DT del campeón regional: de espalda mojada a un próspero comerciante
Luis Peñailillo fue marino mercante, cruzó "a la mala" a Estados Unidos y con esfuerzo levantó un negocio que le permitió educar a sus tres hijos. En esta azarosa vida nunca dejó el fútbol.
Puede estar tapado de pega, con pedidos atrasados y obligaciones con sus clientes, pero Luis Peñailillo Tobar siempre se da un tiempo para conversar sobre la vida y una de sus grandes pasiones, el fútbol.
Las peripecias que ha vivido en su azarosa existencia de 63 años le han brindado un carácter pausado, afable y reflexivo. Su imagen de próspero comerciante contrasta con su humildad. Estar en esta posición no fue fácil.
En su carnicería Mi Huaso II, que a esta altura ya es un minimarket, disfruta de su trabajo, el que le da tiempo para compartir algunas horas con el deporte y planificar el gran desafío que tendrá en su carrera como director técnico, el Nacional Superseniors de Curacautín, que se jugará en La Araucanía entre el 21 de enero y el 3 de febrero.
Para llegar a este momento Peñailillo pasó por innumerables aventuras. Heredó de su padre el oficio de carnicero, el mismo que le permitió educar a sus tres hijos, quienes son médicos de profesión.
Nacido en San Antonio se crió en el sector de Barrancas. Su padre, Juan Peñailillo, fue un campesino de Cuncumén que se transformó en carnicero. Instaló la carnicería "Mi Huaso" en Orella entre Maestranza y Patricio Lynch. "Por eso mi local se llama Mi Huaso II", explicó.
Su madre Genoveva Tobar fue funcionaria municipal durante tres décadas.
En su niñez a los 12 años comenzó a jugar fútbol. Sus inicios fueron en Español, el club del barrio; tuvo un breve paso por Unión Católica y hace algún tiempo forma parte de Huracán. Fue central, lateral y en algún momento se desempeñó como puntero. "En el fútbol con los años uno se va echando más atrás en la cancha", analizó.
En su juventud tenía un sueño. "Cuando tenía 19 años me embarqué, quería conquistar el mundo. Uno a esa edad tiene todas la ganas de hacer algo. Mucha gente de acá se embarcó para Europa. Me gustó el cuento y ganar en dólares", contó sobre su primera aventura.
Luis Peñailillo vivió por muchos años en el extranjero. "Navegué muchos años, viví en Estados Unidos , cuando volví tenía otra personalidad", reconoce.
"Siempre voy a Estados Unidos, tengo un hermano que vive en Pennsylvania. Hace poco llevé a mis hijos para que supieran dónde su padre había estado, en unas pequeñas vacaciones. He patiperreado harto y cuando volví a Chile me dediqué a lo que más sabía hacer, que era la carnicería", agregó sobre las vueltas que ha dado su vida.
A Estados Unidos
Se estima que más de 3 millones de personas cruza cada año ilegalmente la frontera sur de Estados Unidos desde México.
A nado, cruzando el río Grande, a pie, escondidos en automóviles o atravesando el desierto de Arizona, los migrantes ilegales buscan una ilusión en otro país.
Denominados como "espaldas mojadas" el cruce de la frontera implica riesgos, incluso algunos pierden la vida.
Cuando Luis Peñailillo tenía 31 años vivió esta experiencia extrema.
"Pasé a Estados Unidos como 'espalda mojada', fue hace muchos años, pasé por México. No se lo recomiendo a nadie", admitió.
Relató que "pasé por Tijuana, después los gringos me preguntaban cómo subsistí. Decía que nadie supo que estuve en Estados Unidos, porque después me fui sin ninguna documentación y ahora voy de vacaciones".
Lo peor de todo es lidiar con los "coyotes", los mexicanos que pasan a los ilusionados inmigrantes por la frontera. "Son muy complicados y ves muchas cosas, porque es la tierra de nadie. Siempre tuve hartas ganas de conquistar las cosas, tenía grandes responsabilidades, mis hijos chiquititos, tenía que buscar dónde me fuera mejor", agregó.
Con la misión cumplida, durante 5 años vivió en Nueva York y sus intenciones no eran dejar el país, aunque estaba indocumentado. "Me quería quedar en Estados Unidos, porque es un país de mucha aventura, de posibilidades de trabajo, uno surge o se va a la perdición. El que quiere trabajar y es ordenado le va bien. Antes cundía más la plata, los dólares acá los multiplicabas. Me sirvió para ser un emprendedor cuando volví", reflexionó.
