Los haitianos que salvan vidas hablando español
Jean Marc y Othline Faustin llegaron casi de casualidad a trabajar en los hospitales. Gracias a ellos, las personas de su comunidad -que hablan creol y poco de español- pueden decirles a los médicos sus síntomas y recibir las instrucciones apropiadas para mejorar.
Una tarde de enero, una joven haitiana llegó a la Unidad de Emergencias del Hospital de Quilpué, quejándose de que le dolía el estómago. Como no sabía hablar español, con gestos trataba de explicar que sentía una fuerte puntada en la zona del abdomen y que no soportaba más el dolor.
Los médicos que la atendieron le dieron una inyección y una pastilla para que se le quitara el malestar. Y funcionó. El problema es que, pasado el efecto, el problema reapareció y la mujer tuvo que acudir de nuevo a Emergencias.
Así estuvo por tres meses. Yendo una y otra vez a recibir la pastilla y la inyección, hasta que en marzo se topó con Jean Marc, un compatriota suyo de 31 años que recientemente había sido contratado por el Servicio de Salud Viña del Mar-Quillota como orientador y facilitador intercultural.
Como hablan la misma lengua -el creol-, la joven le describió todos sus síntomas y Jean Marc se los transmitió a los médicos en español. Así pudieron examinarla y descubrir que tenía un quiste en el ovario y que debían operarla de urgencia.
"Después de la operación, la joven tenía una cita con el médico y me buscó para darme las gracias. Estaba muy agradecida porque dijo que le había salvado la vida. Eso me tocó mucho", dice Jean Marc.
Llegada a Chile
Diez meses antes, Jean Marc vivía en Puerto Príncipe, Haití. Con su título de ingeniero informático, que obtuvo en la Universidad O&M de República Dominicana, intentó buscar un trabajo en su país, pero con un chilenismo explica que no lo consiguió porque "no tenía un pituto". Esto le hizo prestar atención a los comentarios que estaban haciendo algunos jóvenes sobre nuestro país.
"Escuché que mucha gente estaba yendo a Chile porque había más trabajo. Decían que la vida era un poco cara, pero que eran menos racistas que otros países y trataban bien a los haitianos", dice.
Jean Marc no la pensó más y se vino a Santiago, en donde vivió durante nueve días en San Bernardo. "Estaba en un hostal, pero después me fui a vivir un tiempo con un amigo en Viña del Mar. Allí busqué trabajo y llegué hasta el café Anayak. Eso fue en julio del año pasado", cuenta.
El informático, que profesa la religión cristiana, dice que se sintió muy feliz de encontrar un trabajo, pero que los horarios se le hacían muy pesados. "Estuve hasta diciembre con los chiquillos del café. Eran buenos conmigo, pero decidí renunciar porque no tenía tiempo para nada", dice.
Jean Marc asistía a la Iglesia Visión Mundial para la Familia, en el Hotel Marina del Rey. Allí ayudaba con la traducción a los creyentes haitianos, hasta que conoció a una persona que trabajaba en el Servicio de Salud, quien le comentó que podría recibir un pago por eso. "Me invitó a interpretar unas charlas sobre derechos y violencia. Estuve tres meses trabajando hasta que conocí a mi jefa del hospital de Quilpué y se dio la oportunidad de trabajar acá", señala.
Brecha idiomática
Los cargos de orientadores y facilitadores interculturales fueron creados en el sistema de salud para disminuir la brecha del idioma entre los pacientes inmigrantes y el equipo médico. En nuestra región, estos cargos los desempeñan ciudadanos haitianos en los hospitales de Quilpué, Viña del Mar y Quillota.
Desde el hospital Gustavo Fricke, Othline Faustin, de 25 años, cuenta que llegó a Chile en 2014, con el objetivo de trabajar y estudiar. "Tenía una cuñada que tenía que dejar su currículum acá (en el Fricke) y le dije 'ya, yo también quiero dejar uno'. Lo dejé en el primer piso, en la oficina de partes y a la semana me llamaron. Ya llevo tres meses y me he acostumbrado", dice.
A diferencia de Jean Marc, que viajó solo, Othline se vino con su novio, con quien se casó hace dos años. De su cargo, la joven afirma: "Soy orientadora y traductora. Cuando viene un haitiano que necesita ayuda, lo ayudo a hacer los trámites. En tres meses han venido más de 50 personas".
Una de las experiencias que destaca es cuando llegó una señora llorando, que no sabía qué hacer con su dolor. "Decía que quería morir porque no podía hablar (español) y le dolía mucho lo que tenía. Traduje lo que le pasaba, la ayudaron y ahora está bien", relata.
Programas
Nelly Chávez, asistente social del hospital de Quilpué y jefa de la Unidad de Programas Humanizadores, sostiene que la atención en los hospitales ya no es solamente clínica sino que sicosocial, porque les interesa tratar la parte humana.
