La familia que se hizo famosa en el litoral por sus exquisitos churros
Sisly, integrante de los Escobar Herrera, cuenta la historia de este negocio familiar que ha tenido éxito gracias al cariño y a las materias primas con que elaboran el tradicional producto.
Deben ser muy pocas las personas que han probado un delicioso churro cubierto con abundante azúcar flor y no han quedado con las ganas de ir por más para continuar degustando este artesanal producto culinario que es muy propio de nuestro Litoral Central.
En Cartagena, la capital nacional del adulto mayor y del turismo en la medianía del siglo pasado, existe una familia con dilatada tradición y trayectoria en la producción y venta de churros: los Escobar Herrera. A sus integrantes los podemos ver los fines de semana y en especial durante las temporadas de vacaciones haciendo felices a los miles de fanáticos que tienen los churros a lo largo del país.
La historia del negocio comienza en Europa, específicamente en Grecia, lugar desde donde provienen Cosme Rissios, un heleno que contrajo matrimonio con Estela Herrera y quien en las temporadas de fuerte presencia turística desarrolló el expendio de churros tradicionales, además de sanguchería, helados y otros giros.
En 1974 la familia Herrera comenzó a compartir este emprendimiento y a fortalecerlo en sus lugares de residencia. Hoy ocho de los diez herederos continúan con esta marca y gracias a este emprendimiento han logrado dar estudios superiores a sus hijos.
Una de las beneficiadas por la bonanza del expendio de churros es Sisly Escobar, una cartagenina con todas las de la ley, quien gracias a este negocio vio su vida cambiar para mejor.
Una marca familiar
La firma "Somos Churros" es una marca registrada para los cartageninos y deben ser muy pocos los que no han degustado algunos de sus productos en estos más de 40 años de servicio. Sisly partió ayudando a su madre Juana Herrera en el quiosco de su tía Estela en el Parque O'Higgins, donde estuvieron instalados durante largas décadas hasta que un decreto municipal los obligó a buscar un nuevo lugar de emplazamiento.
"Comencé ayudando a mi mamá con el relleno de las masas de los moldes para freír. Era súper sacrificado porque mi mamá siempre trabajó para otra persona y, con mi papá pescador, no teníamos las mejores condiciones económicas", confiesa.
Ella y su mamá trabajaban todos los fines de semana en el parque O'Higgins. Se iban los viernes después de clases y regresaban los domingo por la noche. "Eso fue hasta que nos decidimos a emprender y conseguimos el apoyo del Estado para iniciar nuestro pequeño negocio. Mi madre, 'Juanita Matriarca' como la llamamos con mi hermana, es mi modelo a seguir, porque me enseñó a luchar por mis sueños", sostiene Sisly sobre sus inicios en el rubro alimenticio.
Gracias a la adjudicación de recursos a través del Fondo de Solidaridad e Inversión Social (Fosis), esta cartagenina se asoció con su madre y adquirieron la estructura de su carro de venta de churros.
"Esa fue la oportunidad para crecer e independizarnos como lo hicieron otros familiares siguiendo con el rubro del churro, pero el inicio tampoco fue fácil. Recuerdo que para la primera producción no teníamos plata para comprar un kilo de sal y mi padre, valerosamente, hizo parar una micro y el chofer le pasó la cantidad que necesitábamos. Estamos muy agradecidos como familia por ese gesto de cariño", rememora.
Para ese entonces Sisly acababa de convertirse en madre. Su hija Esperanza nació prematura y ella tenía que viajar temprano a Valparaíso para verla, y por las tardes llegaba a trabajar en el negocio. "Es un emprendimiento que surgió a puro empuje y corazón de mis padres", remarca la heredera de esta tradición que lleva más de 13 años viendo churros en distintos lugares del tradicional balneario.
Su secreto
Sisly también tiene palabras de agradecimiento para su tío Cosme, quien se hizo cargo de la familia e inculcó valores como el respeto y el compromiso con el trabajo a los herederos, lo que con el paso del tiempo les permitió mantener la marca y dar estudios a los niños y nietos.
-¿Cuál es el secreto para hacer un churro sabroso?
-La clave es un secreto que trajo el tío Cosme y que siempre quiso mantener para la familia, para utilizarlo como un medio para surgir, batallar y de superación. Me gusta que el cliente se lleve un churro bien relleno o con mucha azúcar, que es como me gusta a mí. El producto tiene que ser con cariño y de la mejor calidad, para mantener la fidelidad con el cliente.
Sisly cuenta que "trabajamos con los mejores productos, con la materia prima de la mejor calidad. La harina de primera, aceite vegetal, la mejor sal y la mejor azúcar del mercado. Las pailas para freír son de cobre y pedidas especialmente a gitanos que son expertos en esa elaboración. Es un emprendimiento artesanal, no trabajamos con maquinaria industrial. Por eso las variedades del relleno de los churros con chocolate o queso no son constante porque adquirir esas máquinas es caro. Nosotros ocupamos productos estándares y la clave está en el cariño que uno entrega a lo que realiza".
-¿Eres fanática de los churros?
-En un principio me gustaron, pero no era fanática. Siempre asocié los churros a épocas especiales donde los niños comparten con sus papás, pero los míos estaban trabajando vendiendo churros. Después entendí y regresó el gusto. Los como con harto relleno y azúcar y así me gusta venderlo. Mis preferidos son los churros tradicionales porque esos se pueden untar en un chocolate caliente o un café, porque hacerlo con un churro relleno queda demasiado dulce.
"A mi hija le gustan los churros y sabe que ella tiene la oportunidad de aprovechar este rubro para conseguir sus sueños profesionales más adelante. Por eso con mi mamá, mi papá y mi hermana nos seguimos sacrificando para que el proyecto familiar siga adelante y en la comuna que todos queremos como nuestro hogar. Así fue como logramos estudiar con mi hermana y también lo hicieron mis primos", confidencia esta joven sicopedagoga, quien en la actualidad estudia un post título en educación diferencial con mención en déficit intelectual.
Medio ambiente
La familia Escobar Herrera se las ingenia cada fin de semana para estar presente en algún lugar de Cartagena con sus sabrosos churros. El patriarca es quien tiene la licencia para operar su carro durante todo el año, mientras que sus hijas y esposa lo hacen en las temporadas de verano. Sisly con su madre Juana se instalan en Playa Chica, mientras que su hermana Lesly lo hace en la playa de Costa Azul.
Conscientes que el cuidado del medio ambiente los involucra a todos, la familia Escobar Herrera decidió hace un par de años dejar de entregar sus churros en bolsas plásticas y ahora lo hacen en bolsas de papel personalizadas. "Hace un par de años empezamos a entregar bolsas de papel para apoyar las campañas ambientales, y sobre el tema del aceite hay que aclarar que este se consume por los churros mientras se fríen. Cuando se acaba vamos rellenando, ya que se consume absolutamente todo. No queda aceite sobrante que vaya a terminar en algún lado. Por eso ocupamos aceite vegetal porque nos interesa contribuir con el cuidado del planeta", remarca Sisly.