Luis Peñailillo trabajó en Estados Unidos en "lo que ellos llaman un delivery de comida italiana, tenía muy buena relación con la gente. Como estuve embarcado tenía conocimientos de algunos idiomas. No me quería venir, pero acá tenía responsabilidades, los chicos tenían que estudiar, entonces en vez de llevármelos me vine e instalé mi pequeño negocito".
De vuelta
A los 35 años Luis Peñailillo regresó a San Antonio y continuó con la tradición de su padre.
La primera carnicería la puso en el cerro Alegre, después se trasladó a la calle Pudeto donde permaneció por una década, hasta que se cambió con "Mi Huaso II" a Antofagasta.
"Uno trabaja para los hijos y ellos lograron entender que su papá se esforzaba bastante para que ellos estudiaran. Los tres son médicos", expresó con orgullo.
Luis Enrique, Marcos Cristopher y Reina Stephannie lo usaron -como el comerciante admite- como conejillo de indias. "Mi hija es doctora y se acaba de recibir en Inglaterra, otro es siquiatra y el otro es fisiólogo y está metido en el fútbol. Trabaja en la universidad Finnis Terra. Su madre siempre los apoyó y eso es muy importante. Ella asumió cuando no estaba en el país y después cuando trabajaba", agradeció.
El éxito personal y familiar que le entregó su carnicería también le dio tiempo para el fútbol e incursionar en la dirección técnica.
El DT
Los primeros pasos de Luis Peñailillo como entrenador los dio en su club, Español.
Dejó de jugar para abocarse a repartir instrucciones desde el borde de la cancha.
En su primer año logró el título de los seniors, participó en la Copa Litoral y después dio el salto al primer equipo.
Solo jugaba fútbol en el torneo de verano de los superseniors de Huracán, y en la tienda de la calle México lo tentaban para que se uniera a sus filas.
"Después llegué a Huracán en 2010. Recuerdo que me incorporé para jugar en los superseniors, salimos campeones dos años seguidos. Me gustó el cuento y a la vez empecé a dirigir", donde se convirtió en el ayudante técnico de Patricio Montecino.
"Después tomé los seniors y ganamos la Copa Litoral el 2014", agregó sobre una carrera marcada por los éxitos.
Luego vendría una doble incursión en el primer equipo, pero optó por la familia y por destinarle más tiempo a sus hijos. "Antes trabaja los domingos y ahora me gusta descansar. Mis hijos me vienen a ver y almorzamos juntos, porque no tienen tiempo", explicó.
Igual va a la cancha a ver los compromisos, pero no con la responsabilidad de antes.
Peñailillo pidió un descanso, alejarse de la dirección técnica por un tiempo, pero apareció un desafío que lo marcó.
La selección
Preocupado de su familia y de sus responsabilidades laborales, Luis Peñailillo dejó la dirección técnica por un tiempo, pero como él dice "la sangre tira".
Le ofrecieron la selección superseniors de la Puerta del Pacífico, proceso que terminó con el título regional. "Después vino este desafío de la selección. No estaba dirigiendo, quería descansar. Varia gente me lo pidió hartas veces".
El grupo de trabajo que formó influyó en el término de su receso. "Creo que la tomé (la selección) por el staff técnico que tengo, el entusiasmo de Yordy Piña, de Miguel Gutiérrez, Jonatan Concha que le gusta mucho esto, ellos me ayudaron a dar el sí. Da gusto tener el respaldo del kinesiólogo Ricardo Hernández cuando se lesiona un jugador, esas cosas dan ganas de seguir adelante. Sin el apoyo de ellos difícilmente hubiese tomado la selección", argumentó.
En el inicio de este proceso el adiestrador nunca pensó que lo coronarían con un título.
"Siempre lo dije, esto era paso a paso, no queríamos hablar mucho, porque cuesta que un equipo tome la fisonomía de juego. En un comienzo tuvimos muchos detractores, porque nadie creía en lo queríamos hacer, todos pensaban que íbamos a llegar ahí nomás", recordó.
Sus jugadores como el DT lo afirmó durante el proceso "pasaron agosto" y en noviembre levantaron la copa, que los instaló en el Nacional de la categoría en Curacautín.