llegado al club, y también con estudiantes que tienen que privilegiar los recursos para sus estudios y que como institución hemos apoyado de alguna forma", comenta sobres sus principios deportivos.
"Más que un club deportivo somos una familia, donde todos nos preocupados por todos", dice Bárbara, dando cuenta de su generoso corazón. Agrega que "somos más que un club que se junta a competir. Con los padres de los jugadores tenemos un vínculo estrecho y nos acompañan a los campeonatos. Los chicos se apoyan en los estudios, utilizan las redes sociales para estar siempre en contacto y varios se han enamorado. Los clubes deportivos logran esa unidad que nos permite crecer en comunidad".
Retribución
Bárbara es deportista, pero su mirada va más allá de los resultados en la cancha. "Ver a los niños crecer bien y desarrollarse como personas es la mejor retribución para un dirigente social. Eso vale más que mil campeonatos y medallas. Nuestros objetivos como club son permanecer juntos y felices jugando y en el corto plazo formar un equipo adaptado (inclusivo) que nos represente como San Antonio".
Una difícil pasión
Si ser deportista en una provincia como San Antonio es complicado, mucho más lo es ser dirigente y gestionar las condiciones para que sus atletas puedan contar con las condiciones apropiadas para un óptimo desempeño. Conseguir los recursos para financiar trofeos, medallas y recintos deportivos para entrenar y competir es una ardua tarea que agota a cualquiera.
"Es muy difícil ser dirigente deportivo, es agotador por momentos y uno tiene que encontrar en su círculo íntimo las energías para continuar. Muchas veces tuve ganas de abandonar todo, pero el apoyo de mi familia me hizo cambiar de opinión. Cuesta tener que redactar cartas para conseguir apoyo, ir a entregarlas a las empresas y sentir el rechazo. En el caso nuestro, todos los meses vamos gestionando recursos para financiar las asistencias a los torneos que nos invitan", señala Vera, quien detalla que para cada torneo que realizan necesitan contar al menos con tres copas, 36 medallas y seis trofeos para categorías individuales.
"Ahora que formamos parte de la Asociación de Viña del Mar recibimos muchas invitaciones y la única forma de conseguir recursos es a través del aporte privado. A los jugadores que están en la universidad y que hacen esfuerzos grandes por defender nuestra camiseta no podemos andarles cobrando cuotas o que financien sus pasajes. Cuesta mucho que las empresas lo puedan entender, pero así es como sobrevivimos los clubes amateur. Igual da una lata enorme tener que ir a molestar siempre a los mismos, porque pueden terminar por aburrirse", reflexiona.
Grave accidente
Lo bueno es que Bárbara tiene un apoyo irrestricto para hacer lo que le gusta y llevar adelante a la institución que ayudó a formar, moldear y que le permitió regresar a la vida deportiva tras un grave accidente automovilístico que la dejó postrada por un año y durante largos meses con el temor de sufrir una lesión portentosa dentro de la cancha.
"Mi familia es mi centro, Víctor Hugo (esposo), Alejandro Andrés y Sebastián Ignacio (hijos) son mi gran apoyo, nunca me dejan sola y sé que puedo contar con ellos en todo momento", confiesa sobre el cariño y la pasión que los une como familia, ya que tanto su marido como sus hijos son socios y jugadores de The Doragon.
"Nuestros valores y el cariño como familia hemos querido traspasarlos al club. Compartir la misma pasión con mi esposo y mis hijos es fenomenal, porque uno se esfuerza mucho más para conseguir todas las cosas que el club necesita para operar de buena forma", admite.
Sin embargo, no todo es deporte en la vida de Bárbara Vera. Luego de sufrir el accidente que marcó su vida, esta madre sanantonina buscó en terapias alternativas la forma de volver a su centro y desde ahí superar sus miedos y dolencias.
Buscando caminos
En la terapia cuántica (conexión cuerpo-mente) encontró una alternativa para continuar y mejorar su vida y la de quienes la rodean. Estudió con el propósito de transmitir su experiencia y hoy hasta realiza sesiones en su hogar de Colinas del Mar para quienes necesitan recuperar su equilibrio.
"Después del accidente quedé con varios temores, al poco tiempo falleció un ser querido y comencé a experimentar crisis de pánico. Buscando una forma para mejorar me acerqué a este mundo físico mental, recibí masajes metamórficos, hice cursos en Santiago con el objetivo de continuar en casa y llevo más de diez años en esto", revela Bárbara sobre otra de sus pasiones.
"Con estas terapias uno puede contribuir a mejorar a una persona a través de explorar su cuerpo y mente, sin la necesidad de fármacos, pero la sanación personal no pasa netamente por la cantidad de masajes que se realicen, sino que también por un cambio en la alimentación (desintoxicación) y la dirección de tus pensamientos que permiten tener un equilibrio total".
Bárbara Vera confiesa a Diario El Líder que no pretende lucrar con sus terapias, ya que "atiendo a amigos y vecinos que me buscan porque alguien les contó. No está en mí tener una consulta, lo hago como una forma de apoyar a la comunidad y contribuir a una sociedad mejor".
Se mueve a sus anchas de la misma forma como lo hace en la cancha. Tras recuperar la alegría, se declara una mujer "feliz, que hace lo que más quiere, que cuenta con una familia que la apoya y acompaña, y que como institución trata de aportar para construir una sociedad mejor. Además, tengo mis terapias y duermo bastante que es una de las cosas que más me gustan", sostiene mientras dibuja una sonrisa en su rostro como señal de alegría.