Una súper mamá
Marta Rodríguez no se achica ante nada y, solita, saca adelante a sus tres hijas. Es un símbolo de que el querer es poder y de que el power femenino se siente cada día con más fuerza.
Tiene una sonrisa fácil y coqueta. Le gusta conversar y se considera multifacética. Marta Carolina Rodríguez Pavez es una joven madre de tres hijas. Tiene 27 años y saca adelante a su familia con su trabajo como técnico en enfermería privado.
Vive desde los 14 años en San Antonio. Llegó proveniente de Lo Valledor con sus tres hermanos y padres, pero al poco caminar las vicisitudes del amor le llevaron a regresar a la capital con la clara intención de forma su familia y cumplir un sueño que desde niña vio truncado.
En la capital luchó para que su proyecto familiar funcionara como lo diseñó en sus sueños. Se casó a los 17 y en ese mismo año nació Michelle Isidora. La temprana maternidad la obligó a postergar sus estudios medios y se abocó a su nueva responsabilidad, la que asumió con propiedad. "Fue difícil, se nos complicó y tomamos las mejores decisiones que pensamos en su minuto. Siempre quise tener hijos y casarme, tener una familia normal y entregarles mucho amor. Si bien las cosas no salieron como quería, mis hijas son lo más lindo que tengo", afirma desde el hogar donde viven las cuatro mujeres, a pocos metros del Centro Cultural de San Antonio.
Sus palabras reflejan la fuerza y determinación de una mujer que si bien sufrió los embates de la depresión y el castigo en varias dimensiones, se levantó una y otra vez y enfrentó cada una de las circunstancias que le ocurrieron.
Una súper mamá
"Cada momento es maravilloso, disfruto mucho cada instante con mis hijas y sus muestras de cariño me motivan todos los días para trabajar y sacarlas adelante. Tengo una meta muy clara que es tener mi casa propia en los próximos años y me voy a dedicar para conseguirlo. Mis hijas lo merecen para tener su espacio y sentirnos cómodas en un lugar propio", comenta esta joven sobre uno de sus principales desafíos para los próximos meses.
-Fuiste madre muy joven, ¿cuál etapa fue más difícil?
-La verdad que cuando quedé embarazada la primera vez tenía 16 años, costó entenderlo pero había que seguir adelante. Siempre soñé con tener una gran y acogedora familia, eso me impulsó a seguir. Como las prioridades cambiaron dejé de lado el estudio y me dediqué a cuidar ese embarazo, pero nunca dejé de trabajar, porque sentía la obligación de apoyar a la familia que formábamos.
Marta reconoce también que la maternidad tuvo una serie de costos, pero que en los momentos más difíciles pudo contar siempre con el soporte materno. "Viví muy rápido. Me adelanté en tener la familia que siempre quise y las cosas no se dieron como esperaba. Con el embarazo de las gemelas caí en una depresión hasta después del parto y opté por regresar a San Antonio. Estuve un tiempo con mi madre, quien me apoya siempre, y luego buscamos un lugar donde estar las cuatro. Amo mi independencia y estar con mis niñas", confidencia.
-¿Cómo se sale adelante llevando una crianza en solitario?
-Cuesta, es muy difícil, pero también hay que tener un ángel que te ayuda y protege. Cuando volví sabía que no podía seguir trabajando en lo mismo y que tenía que finalizar mis estudios. Los terminé en el centro Pedro de Valdivia de San Antonio que es para adultos y con mis buenas notas, la directora me dio una beca para estudiar un curso de enfermería. Ese curso me dio la posibilidad hoy de trabajar en eso, de apoyar a una familia que tenga un pariente complicado de salud y que necesite una atención especial y personalizada. Afortunadamente, tengo buenos patrones que me han recomendado para otros trabajos. Así es como voy sacando adelante a las niñas, porque terminé tan cansada y aburrida que no quiero más ayuda que la mía.
Dentro de su fluidez comunicativa, Marta toma un respiro cuando recuerda esas temporadas donde tenía que hacer maravillas para trabajar, estudiar, y cuidar a sus hijas. "Fueron años complicados. La mayor y las gemelas se llevan por tres años. Tenía que cuidar a una y estar cambiando pañales por dos. Cuando Génesis y Esperanza (las gemelas) se enfermaban era complicado porque no tenía más ayuda y me tenía que amanecer. Soy mamá y papá, la que da los permisos y los niega, la que pone mano blanda y mano dura. Durante mucho tiempo, criaba y estudiaba con las niñas durante el día, y además trabajaba, y por las noches me tenía que dedicar a mis estudios.
Sin embargo, destaca que cada vez que ve sonreír y crecer a sus hijas siente que todo el esfuerzo valió la pena. "Así eran todos los días, sin descanso, pero tenía la tranquilidad que mis hijas estaban bien y eso me motivaba a continuar. Tengo estudios de cajero bancario y me falta un semestre para sacar Comercio Exterior. Este año me di un descanso para recuperar las energías y así retomar y continuar cumpliendo mis metas que fueron estudiar algo a nivel profesional y darles un hogar propio a mis hijas", señala con su cara alegre que refleja sus sueños y ansias de crecer y ser mejor persona y madre.
Esta preocupada madre quiere que sus hijas vivan en un entorno sano y saludable, que les permita crecer y ser personas de bien. Por eso no pretende esconderles la realidad ni menos contarles que esta supervivencia es atroz, menos si todos los días llegan con una gran carga emotiva desde su colegio.
"El mundo es difícil. Yo me saco la mugre para que no les falte nada, cumplo los dos roles, pero no les voy a esconder que las cosas son difíciles, ellas saben bien, sus compañeritos les cuentan sus vivencias y eso les permite darse cuenta de lo que tienen, que eso costó y hubo sacrificio, y finalmente lo terminan agradeciendo mucho, con besos, abrazos y frases como que soy la mejor mamá del mundo mundial", expresa con orgullo.
Hoy Marta vive a mil por hora, tal como ha sido desde el momento en que se enteró que sería madre, esto ya hace más de once años. Se desvive por darles un mejor lugar para Michelle, Génesis y Esperanza y no baja los brazos para alcanzar sus propias metas. Ya consiguió parte de sus estudios, le queda terminar Comercio Exterior para dedicarse con todas sus energías a la ansiada casa propia.