"Tenemos dos grandes programas en el Ministerio de Salud. Está el 'Hospital Amigo', que tiene diez medidas básicas que han abierto un poco el hospital a la familia y a la comunidad. Por ejemplo, aumentar el horario de visitas, acompañar al adulto mayor durante la noche, informar a los familiares de los pacientes, brindar acompañamiento en el parto, etcétera. El otro programa es el 'Chile crece contigo' y dentro de esto, tenemos profesionales que trabajan en Pediatría, Maternidad y los orientadores", detalla.
Dentro de los siete orientadores que tiene el hospital de Quilpué, se encuentran Jean Marc, una venezolana y una colombiana. "Jean Marc es el que hace el nexo entre el paciente, los familiares y el médico tratante. Es un facilitador del equipo médico que tiene que conversar y entregar instrucciones", dice Chávez.
Además, el haitiano le ha hecho cursos básicos de creol a los funcionarios, ha traducido todos los trípticos y dípticos del hospital y ayuda en los trámites que se hacen en el Registro Civil.
El orientador comenta que se siente contento de ser un aporte para su comunidad. Por día, atiende a unas 50 personas y dice que siempre está corriendo, porque mientras atiende a una madre en Maternidad, lo llaman de Urgencias y de otras secciones para traducir lo que dicen otros pacientes.
Sobre sus compañeros de trabajo comenta que se ha sentido muy acogido, porque incluso ellos le ayudaron a encontrar una casa en Quilpué.
Aunque le ha ido bien, el haitiano dice que se siente incompleto por no ejercer su profesión. "A veces me molesto porque tengo profesión y no la estoy ejerciendo, pero por otra parte me siento bien de ayudar al que sufre", dice.
Para Jean Marc los estudios son importantes porque perdió a sus padres. "Mi mamá murió de una enfermedad en la cabeza y a mi papá lo mataron de un disparo porque era un político y la política en Haití es horrible. Por eso siempre quise salir adelante y estudiar. Luego vino el terremoto y con mi hermano nos quedamos en la calle. Nuestra única opción era estudiar", relata.
Hablar español
Jean Marc cuenta que no le fue bien en lo que acá conocemos como PSU y que sacó los papeles para irse a estudiar Ingeniería Informática en República Dominicana. "Así me obligué a aprender el español, porque no sabía nada. Por mi padre sabía inglés, francés y creol. Acá en Chile hablan diferente el español, más rápido y con más modismos, pero ya los he ido aprendiendo, como el cachai, la cuestión, los chiquillos...", comenta.
Gracias a un contacto dominicano, pudo conseguir una visa de trabajo y desempeñarse como soporte técnico para clientes estadounidenses. "Era muy buen trabajo. Durante el tiempo que duró mi carrera, pude viajar cada cuatro meses a ver a mi hermano en Haití. Luego de eso, el mismo día que venció la visa me echaron de la compañía. Me titulé y me vine a Haití a buscar trabajo como profesional", relata.
En su país, Jean Marc no encontró nada. Solo malas personas. "Contraté a abogados para que me ayudaran a tramitar la visa, pero me estafaron. Me mantuve con unos ahorros y con el trabajo que conseguí en una compañía de celulares. A fines de 2016 regresé a República Dominicana y estuve hasta mayo de 2017. Hice la práctica en Claro como informático y como se me acabó la visa de turista, tuve que volver a Haití", cuenta con pesar.
Fue en ese momento que escuchó sobre Chile y se vino.
Othline Faustin, en tanto, aprendió el español sola. "Cuando no entiendo algo lo busco en internet o en el diccionario", dice. Este año hace el cuarto medio de nuevo, porque dice que no le reconocieron sus estudios en el país. "Lo estoy haciendo nuevamente para entrar en la universidad, en Ceavi de Viña del Mar. Quiero estudiar Enfermería o Ingeniería en Finanzas", afirma.
Sandra Aroca, subdirectora de Gestión del Usuario del hospital Fricke, valora el trabajo que hace Othline. "Contar con un facilitador intercultural de origen haitiano surge de la necesidad que se fue evidenciando en el hospital, a raíz de la migración que vive nuestro país. Ha sido una oportunidad que hemos tenido para darle una mirada distinta a la atención de salud", dice.
Aroca agrega que cuentan con una orientadora y una facilitadora de origen haitiano que les ayudan a superar la barrera idiomática. "Estas incorporaciones han permitido dar una atención de mayor satisfacción a los pacientes migrantes de emergencia, emergencia gineco-obstétrica, maternidad y todos los servicios clínicos, dando una mejor atención clínica más humanizada y cercana", sostiene.
Para este reportaje, la otra facilitadora declinó hablar porque sentía vergüenza.
Más estudios
Jean Marc comenta que le gustaría hacer un diplomado en seguridad informática en la Universidad Santa María. "Me gusta estudiar y estaría muy feliz de ser becado en esa universidad porque es súper buena y prestigiosa. Me gusta lo que hago, pero mi pasión es la Informática. Si alguien sabe de algún dato lo agradeceré", dice riendo.
Othline Faustin aprovecha de hacer un llamado: "Me gustaría decirle a otros haitianos que tienen que respetar a la gente, a los chilenos, y luchar por lo que quieren, porque la vida no se regala, tienen que luchar mucho".