La historia del almacenero más antiguo del corazón de Barrancas
"Miguelito" Carrasco lleva más de 40 años atendiendo a los vecinos en su local de Antofagasta. Paralelamente, se ha dedicado a la música y a la Parroquia Santa Luisa de Marillac, dos labores que a sus 76 años lo hacen declararse feliz.
Miguel Carrasco Muñoz, además de ser el almacenero más antiguo de Barrancas, lleva gran parte de su vida dedicado a la música, formando parte del coro de la Parroquia Santa Luisa de Marillac y dirigiendo diversos coros.
Cuando le preguntan de dónde proviene su vocación por la música, no duda en responder que la heredó de su madre, Marta Muñoz.
"Nosotros éramos del campo. Yo nací en Quilamuta, un lugarcito de San Pedro de Melipilla. Mi mamá era cantora y era virtuosa, se aprendía las canciones de una vitrola que tenía una tía con más poder adquisitivo. Éramos diez hermanos y cuando chicos, en el corredor de mi casa de campo, en las tardes de verano, comíamos frutas y cantábamos las canciones que nos enseñaba mi mamá", recuerda "Miguelito", como es conocido en Barrancas, donde llegó a vivir a los 16 años.
Su madre fue la que lo incentivó a tocar guitarra. "Estuve haciendo un curso de electricidad por la parroquia en el sur y cuando volví, mi mamá me dijo que tenía una amiga que me podía prestar una guitarra. Aprendí a los 23 años, porque antes no existían las guitarras ni el interés por ellas. Después vino el neofolclor y florecieron las guitarras. Mi mamá quería que yo fuera igual que ella", manifiesta.
Con la revista "El Musiquero", de la Nueva Ola, que traía un cancionero, Carrasco conoció los acordes de la guitarra y de ahí en adelante no dejó más este instrumento. Con los años también aprendió a tocar el arpa con la que se hizo más conocido en Barrancas.
Voz solidaria
Antes de conocer la guitarra, Carrasco había mostrado su virtuosismo en el canto en la parroquia de Barrancas, que entonces era solo una capilla.
"Yo comencé a cantar a los 16 años en la capilla. En esa época las misas se hacían en latín y los cantos en castellano, entonces yo cantaba a capela en la misa", recuerda al almacenero, que cumplió 60 años cantando en la iglesia y 35 años a cargo del coro.
En todos estos años, en los que ha dirigido diversos grupos, Carrasco y otros feligreses instauraron una tradición que le genera un poco de pudor comentar, pero que le llena el corazón.
"El coro es lo más lindo. Nosotros aparte de cantar en misma la iglesia, implantamos la modalidad de ir a cantar a los funerales de los vecinos, vamos a las funerarias o a las casas", cuenta.
Los barranquinos a menudo se acercan al negocio de "Miguelito", ubicado en calle Antofagasta frente al Lucernita, para pedirle que los acompañe en esos difíciles momentos. "Es muy bueno eso, antes no les cantaban en las casas, ahora todos quieren que les hagan eso. Es bonito, porque uno los conoce, comparte con ellos y están todos los vecinos, somos como una familia. Todos los vecinos son bastante solidarios en este sector".
Esta labor tiene un profundo sentido para él. "Cuando han fallecido familiares de uno el coro también viene y ahí uno se da cuenta de lo bueno que significa aliviarle el dolor a las personas. Uno se siente más aliviado". Él está convencido que "servir es lo más lindo".
-¿De dónde nace su espíritu solidario?
-Mis papás fueron muy solidarios con los vecinos y familiares. En el campo no éramos ricos, pero nunca nos faltó y mis papás siempre compartían con el que no tenía.
Según Carrasco, "uno aprende mirando. El que es vivo, el que tiene inteligencia sigue los ejemplos buenos. Mi papá decía: 'nosotros podemos ser pobres, pero honrados. La frente limpia, que nadie les diga una palabra'. Y eso lo llevamos dentro".
Amor barranquino
El talento musical innato de Carrasco lo llevó, además, a conocer el amor.
Desde que llegó a Barrancas tuvo una participación activa en el coro de la capilla. Allí vio por primera vez a su esposa, María Cristina González. "Es muy bonita nuestra historia de amor. Ella me conoció cuando cantaba en la capilla. Tenía 14 años, era jovencita, e iba a escuchar cantar a un joven. Yo no me daba ni cuenta de eso", afirma.
Con una gran y traviesa sonrisa, "Miguelito" continúa la historia: "Ella iba al Mes de María y yo dirigía los cantos. Cuando yo no estaba ella decía 'ah, no está' y el corazón sufría".
La pareja se conoció en un importante proceso de la parroquia. "Se organizaban onces para juntar dinero para construir la parroquia y ahí nos conocimos, nuestras familias se hicieron amigas y con los años comenzamos nuestra relación".
En 1972, Miguel y María Cristina se casaron. Hoy tienen tres hijos y 10 nietos, y la parroquia los mantiene tan unidos como antes.
"Somos fieles nosotros. 46 años. La vida espiritual nos ha dado mucha satisfacción, estamos felices", declara.
dirigiendo el coro
Paralelamente a su trabajo en el almacén, que fundó en 1967 junto a una hermana, se ha dedicado a transmitir sus conocimientos autodidactas y pasión por la música en diversos espacios.
Durante 20 años dirigió el coro municipal de adultos mayores. "Les enseñaba a cantar distintos estilos de música, canciones folclóricas, tangos, boleros. Partí primero con el coro oficial, pero luego se fueron sumando más coros y hacía clases en distintos sectores. Tenía de 15 a 20 alumnos por grupo, más los 30 del coro municipal", comenta
En este proyecto, Carrasco desarrolló otra faceta. "En ese periodo escribí obras de teatro y los adultos mayores las cantaban y actuaban en vivo".
Así nació la obra "Simplemente Manuel", donde cuenta parte de la vida y obra de Manuel Rodríguez. "Encontré unas canciones para Manuel Rodríguez y los textos los escribí tras estudiar su historia, porque yo tengo una faceta de historiador".
En esa obra tocan su hijo Miguel, quien es contrabajista, y su nieto Paulo, concertista en flauta traversa. Además, sus hijas María Cristina y Karina cantan y él toca la guitarra.
Carrasco también ha enseñado a jóvenes y niños a tocar guitarra y a cantar, proceso que le ha permitido concluir que "no es difícil enseñar a cantar, la gente a la que le gusta canta solita. Hay personas que poseen cualidades, si tienen un buen oído y dedos para la guitarra aprenden solas prácticamente". Y eso es lo él que ve en su descendencia.
-¿Qué siente que sus nietos e hijos hayan heredado la pasión por la música?
-No, ellos nacieron así, quizás escuchar la música les influyó, pero ellos venían con eso.
Para él, "por una parte es un orgullo que mi hijo y nieto se dediquen a la música, pero en cierta parte no queríamos que fuera así porque es difícil vivir de este arte, pero ellos nos convencieron porque es lo que los hace felices".
Felicidad que él ha vivido en carne propia desde que conoció este modo de expresión. "Cuando aprendí a tocar guitarra no la solté más, porque me gustaba inmensamente. La música uno la lleva adentro", expresa "Miguelito".
"Y esa ha sido mi vida, ha sido muy bonita y yo me siento muy bien", manifiesta con sencillez, antes de volver a atender con una gran sonrisa a las vecinas que lo esperan en su almacén.