La joven que sueña con recorrer el mundo haciendo malabares
Scarlett Vilches decidió dejar su carrera para dedicarse a Panky Circo, un proyecto donde enseña las artes circenses a jóvenes y niños. Pero no todo ha sido alegrías, porque también se ha enfrentado a peligros en el semáforo.
En 2014, mientras estudiaba técnico en odontología, Scarlett Vilches conoció el malabarismo y las artes circenses en Valparaíso, las que poco a poco comenzaron a ocupar gran parte de su vida.
"Junto a mi compañero (pareja), Carlos Echeverría, empezamos a aprender malabarismo y a conocer compañías de circo. Cachamos que lo hacíamos bien, por lo que comenzamos a tirarnos a los semáforos en las noches, vestidos de calaveras y haciendo fuego, así cachamos que esto era un buen ingreso de plata", cuenta la joven.
Tras terminar sus estudios, ejerció dos meses su profesión, pero su amor por las clavas fue más fuerte.
"Yo siempre decía que cuando terminara mis estudios iba a irme a recorrer el mundo, pero el malabarismo me hizo cambiar de opinión", afirma.
-¿Cómo fue la reacción de tu familia?
-Mala. Ellos siempre supieron que no iba a dedicarme a la carrera, pero pensaron que iba a a estudiar otra cosa o que iba a viajar, porque siempre dije que iba a hacer eso. Les chocó, porque yo decía que no iba a volver a San Antonio, pero conocí a mi compañero, él también es de acá y es resanantonino, y terminé quedándome acá. Empecé a redescubrir San Antonio, a conocer lugares que no cachaba y a comprometerme con la ciudad.
Vilches cuenta que en un comienzo "mi mamá me decía 'te veo en el semáforo y te voy ir a buscar de las mechas'. Pero la primera vez que me vio, se sentó a mirar el show y me aplaudió. Yo creo que en el fondo quería saber que yo estaba segura trabajando ahí".
El semáforo
Para la malabarista, el semáforo es parte fundamental de hacer circo y un paso obligado para quienes quieren dedicarse a este arte.
Los días en que Vilches y su pareja se presentan en la calle siguen una rutina como la de cualquier trabajador. "Nos levantamos temprano y a las 7 de la mañana ya estamos instalados en el semáforo, porque esa es la mejor hora", expresa.
En ese lugar, manifiesta, "convives con mucha gente y te pasan cosas raras también".
Una mañana, en el bypass de Llolleo, vivió una situación que volvió realidad las inseguridades de su madre. "Ese día fui sola al semáforo. Iba a empezar con los malabares cuando llega un tipo en camioneta, se orilla y abre la puerta con fuerza. Yo quedé mirándolo, porque era un acto loco. Me dice 'súbete, vamos, qué querís, plata, drogas, vamos a vacilar'", recuerda.
"Yo le decía que no y él tomaba de una botella de vino y no dejaba de insistirme. Yo le cerré la puerta, pesqué mis cosas e hice como que me iba a ir. Ahí recién se fue el tipo. Volví al semáforo y cuando llevaba un rato él volvió de nuevo. Justo venía llegando mi pololo y así el tipo se fue. Esa vez sentí miedo".
Vilches cree que "la gente por verte trabajar en el semáforo piensa que eres una persona desprotegida, que no tienes nada. Seguramente él pensó que yo me iba a subir altiro".
Tras estos años trabajando en la calle, la joven reflexiona también en torno a la respuesta de la gente. "A nosotros los carabineros nos han sacado, pero a los viejos cura'os, que siempre están en el semáforo, no los sacan y de repente la gente les da plata a ellos, apoyando otra cosa. Algunas personas deben decir 'le voy a dar a este curadito para que se compre su copete, y a este cabro que está haciendo monedas para el almuerzo no le voy a dar'", expresa.
Circo social
En 2015, Vilches y su pareja instalaron Panky Circo, una compañía con la que realizan talleres en distintas escuelas de la provincia.
"Siempre supe que mi faceta era social, con la gente, pero nunca pensé que lo iba a desarrollar a través de las artes escénicas. Al descubrir el malabar caché que puedes decir cosas de muchas maneras, no solo mediante el lenguaje normal, sino a través de mostrarle cosas a la gente y hacerla sentir", afirma la joven.
La pareja ha realizado talleres en el Liceo Juan Dante Parraguez, la escuela de El Convento y el Liceo Poeta Huidobro de Cartagena. Además, de modo gratuito, han enseñado en espacios autogestionados a otros niños y adolescentes sobre todo lo relacionado con el circo, partiendo por los malabares.
En esas instancias, Vilches se ha convencido de lo positiva que puede ser esta disciplina para los más jóvenes y sueña con seguir compartiéndola con más personas.
"Me gustaría generar espacios de protección para niños que están un poco desamparados, porque cuando te agarra una disciplina se genera algo bacán. Hay niños que conocimos de chicos y que eran muy desordenados y ahora están súper disciplinados, porque el circo te entrega eso", expresa.
Según Vilches, "no toda la gente hace malabares, porque se te van a caer los implementos cien veces y las cien veces tienes que agacharte a recogerlos. Esa perseverancia empieza a entrar dentro de todos los ámbitos de tu vida; aprendiste a hacer malabar, aprendiste a tener perseverancia y eso lo empiezas a aplicar en todo lo que haces".
Es por esto que para ella "todos deberían aprender. El malabar es una superación personal".
Y no sólo malabar, sino todas las artes circenses. "El circo es el arte de las artes, todo lo puedes fusionar con el circo: el baile, la actuación, la música y la poesía. El espacio para crear es súper grande y todo lo que se te ocurra tiene cabida ahí", agrega.
El gran sueño
La especialidad de Vilches son las clavas y ser una payasa. Su pareja, en cambio, domina el diábolo, y juntos realizan rutinas que complementan con el humor, para lo cual se preparan con constancia.
"Esto requiere mucho trabajo. Nosotros ensayamos todos los días juntos o con nuestros amigos. Preparamos las rutinas para los tiempos del semáforo o para los eventos", cuenta.
Actualmente, ella y su pareja viven ciento por ciento gracias a Panky Circo, lo que la motiva a decirle a otros que "se puede hacer una carrera de esto".
En el último tiempo, la pareja ha presentado distintos proyectos para continuar difundiendo este arte y también como una devuelta de mano a la sociedad y a su arte. "Estamos súper contentos. Ahora esperamos la respuesta del hospital, donde presentamos un proyecto de Clown (payasos) hospitalario para los pacientes. Esta es nuestra forma de agradecer todo lo bueno que nos ha pasado con el circo", manifiesta.
Vilches y su pareja recorrieron Chile gracias a sus malabares y también han ido a seminarios a Argentina. Pero ella sigue soñando con ir mucho más allá.
"Mi sueño con el circo es recorrer todo el mundo. Ese era mi sueño de antes, pero ahora quiero hacerlo con el circo. Dar la vuelta y volver para acá, trayendo todo lo que aprendamos y tratar de insertarlo en San Antonio", afirma feliz la joven, que dejó el delantal colgado para jugar y hacer reír a otros con las clavas y su nariz de payaso.