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Anuncian fuerte fiscalización al trabajo infantil en verano

Desde los 15 a los 17 años los adolescentes pueden ganar dinero, pero con autorización de sus padres y con contrato de por medio.
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Raúl Abarca Pailamilla

Una intensa fiscalización realizarán en la próxima época estival la Seremi del Trabajo y la Municipalidad de Cartagena para frenar el trabajo infantil que se desata durante diciembre, enero y febrero en el Litoral Central.

Ayer autoridades regionales y de la provincia participaron en el seminario "Migración en Chile y el trabajo infantil", organizado por la Oficina de Protección de Derechos de la Infancia y la Adolescencia (OPD) del municipio cartagenino y la Seremi del Trabajo. En la instancia, que se llevó a cabo en Cartagena, recordaron que los niños no pueden ni deben ser los sostenedores económicos de sus familias.

La seremi María Violeta Silva explicó que "esta actividad se enmarca dentro de la estrategia nacional para eliminar el trabajo infantil, porque queremos llegar a cero niño trabajando, porque ellos tienen derecho a estudiar y jugar".

Sobre el seminario, la autoridad regional del Trabajo afirmó que "en Chile no hay estudios de cómo incide la migración en el trabajo infantil. Sabemos que hay estudios en África, pero no en Sudamérica. Por eso estamos abordando esta temática y ya la hemos realizado en la comuna de Santa María, La Calera y hoy (ayer) en Cartagena. Para nosotros es una ganancia que un niño llegue a su casa y difunda que no queremos niños trabajando".

Silva además aclaró que los menores hasta los 14 años no pueden trabajar bajo ninguna circunstancia.

"Entre los 15 y los 17 años pueden trabajar en un ambiente protegido que no les impida continuar con sus estudios, que no realicen jornadas nocturnas, que no hagan horas extras ni actividades que perjudiquen su desarrollo integral o dañen su salud, por ejemplo, aplicando pesticidas. Además, deben contar con la autorización de los padres y estar con contrato de trabajo", describió.

La seremi también se refirió a la utilización de niños en la explotación sexual y la comercialización de drogas. "En estos casos la persona a cargo de los niños o adolescentes será sancionada y le caerá todo el peso de la ley. Recordemos que los padres son los responsables de sus hijos y tanto ellos como los empleadores serán los sancionados en caso de alguna irregularidad", advirtió la autoridad.

El alcalde de Cartagena, Rodrigo García, detalló que "los niños deben jugar, divertirse, alimentarse y vestirse bien y no andar preocupados de trabajar".

"Hay una generación que encuentra lógico trabajar desde pequeños, quizás por un concepto de vida que está errado, porque los niños, como mencionaba, deben jugar o estudiar, y no ser explotados laboralmente", agregó.

Respecto a las denuncias que se han registrado en Cartagena, destacó que han sido abordadas a través de la intervención de los establecimientos educacionales y mediante la OPD.

"Estos casos aumentan durante el verano donde llegan comerciantes de Santiago y hacen trabajar a sus niños o los mantienen hasta altas horas de la noche con ellos. Estos casos los estamos denunciando y así lo seguiremos haciendo", afirmó García.

sócrates orellana
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las autoridades recalcaron que los menores no pueden ser los sostenedores económicos de las familias.
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¿Universidad para todos y para todo?

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por Ariel Henríquez Achurra, abogado

La masificación estudiantil debe ser sin lugar a dudas el fenómeno más determinante en el actual sistema de educación superior en Chile. La cobertura del alumnado desde hace casi 40 años -que coincide por lo demás con la creación de muchas nuevas universidades- no ha dejado de ampliarse. Como botón de muestra, entre 1980 y el año 2001 la educación superior en nuestro país cuadruplicó sus matrículas, pasando de 119.000 a 456.000 alumnos. De nuevo, durante la primera década del 2000, el número de estudiantes se duplicó, sobrepasando incluso el millón; y ni qué decir si agregamos a la comparación el período anterior. Esto porque en el año 1950 -cuando el número de universidades se contaba con los dedos de una mano- los estudiantes de nivel superior ascendían aproximadamente a los 10 mil. Vale decir, desde mediados del Siglo XX a la fecha, la educación superior chilena ha multiplicado por cien veces su universo estudiantil.

A pesar de las estratosféricas cifras señaladas, el ingreso a la universidad -y es de esperarse el egreso- ha dejado de ser una palanca de movilidad social y de acceso a las más altas esferas de prestigio. Antiguamente, cuando la universidad era solo para una élite intelectual, ésta aseguraba un futuro próspero, el boleto -al menos- hasta la clase media y, cómo no, a una mejor vida. En síntesis, un mayor "currículum social".

Lamentablemente, hoy en día ya nada de eso es así. La universidad no garantiza lo que antes poco menos que consagraba, y esto porque la proveniencia, el origen social, la cultura previa, entre otros, siguen siendo aún mayormente gravitante al momento de encontrar trabajo -por ejemplo- que el de entrar o de egresar a una determinada universidad y/o carrera.

La sobrevaloración que nuestra sociedad le otorga al título universitario por sobre la formación técnica de nivel superior -igualmente necesaria e indispensable para el desarrollo de un país- ha traído consigo un mundo laboral atiborrado, por un lado, de profesionales mal remunerados, y por otro, de cesantes ilustrados; todos igualmente endeudados.

Chile al día de hoy tiene más universitarios que nunca. Lo paradójico de estos números sea que coincida con la que muchos han denominado la peor crisis de la educación secundaria.

Curioso por decirlo menos…

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