Cada año, se conmemora el 5 de mayo como el Día Internacional del Celíaco, enfermedad autoinmune y cuya prevalencia en Chile no se sabe con exactitud. Sin embargo, se estima que el 1% de los chilenos la padece.

El mercado de alimentos chileno no ofrece una gran variedad de alimentos sin gluten, a diferencia de lo observado en otros países. Esta oferta limitada se debe a que la enfermedad celíaca era consideraba, hasta hace unos pocos años, una enfermedad infrecuente. Una canasta diaria mensual para un chileno celíaco cuesta un 89% más.

Debido al aumento de pacientes celíacos, varios países desarrollaron legislaciones sobre el tema. En Chile existe poca conciencia de esta enfermedad y no hay una legislación que controle la rotulación de los alimentos, con excepción de las fundaciones Coacel y Convivir.

En muchos de los productos no se indica que contienen gluten y en otros casos se informa que "puede contener gluten".

Debemos mejorar la red de salud pública a nivel nacional. Actualmente, el mayor número de pacientes diagnosticados presenta enfermedad celíaca atípica, que requiere para su diagnóstico de especialistas y de un sistema de referencia eficiente a lo largo del país.

Camilo Aburto

Académico

Escuela Nutrición y Dietética

U. Andrés Bello

Rodrigo Ogalde

Corría la segunda mitad de los años 80 en Chile. San Antonio, convertido en un puerto que olía al aroma inconfundible del auge de las pesqueras, trataba también de reponerse del terremoto del 3 de marzo de 1985. La ciudad, roída por el bramido de los demonios subterráneos, ofrecía su futuro a la incertidumbre.

Por esos días, el cantautor Fernando Ubiergo Orellana, nacido en febrero de 1953, había llegado de su estadía en España e hizo un viaje a la provincia de San Antonio sin saber que allí encontraría la cercanía con el mar, ese mismo al que tantas veces le ha cantado en sus letras llenas de melancolía.

"En el año 1987 construimos una casa en Santo Domingo", dice al recordar que aquella vez también estuvo trabajando en un proyecto para construir una lancha pesquera y así aprovechar el boom de la albacora. Y aunque ese negocio no resultó, él terminó por radicarse en esta comuna ubicada al sur de San Antonio. Cada acto fortuito genera también hechos impensados, repletos de humanidad, y eso este cantante lo sabe con precisión.

"Quisimos construir una lancha pesquera junto a otros amigos, pero eso no prosperó. Era la búsqueda para tener una alternativa al ingreso que normalmente tiene el artista, que siempre es más variable, ese fue el origen de la llegada a San Antonio. Llegamos a armar el esqueleto de la lancha de la que iba ser una lancha albacorera", detalla quien fuera el ganador del Festival Internacional de Viña del Mar, en 1978, y del Festival OTI, en 1984.

En los 31 años que ya han pasado desde que se fue a Santo Domingo con su esposa Paulina y a sus tres hijos, Ubiergo se los ha pasado viajando a Santiago y a otras ciudades y a otros países. Así, al sur de la desembocadura del río Maipo, encontró parte de lo que añora su canción cuyo título es "debe haber algún del mundo".

Esta relación tan íntima con la naturaleza ha marcado tanto a la familia de Fernando y Paulina, que muchos de sus integrantes se han hecho vegetarianos y son acérrimos amantes de la naturaleza y de los animales.

Y pese a que era un fanático pescador de orilla, Fernando Ubiergo quiso ser consecuente con su responsabilidad con el planeta y dejó esta afición para explorar el paisaje respetando ante todo y siempre. Sus paseos por la playa son el lujo que él atesora entre sus bienes inmateriales y, quizás, más valiosos.

Así este hombre nacido en Valparaíso pudo situarse con su morada cerca del océano, tal como lo soñaba desde cuando era un niño. "Mi relación con el mar siempre ha sido intensa y donde estuve he buscado el mar. Como metáfora puedo decir que mi patria es la mar", admite.

