Nicole Guzmán Cáceres
AIsaac "Don Carmelo" García se le puede ver cotidianamente por el sector de la plaza de armas de Cartagena, aunque por estos días se encuentra cerrada por remodelaciones. Pasa a comprar el diario, al supermercado, a la carnicería o por el pan. Pasa saludando a medio mundo, porque todos lo conocen. Él es uno de los vecinos más emblemáticos de Cartagena, siendo sexta generación que habita este lugar. "Cuando yo era más chico, mis tíos más grandes, contaban que "el tata" decía que cuando él era pequeño, acá habían tres o cuatro casuchas con suerte. Ahora, está todo poblado".
Cartagenino
Carmelo no sabe en qué momento exacto los García se instalaron en Cartagena, pero que efectivamente era habitada por muchísima poca gente cuando llegaron. Entonces, su familia se dedicaba a la pesca en Playa Chica. Su padre, al jubilar como estibador marítimo, abrió una pescadería en Josefina Nieto con Chacabuco, ahora Hermanos Tobar, rebautizada así por otros parientes de él, que fueron concejales y hasta el día de hoy se les recuerda con cariño.
Trabajó varios años con su a padre. Sin embargo, se aleja un tiempo de la pesca, no así del mar. Encuentra trabajo como operador portuario, en los tiempos en que las cargas y descargas eran hechas a pulso por hombres como él. "Nosotros teníamos cuatro escaleras, nos subíamos al contenedor y enganchábamos las cadenas para que la grúa levantara el contenedor. Los sacos, los tarros, todo lo que viniera adentro, era cargado al camión por puros operarios, no como ahora que todo es máquina".
Luego de que la empresa portuaria, que era fiscal, pasara a manos de privados, fue desvinculado, volviendo a trabajar la pescadería familiar junto a uno de sus hermanos. "Lo que uno pusiera en esa equina se vendía, es que llegaba mucha gente, hordas de personas bajando por la marina luego de que llegaba el tren. Ahora también llega mucha gente, pero no es como antes". Incluso recibió un balazo por defender a su hermano en un negocio del frente "un borracho se puso a molestar a mi hermano y sacó una pistola, no pensé que fuera de verdad y me acerqué. No me di ni cuenta cuando me baleó, me llevaron altiro al hospital y ahí estuve varios días".
"En la pescadería, primero dejábamos 30 cajas de almejas para un fin de semana. Luego salió el cólera, la gente tenía miedo de comer mariscos, no éramos capaces de vender 5 cajas de almejas. Ahí le dije a la Rosa, mi señora, que cerráramos mejor, y nos dedicáramos a otra cosa".
Fútbol
Hincha acérrimo del Cartagena Atlético, perteneció al club toda la vida y fue dirigente por casi diez años, y esa es una de las razones por las cuales es tan conocido, luego de jugar desde las infantiles y hasta la sénior. Un día, agobiado de tiempo, decidió renunciar a todo eso para dedicarse a su familia de 6 hijos. Los domingos pasaron de ser un día de cancha a ser un día familiar. Por esos años él vivían en la calle Esmeralda. Luego se cambiaron al terreno donde están viviendo ahora, en Errázuriz con Arica. Hace 20 años que viven ahí y casi todos los hijos hicieron su propia casa en el largo sitio que compró para compartir.
En la primera casa vive su hija Mónica, en la segunda, su hija Paola, en la tercera su hija Fabiola, en la cuarta él y en la quita su hija Erika. Solo dos de sus hijos no viven ahí, pero su hija Janett pasa todos los días a saludarlo, ya que solo vive a un par de cuadras. "Bueno, no fue la idea de comprar este sitio que quedáramos todos juntos, pero así se fueron dando las cosas, y así me gusta más en realidad, tener a todas las hijas acá juntas, me hace sentir mejor".
Dc
Su hija es enfática en señalar que él es el demócrata cristiano más antiguo de Cartagena. "Incluso él militaba en la falange", señaló Paola. Desde ahí apoyó la campaña presidencial de Frei Montalva, con quien conversó largamente en una de sus visitas al puerto de San Antonio "terminó la reunión, que no recuerdo de qué era, pero terminó y me llamó para un lado. Me preguntó su yo estaba en el sindicato, que teníamos que mover el sindicalismo porque era la única forma de conseguir cosas entre todos. Mis compañeros se preguntaban de qué hablábamos tanto!
También debió vivir en carne propia los dolores de la dictadura. Su hermano Gabriel, quién igual que él trabajaba en el puerto, en uno de los turnos de noche fue detenido por los militares. "Estaba bajándose de un barco, le pidieron los documentos a él y a su compañero. Les dijeron que esperara y en eso su compañero se fue, el por mejor esperó, pero tuvo que pasar un mes entre Tejas Verdes, Santo Domingo y en Santiago. La amnistía que negoció el presidente estadounidense Jimmy Cárter, fue lo que salvó a mi hermano de no morir desaparecido". Al ser el mayor de los hermanos, se dedicó a todos los trámites necesarios para que quedara en libertad.
Trabajando en el puerto, tuvo otro de los accidentes más graves que lo marcarían. Caminando de un extremo a otro del puerto para dejar unos papeles, Manolo Villatoro (padre del ex gobernador), le dice si lo lleva a su destino en vehículo. Por el camino no se percató que venía un carro con cobre. Impactó el auto y de milagro salvaron ilesos. Al otro día vino Pinochet a recorrer el puerto. "Lo vimos llegar en el helicóptero, la mala suerte que me quiso saludar a mí y yo medio lesionado. No soy fanático de Pinochet precisamente, pero en ese momento no me quedó más que decirle: hola mi presidente".
Juventud
Carmelo se entusiasma al contar el Cartagena de sus amores. Cuenta que para el verano llegaban miles de personas al día por los trenes desde Santiago, y que en invierno quedaban puras caras conocidas. "Eso me gustaba igual, que quedáramos los de acá".
Cuenta que los restaurantes funcionaban cada sábado para entretener a las personas. Nombra algunos locales que ya fueron como el Savoy o el Hotel Francia. "Ahí la gente se juntaba a bailotear todo el año, en invierno eran menos las personas, pero uno encontraba siempre que hacer en invierno, no como ahora que está todo cerrado siempre. Atribuye la falta de panoramas cartageninos a los costos de la vida. "Claro, ahora una botella de vino te salen dos mil pesos. En un restaurante uno paga hasta cinco mil, no sale a cuenta, mejor tomar en la casa. En esos tiempos no era tan fácil como comprar y tomar en la casa. Ahora en los supermercados venden de todo"
Además, reclama contra la gente que ha llegado "No toda es gente mala, pero algunos son bien atorrantes, y andan haciendo maldades".
Carmelo nunca se quiso ir de Cartagena por encontrarlo un lugar tranquilo y pacífico. A sus 82 años ya no se fue de su comuna. Junto a Rosa, su esposa, ya criaron 6 hijos en esta comuna y 12 nietos. En noviembre llega su primer bisnieto, un poco tarde, según él "yo les he dicho que tengan hijos chicos, para que cuando sean viejos no les cueste tanto disfrutar.
Cada vez camina más lento, e intenta no perder el hábito de leer el diario, de comprar el pan, y de saludar a sus viejos amigos cuando pasea por la plaza. Amigos que se ha ido llevando el tiempo, y que cada vez son menos.
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