La difícil vida del hombre que vive solo, sin luz ni agua potable en Cartagena
José López reside en el sector de Chacarillas, donde se quedó para cuidar a sus padres.
Amás de 50 kilómetros del centro de Cartagena, en el apartado sector de Chacarillas, en el Cajón de la Magdalena, habita José Abel de las Mercedes López Madariaga, sin agua potable, sin luz y sin compañía.
A sus 80 años, José lleva más de 30 viviendo solo en la casa de adobe que heredó de sus padres, la que tiene dos piezas, una cocina a leña y piso de tierra.
Llegar al lugar es como un viaje al pasado. Él fue testigo de una época muy distinta: "Yo casi ni fui a la escuela, para que le voy a mentir. Desde que uno aprendió a andar los papás lo llevaban de la manito a trabajar en la tierra. Al principio, me quejaba por el sol o porque quería comer, pero mi papá sólo decía 'por qué hombre' y con eso bastaba para que uno dejara de reclamar. Había que hacerlo para ayudar a los papás y después me acostumbré", cuenta.
José apunta un cerro empinado frente a su casa y recuerda que "trabajábamos harto con mis papás. Sembrábamos trigo y cebada. Vendíamos todo para comprar las provisiones para el invierno, porque antes llovía por semanas completas y se armaba el barrial aquí, por lo que quedábamos aislados; por acá no se podía pasar ni a caballo".
sin agua ni luz
Mientras disfruta el sol de la mañana, afirma "que todo el tiempo podría ser así, pero lo malo es que hace falta el agua, que es vital para uno".
Y es que él sabe lo que es vivir sin este elemento. "Acá no hay agua potable, por lo que el municipio viene a dejarme agua cada 20 días", dice.
Esa agua la usa para cocinar, su aseo personal y lavar sus implementos. Tampoco tiene luz, por lo que en las noches José, que tiene una catarata en su ojo derecho, usa una linterna para guiarse.
"A veces voy a ver tele donde un vecino que vive más abajo, pero no puedo devolverme tarde, porque veo muy mal de noche y es peligroso", manifiesta.
Aunque ya no queda aislado para los inviernos, él sigue estando alejado de todos. "Acá es complicado hasta para cortarse el pelo", afirma.
-¿Por qué decidió quedarse acá?
-Por cuidar a mis papás. Éramos tres hermanos, pero ellos se fueron y yo que quedé con mis papás. Cuando trabajaba y me pagaban lo primero que hacía era comprarle comida a ellos, a veces me quedaba hasta sin ropa por alimentarlos y mi mami me decía 'Dios te va a ayudar' y gracias a él estoy viviendo.
-¿Usted es creyente?
-Sí, soy bien católico. Dios es lo más santo. Tengo mis santitos poderosos en la casa, ellos me acompañan.
José cuenta que "el papá falleció hace casi 40 años y, luego, hace unos 30, la mamá. Tuve que batallar harto para cuidarla. Me hice cargo de ella hasta días antes de su muerte, pero se la llevó una prima que vivía más abajo, yo no podía seguir cuidándola en estas condiciones".
Este campesino no tuvo esposa ni hijos. Sus hermanos también murieron, por lo que pasa gran parte del tiempo solo. "En el día voy a la leña, lavo mi ropita o a veces voy a darle comida a las gallinitas de los vecinos, cuando no están. O ellos pasan a saludarme y me traen comida. Se portan bien conmigo.
-¿Usted va a Cartagena?
-Repoco. La última vez fui a votar por el alcalde.
-¿Le gusta vivir solo?
-Uno se acostumbra a vivir solo, el ser humano a todo se acostumbra. Me gusta acá porque es tranquilo.
Visita de carabineros
"Llegaron otra vez, qué bonito", dice José, mientras bajan del furgón los carabineros de la Oficina de Integración Comunitaria de la Segunda Comisaría de Cartagena.
"A raíz de unos patrullajes que realizó la oficina comunitaria nos percatamos de la realidad de don José, por lo que lo hemos visitado en reiteradas ocasiones y nos hemos hecho amigos de él. Esta vez todos los funcionarios de la comisaría nos organizamos y le trajimos ropa y comida", indica la subteniente Karina Velásquez.
El suboficial Vladimir Soto, a cargo de la Oficina de Integración Comunitaria, señala que "es una satisfacción para nosotros cumplir esta labor en la comunidad. Es un agrado ver lo cercano que se siente a nosotros y a la institución".
Tras compartir casi dos horas con él, los carabineros agendaron una nueva visita para llevarlo a la peluquería institucional.
"Para mí es un agrado hermoso. Estoy contento porque vienen a protegerme", señala José, emocionado por la visita.
"Desde que uno aprendió a andar los papás lo llevaban de la manito a trabajar en la tierra. Al principio, me quejaba por el sol o porque quería comer",
José López"