Rafael Vallvé
Edmundo Herrera Zúñiga, oriundo de Renaico, acaba de partir. Hombre prolifero en su escritura, perteneciente a la generación del '50, al que le tocó vivir momentos intensos de la vida de Chile; días convulsionados políticamente.
Quizás su momento más triste fue cuando en su calidad de presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) le tocó leer el discurso del funeral de Neruda, también conocido como el "funeral vigilado", en octubre de 1973.
Aquel momento fue clave, por cuanto fue la primera manifestación masiva en dictadura, a menos de dos semanas del golpe militar.
"Había que tener agallas para asistir a ese funeral, y temor a la vez, para leer el discurso en medio de metrallas", comentó en alguna oportunidad, Herrera.
Hombre nerudiano al cien por ciento, de preciosa y romántica pluma; profundo, analítico y observador. Amigo de sus amigos y amigas. Visitador incansable de Isla Negra, donde tenía su residencial favorita, amén de la casa de poetas y artistas amigos, quienes le brindaban constante refugios y regados ágapes.
Por más de diez años condujo durante los festivos largos y en temporada estival, los eventos poéticos y musicales que se desarrollaban en la Plaza de la Cultura Eladio Sobrino, de Isla Negra. En su "helicóptero rojo" -como él decía poéticamente- arribaba a la tierra de Neruda los sábado porque -y a decir de Herrera- "la poesía nunca muere".
El autor de Cantos de la Sombra, de Fuego y Destierros, quien obtuvo varios reconocimientos que le valieron destacados premios, como el de la Lírica Hispana de Caracas, Venezuela y el Premio Municipal Literario Gabriela Mistral, de la Municipalidad de Santiago, entre una decena de estos, murió "con las botas puestas".
Y en efecto, no hace más de tres meses que lanzó su último libro, el que lleva por título, Silabario de Pájaros. De igual manera, en octubre del año pasado, en el Centro Cultural Casa Quemada, de la capital, recibió un homenaje, y a la vez fue presentado un documental acerca de su trayectoria.
Edmundo Herrera pidió que sus cenizas fueras esparcidas en la poética Isla Negra. Seguramente serán lanzadas desde su "helicóptero rojo", cosa que -tal como él leyera en su discurso de despedida a Neruda: "... Se vayan cantando a los amaneceres, al vino, a las flores, a todas las bocas y a todos los amores".