La "Peta" cumplió su sueño de tener su propio local de comida
En el sector de Barrancas se abrió hace dos semanas "La Picá de la Peta", a cargo de la sanantonina Petronila Echaniz, quien lleva más de 40 años dedicada al oficio de cocinera.
A los 61 años de edad (10 de marzo de 1957), Petronila del Carmen Echaniz Garrido asegura sentirse feliz y contenta. Hace dos semanas, junto su hijo Jorge Hurtado y su nuera Jacqueline, comenzaron a desarrollar un proyecto de comida casera que ya se ha hecho un nombre en el sector de Barrancas en San Antonio.
Se trata de la nueva "La Picá de la Peta", cuya especialidad son los platos preparados que la señora Petronila se encarga de cocinar. Ayer, por ejemplo, la pizarra con los menús ofrecía las clásicas guatitas a la jardinera y también zapallo italiano relleno.
"Me siento feliz teniendo algo que con el tiempo quedará para mis hijos. Yo algún día no voy a estar y quiero que tengan algo de donde agarrarse. Soy una persona totalmente positiva y casi nunca me achaco, a veces me siento bajoneada pero trato de tirar para arriba siempre. Pero en estos momentos me siento muy afortunada de trabajar en algo familiar y dejar atrás todos los años que estuve siendo empleada en diferentes trabajos en los que me desarrollé", afirma la sanantonina que desde los 17 años comenzó a trabajar como cocinera, el oficio que hasta el día de hoy la mantiene vigente.
Desde juan aspeé
Petronila Echaniz se reconoce como juanaspina, ya que junto a su familia vivió sus primeros años de vida en la tradicional población Juan Aspeé, por lo que tiene los mejores recuerdos de aquella infancia frente a los Ojos de Mar.
"Viví hasta los cinco años con mis padres, Delfín Echaniz y Olga Garrido Torres en calle Dalsena, llegando a la playa de Barrancas, y luego me fui a vivir con mi abuelita materna a la calle O'Higgins, detrás del estadio Municipal. La vida ahí en la población era muy buena, ya que todos los vecinos nos conocíamos. Lo mejor era que teníamos la playa al lado, y todos en el verano nos juntábamos ahí. Pero lamentablemente ahora todo eso cambió y desapareció y para ir a la cualquier playa hay que tener luquitas", asegura con nostalgia.
Tras estudiar en la escuela 3 y en el Liceo Comercial, Petronila tuvo que salirse en segundo medio para ponerse a trabajar, ya que así podría ayudar a su familia.
"A los 17 años comencé a trabajar porque mis padres no tenían muchos recursos. Después de estar en la población Juan Aspeé nos habíamos cambiado toda la familia a una casa acá en el sector de Barrancas, ubicada en calle Tarapacá, cuando yo tenía 10 años", recuerda.
Su primer trabajo lo consiguió en la residencial Santa Ana en 1975, donde empezó a pulir sus dotes de cocinera que traía desde chica.
"No tengo un curso de cocina, pero es lo que más me gusta. La residencial Santa Ana quedaba en calle Pedro Montt y me fui especializando en comidas caseras: cazuelas, carne al jugo y muchos otros platos. Lo más importante era que podía ganarme mi platita, con la que ayudaba en casa, ya que el sueldo se lo entregaba a mi madre y las propinas me las dejaba para mis gastos personales, para comprarme ropa y salir con amigos al paseo Bellamar, ya que en esos tiempos uno podía quedarse hasta las cinco de la mañana en el paseo y no te pasaba nada", afirma.
Tras quedar embarazada en 1978 de su primer hijo, Juan Cancino, Petronila dejó de trabajar en la residencial Santa Ana y se dedicó a su hogar.
"A los 21 años tuve a mi primer hijo y volví a la casa, porque ya no podía trabajar. Hasta que mi madrina de confirmación, Ana Luisa Garrido, que trabajaba en el Jockey Club y el Club de Tenis de Llolleo, me llevaba con ella para que la ayudara en la cocina y así yo tenía algunos pololos para mantenerme", explica Petronila, quien con el paso del tiempo consiguió un cupo para trabajar en la desaparecida clínica Llolleo. "Estuve seis años cocinando para el personal de la clínica, lo que fue una buena experiencia para seguir trabajando", admite.
Pero una vez que el trabajo en la clínica Llolleo terminó, Petronila dejó por un tiempo el oficio de cocinera para desempeñarse como asesora del hogar.
"Estuve como nana en casas particulares, pero duré tres años, ya que la verdad me aburría, porque lo que me gustaba a mí era la cocina. Así que al final decidí dejar eso y me fui a cuidar a un abuelito que estaba enfermo en su domicilio particular", detalla.
En barrancas
Hasta que un llamado para trabajar de cocinera nuevamente le devolvió la alegría a Petronila Echaniz. "El local se llamaba 'Antonella', ahora se llama 'El Gordito", y quedaba en Barrancas. Estuve trabajando cerca de seis años, hasta que en febrero de este año comenzamos con el proyecto de realizar nuestro propio local de comidas", cuenta la sanantonina, asegurando que con el paso del tiempo "aburre esto de estar apatronada, con gente que de repente no la valoran a uno como corresponde".
Y como su hijo Jorge Hurtado recibió una indemnización producto de sus años de servicio en la disuelta fábrica Maersk de San Antonio, quisieron darle vida a lo que hoy tiene por nombre "La Picá de la Peta" (nombre en honor al apodo de Petronila), que se encuentra en calle La Marina, en Barrancas.
"Este es un negocio totalmente familiar y aquí nosotros ofrecemos almuerzos caseros baratos, ya que una colación va desde los mil pesos. Tenemos postres como leche asada o arroz con leche, todo hecho por mí y mi ayudante Macarena Ortiz, nada es comprado afuera. Queremos agradecer porque la aceptación de la gente ha sido buena, aparte que mi hijo con su señora hacen publicidad por Facebook, ya que ellos conocen más de eso", comenta Petronila Echaniz.
-¿Qué días estará atendiendo este nuevo local?
-De lunes a domingo estará abierto. Los domingo, de hecho, hacemos empanadas al horno para tener más variedades. Yo llego a las ocho de la mañana a cocinar para dejar todo preparado y después comenzamos a ofrecer almuerzos, desayunos, completos, churrascos y diferentes platos.