Y como sus últimos 30 años han pasado más en San Antonio y Santo Domingo, el cantautor no niega que siempre va a amar al puerto de Valparaíso en que su madre lo dio a luz "No pondría a una (ciudad) por sobre la otra jamás", sostiene.

De la realidad chilena actual, piensa que para desarrollarse el país necesita hacer "un resdistribución y reordenamiento demográfico", por cuanto, a su juicio, las personas deben y pueden "arrancar de las grandes ciudades como Santiago" para que eso les permita pasar la vida de una forma distinta a lo vertiginoso y desechable que puede sobrevivir en las megaurbes.

"Hay un desafío enorme para las autoridades de tratar de potenciar todo desde San Antonio hacia el sur y desde Quintero hacia el norte, donde hay pequeñas localidades que pueden ser potenciadas de modo que resulte atractivo para matrimonios jóvenes y personas que quieran desarrollarse y hacer sus vidas en un entorno que a mí me parece mucho más rico",

Con todo, incluyendo el colapso de las carreteras y el escape masivo de ciudadanos capitalinos a las playas del litoral cuando se juntan tres o cuatro días festivos, de acuerdo a Ubiergo, deben ser aplacados con una fórmula que para él es tan sencilla como respirar y que es vivir en pequeños pueblos, especialmente cerca del mar.

"La vida en pequeños espacios, sobre todo en la ciudad, se hace más compleja, sobre todo para criar a los niños. A lo mejor soy un poco soñador en eso, yo soy músico y no soy un arquitecto que planifique. Cuando uno ya es más viejo lo puede imaginar y la vida puede ser un poco más amable", insiste.

Otra vía que propone el autor de "El tiempo en las bastillas" es que el agua sea considerada en Chile de una manera distinta a la actual y lamenta haya sido privatizada.

"Chile debe ser uno de los pocos países del mundo en que se privatizó el agua y se hizo por empresas extranjeras. Soy de los que partidarios que creen que el agua es un bien no transable y el Estado debería garantizarla para, en primer lugar, para los humanos. La minería, que por cierto hay tanto que agradecerle en el desarrollo económico del país en muchos aspectos, pero hay que criticarle duramente lo que ha hecho y ha dejado seca a comunidades en el norte", fundamente su postura.

Sus opiniones, aclara, no son parte de una u otra visión politizada, pero sí quizás de una mirada etíca y ambientalista. "Esto no tiene que ver con un color político azul, verde o amarillo, simplemente creo que no hemos sido cariñosos con nuestra tierra, con nuestro suelo, que se ha degradado en gran medida", explica al recalcar que hace 35 años una humilde roca en playa "era un verdadero país con toda su fauna y sus expresiones vegetales marinas".

La música

La inspiración de Fernando Ubiergo ha estado siempre en lo cotidiano, aunque eso mismo no sea real y/o solo esté alojado en su imaginación. Y la única certeza que hay en su cantar es su eterna compañera guitarra, esa misma que lo acompaña desde cuando su padre le pasó la primera a los 8 años. Y en la mezcla para crear la lírica de sus canciones se suman la fe en el hombre, el respeto a la familia, lo imperecedero de los lazos de amor y la extraña y sana fascinación por aquel estado de melancolía. También lo inquietan el horror de la guerra, la falta de conciencia entre nosotros mismos.

"La música para mí es una forma de expresar mi asombro, yo tengo un asombro permanente de la vida y esta situación de envejecer detrás de una guitarra, de una y otra forma, me permitió ir reflejando pequeñas historias que se repiten en miles de nosotros, o sea, probablemente hay más heroísmo anónimo y más amor no contada, grandes historias no contadas anónimas que las que aparecen en los libros, de hecho "El tiempo en las bastillas" habla de eso", especifica.

Para este chileno de 65 años, sí hay cosas de la modernidad que han sido valiosas para la difusión. Es el caso de la web que, a su juicio, es una tremenda aliada de los músicos. "Lo mejor que le pudo pasar a la música es que exista internet porque antes los artistas dependían de una compañía de discos o de intermediarios. Internet ha generado ese vínculo y artistas, incluso hay muchos artistas que nunca fueron a la televisión y que bastó que la gente los conociera por internet y así hacen sus presentaciones", afirma.

