Un Cristo bajo el agua
El Cristo Redentor de Río de Janeiro, el Cristo de la Concordia de Cochabamba y el Cristo Rey de Lisboa, entre otros, son algunas de las más imponentes representaciones de Jesús en el mundo. En nuestra región, hay una estatua que no sobresale en tamaño ni altura. De hecho, nadie la ve: está a 12 metros bajo el mar.
Mide 4 metros, está sumergido en las profundidades de la bahía de Quintero y en su interior posee una máquina del tiempo. Se trata del Cristo que yace a 12 metros bajo el mar, en la roca Prat. Es considerado una de las diez maravillas de la Región de Valparaíso y fue construido y gestionado por personas de la zona, quienes celebraron en su honor.
Un macizo Jesucristo construido con cemento y acero inoxidable reunió a miles de fieles para realizar una gran fiesta. Esta es la única convocatoria caporal en Chile que danza para Cristo y no para la Virgen. Durante la ceremonia, se lanzaron fuegos artificiales y se hundió un buzón de cemento que alberga las plegarias de los quinteranos y de las miles de personas que llegaron a la celebración.
La ceremonia del Cristo Sumergido lleva 15 años en curso y cada vez crece más en términos de producción. Alrededor de cuatro mil fieles de distintos lugares de Chile llegan a la procesión y más de treinta grupos de bailes religiosos danzan para rendirle homenaje. Instituciones y empresas de Quintero se suman y colaboran en esta celebración, la que se ha convertido en toda una tradición cultural de la región.
Al fondo del mar
Aunque este Jesucristo es motivo de una celebración religiosa popular, el origen de esta tradición tiene que ver con un propósito diferente. "Fue en 2004 cuando Raúl Veas Carrozo, un hombre de Quintero, buzo profesional y campeón nacional de pesca deportiva, fue a viajar para conocer otros continentes. Cuando llegó a Italia y a la bahía de San Fruttuoso, conoció el Cristo del Abismo, una gran figura del ente religioso que mide 2,5 metros de altura y que se encuentra sumergida a 17 metros de profundidad en la costa Liguria, en honor a un buzo que falleció mientras trabajaba junto a su colega", explica el historiador Roberto Monardes.
Raúl Veas volvió a Chile inspirado por semejante gesto de empatía hacia los profesionales de su rubro y propuso la ejecución de un proyecto similar para la costa de su tierra natal. A través del apoyo social, municipal y de algunos empresarios, logró finalmente replicarlo en Quintero.
Fue Mario Calderón, un joven escultor de Horcón, el designado para construirlo. Utilizó cemento y vigas de acero inoxidable para la realización de éste y tardó tres meses en formar el cuerpo de la escultura y un soporte con forma de ostión que lo sostuviera.
Además, consolidó la idea de Veas de incrustar una máquina del tiempo en su interior, un contenedor que fue colmado con diversos elementos que representan al siglo XXI, además de fotos, discos y otras cosas.
Así, el 31 de enero del 2004, día del buzo, el gran Cristo fue sumergido a 12 metros de profundidad y fue bendecido por la iglesia católica para proteger a todos los trabajadores del mar, pues ése era su propósito en esa zona marina.
Fervor religioso
"Al pasar los años, pescadores y buzos se percataron de la presencia de numerosas ánforas de personas fallecidas flotando y hundidas junto a la escultura, por lo que la estatua comenzó a tener una connotación mucho más religiosa", cuenta Monardes.
A causa de ello, en 2009 Veas se dirigió a la iglesia Santa Filomena y le expresó al párroco Jacobo Valencia su interés por entregarle el monumento a la institución, petición que el sacerdote aceptó con mucho entusiasmo.
Casualmente, ese mismo día, el padre Valencia recibió otra visita. Se trataba de Víctor Díaz, presidente de la asociación de bailes religiosos de Valparaíso Santos Reyes Magos, quien le contó que varios grupos caporales de la región planeaban hacer un encuentro en Quintero. El padre, animado con la noticia, sugirió hacer una fiesta con el motivo del Cristo Sumergido que se le había entregado en esa jornada.
Así comenzó la ceremonia que hoy ya es una tradición en Quintero. Ágape es la organización que se encarga de llevarla a cabo bajo la petición del padre Valencia y durante este tiempo, han aumentado y mejorado su producción al punto de que hoy cuentan con más de mil colaboradores.
Durante la misa en el muelle, las personas se acercan con sus plegarias y peticiones escritas en un papel, las que insertan dentro de un buzón. El último en hacerlo es el alcalde. Luego se procede a sellar la entrada, sin embargo, se mantiene abierta una pequeña apertura para que cuando los buzos dejen este objeto a los pies del Cristo, las aguas se encarguen de desintegrar los papeles y fundir las plegarias con el mar que lo rodea.