"como lechuga"

En junio de 2017, Fernando Ubiergo sufrió una caída que lo obligó a estar hospitalizado. De ese episodio reconoce que fue algo grave pero señala que pudo reponerse pese a que, cómo él mismo dice, está "entrando a la tercera edad antes de lo que uno se imagina". Hoy, los días que corren son otros. "Estoy como lechuga nuevamente y en actividad plena", resalta.

Aquella caída significa que la existencia humana, a su parecer, es de ciclos: unos buenos y otros malos. Él enfatiza que no puede ser injusto porque de parte del público siempre ha contado con un respaldo indiscutible. Sus conciertos, confirma, ahora no tan masivos, se caracterizan por una mística íntima que es digna de aquellos que crean con la humildad de los verdaderos artesanos. "Después de 40 años cantando con la guitarra, nunca me imaginé que me estuvieran llamando de distinos lugares para hacer presentaciones, esa es una cuestión que me emociona y me conmueve. La música es, claramente, el motor emocional de mi vida".

Y aunque su salud pasa por un buen momento, él reconoce "esa enfermedad de producir o crear canciones no se quita". Y por eso no va al médico sino que cada semana alista una maleta para ir a sus conciertos junto a la banda que lo acompaña. A la par, sus nuevas canciones las estrena a través de internet y ya anuncia que para octubre del presente año publique su último disco, en el cual abordará el drama de los refugiados que cruzan el Mar Mediterráneo en medio de su huída de la cruel persistencia de la guerra de sus países de origen.

"Yo sigo escribiendo canciones; creo que si no lo hiciera y no siguiera componiendo, no cantaría", dice al ratificar lo que para él es el leitmotiv de su obra interminable.

Y como él acaricia con pasión insólita el arte musical, Fernando Ubiergo se gana todos los trofeos en el festival de la vida. Bondadoso, reconoce el gran trabajo de los jóvenes músicos que lo acompañan, entre ellos Pablo, su hijo menor. "Uno se siente muy vivo cuando se trabaja en equipo. Y eso me ha permitido tener una especie de remozamiento en lo musical", expresa.

Al músico y al hombre que se plasman en Fernando Ubiergo Orellana les sobran razones para luchar su "patria querida".Y para eso, ofrece el corazón y el sonido de su cantar o toda la vida.

A tres años de promulgada la Ley que obliga a las radios a considerar un 20% de música chilena en su programación, el año pasado registró una leve baja: de 25% en 2016 a 22,56% en 2017.

En la década del 90, la música chilena contaba con referentes muy importantes que tuvieron amplio reconocimiento y llevaron a nuestra música a ser escuchada tanto en Chile como en el extranjero. Artistas como Lucybell, la Ley, Los Prisioneros, Los Tres y Chancho en Piedra, entre otros, sonaban continuamente en muchas radios y sus carreras eran seguidas por gran cantidad de fans.

Ese prolífico escenario no siguió con la misma fuerza en los primeros años del 2000, década en la cual tanto el pop como el rock chilenos fueron lentamente desplazados por un estilo extranjero que marcó esa década: el reggaetón. Con la llegada de ese estilo nuestra música fue pasando a segundo plano. Esa fue una de las motivaciones más potentes para el surgimiento de la Ley del 20% en 2015, que no estuvo exenta de polémicas.

Algunos años antes de su promulgación, aparecieron con fuerza artistas chilenos que renovaron la escena musical nacional. Músicos talentosos como Los Bunkers, Javiera Mena, Francisca Valenzuela, Alex Anwandter, Chico Trujillo, Ana Tijoux, Mon Laferte, entre otros muchos, han logrado un gran éxito en Chile y en el extranjero.

Por ellos y los que vienen, ojalá que esta leve baja en la emisión de nuestra música esté lejos de ser un indicio de una disminución en el apoyo a nuestros artistas, quienes con gran esfuerzo han logrado hacerse un nombre en la escena musical.

David Magnirzky

Académico

Educación Musical

U. Andrés Bello

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