La fulminante historia de amor entre don "Goyo" y su esposa
Ella era garzona y él, encargado del restaurant donde ambos trabajaban. A poco de conocerse, decidieron casarse. Y por lo que dicen, no se equivocaron.
Contraer matrimonio puede ser una de las decisiones más importantes en la vida de cualquier persona. Y la historia de Gregorio Bustos (82) y su esposa Sara Armijo (87) no es la excepción.
Se conocieron en el desaparecido bar restaurant "Daiquiri" de Llolleo. Ella era garzona y él estaba a cargo del local. Al poco tiempo sus miradas se cruzaron más allá del vínculo laboral. A seis meses de comenzar su romance, bajando las escaleras del negocio donde trabajaban, ambos se hicieron una misma pregunta: ¿te casarías conmigo?
El "sí" afloró de inmediato y, sin darle más vueltas al asunto, caminaron hacia el Registro Civil. Ese mismo día contrajeron matrimonio.
Llevan 52 años casados, tienen cinco hijos en común, 27 nietos y 20 bisnietos. La señora Sara, que había enviudado muy joven, traía siete hijos de su primera relación.
"Todos me tratan como su papá. El hijo más grande de mi esposa tenía siete años cuando ella enviudó y el más pequeño era una guagua de dos meses", confiesa él en el living de su casa del cerro Placilla.
En su barrio a Gregorio nadie lo conoce por su nombre de pila, pese a que en 1962 llegó a vivir al sector junto a su señora y sus hijos. "Desde chico a mí me dijeron 'Goyo', entonces aquí todo el mundo me conoce por ese apodo. Nadie sabe cómo me llamo realmente", afirma.
Llegada a Placilla
Como no tenían algo propio, en un principio el matrimonio decidió arrendar una casa en Placilla.
"Cuando llegamos en 1962 arrendábamos una casita en calle Portales. Todo esto era una toma. Se presentó esta oportunidad y nos vinimos para acá porque nosotros no teníamos casa. Después compramos y ahí nos establecimos definitivamente", cuenta.
Después de casarse, don "Goyo" tuvo diversos trabajos. Fue inspector en la que antes se llamaba "Pullman Bus Litoral Central". En esa misma empresa uno de sus hermanos, que también cumplía roles como inspector, tuvo un trágico accidente de tránsito que le provocó la muerte. Además, durante tres años se desempeñó como pescador artesanal.
-¿Por qué dejó el trabajo de pescador?
-Yo tenía un cuñado que vivía en Santiago y me encontró un trabajo en construcción allá. La pesca se estaba poniendo mala acá, así que decidí irme.
-Y cuando volvió a San Antonio, ¿a qué se dedicó?
-En ese momento comencé a trabajar en construcción. Había aprendido harto en Santiago, así que hacía eso.
El almacén "antoni"
Gregorio hace tiempo que venía dándole vuelta a la idea de abandonar el pesado oficio de la construcción. Entonces le planteó a su señora Sara un interesante proyecto: abrir un almacén en su propia casa.
-¿Y qué le dijo su esposa?
-Ella me dijo que estábamos muy viejos, pero todos querían que dejara de trabajar en la construcción. Así que decidimos hacer un pequeño local y empecé a construirlo. La verdad es que lo he ido ampliando de a poco.
-¿Por qué el almacén se llama "Antoni"?
-Por una niña chiquitita que vivía por aquí, una vecina. Se llamaba Antonia y cuando yo estaba construyendo siempre pasaba y me preguntaba qué estaba haciendo. Yo le decía "voy a hacer un negocio". Ahí terminé poniéndole así.
-¿No ha pensado en dejar el almacén?
-No, todos mis vecinos me conocen y compran acá. Ellos cuentan con que yo abra todos los días y tampoco quiero dejarlo.
El almacén "Antoni" lleva casi nueve años funcionando, pero no siempre ha sido atendido por don "Goyo".
"Hace algunos años un hijo mío (Nazario, el mayor), que trabajaba en Ariztía, me dijo que él me arrendaba el local y lo atendía. Yo acepté porque estaba un poco cansado", comenta.
Sin embargo, su hija Carmen Gloria piensa que durante ese tiempo su padre decayó un poco.
"Como no tenía nada que hacer, como que anduvo decaído. El negocio lo mantiene activo. Hay que ayudarlo a veces, pero es por cosas de la edad. En general a él le gusta estar atendiendo a sus clientes", explica Carmen Gloria Bustos.
Hace casi tres años, a Gregorio Bustos le diagnosticaron parkinson, una enfermedad que genera un trastorno en el sistema nervioso central afectando el movimiento y ocasionando, comúnmente, temblores en quien lo padece. Por ello a veces requiere ayuda en su almacén.
"Cuando mi hermano atendía el negocio, pareciera que a mi papá le aumentó el parkinson. Pasado un tiempo a mi hermano le ofrecieron el negocio de la esquina y se independizó. Mi papá pensó harto en si reabría o no el local, pero la respuesta estaba clara", agrega Carmen Gloria.
El fútbol
Este octogenario residente de Placilla es conocido por muchos vecinos del sector. Esto se debe a que fue jugador y dirigente de algunos clubes deportivos. "Jugué fútbol harto tiempo en el Independiente y también fui presidente en dicho club".
-¿Jugó en otro equipo?
-Sí, lo que pasa es que veía que muchos jóvenes querían jugar y no tenían la oportunidad de hacerlo porque había mucha gente, Ahí dije "vamos a hacer otro club para que todos estos chiquillos puedan entrar". Así fundé Cerro Porteño.
-¿Fue jugador también en Cerro Porteño?
-Sí, pero casi nada, más que nada fui presidente. Ahí estuve casi ocho años.
Fuera de San Antonio
Gregorio Bustos no es oriundo de San Antonio, sino de Llallauquén, una localidad ubicada en la comuna de Las Cabras, en la Región de O'Higgins.
En 1949 su familia se trasladó a Melipilla, donde vivieron dos años. Luego, el destino los llevó hasta Santiago.
-¿Por qué tuvieron que dejar Melipilla?
-Mi papá se enfermó porque le detectaron un cáncer. Cuando él murió, al poco tiempo un tío nos pasó una casa en el sector de Los Geranios de Llolleo. Eso fue en el año 53.
Vida actual
Gregorio Bustos y su esposa viven hoy con el hijo menor del primer matrimonio de la señora Sara y con el hijo menor que tuvieron juntos.
"Como siempre me han dicho papá, siempre han sido mis hijos. Eran chicos cuando nosotros nos casamos. Ellos son mis hijos y sus hijos son mis nietos. No tengo cinco hijos al final, tengo 12", cuenta el dueño del almacén "Antoni".
-¿Aún no tiene tataranietos?
-No, aún no tenemos el placer de tener tataranietos, pero esperamos que antes de morir tengamos al menos uno.
Esta gran familia suele reunirse en diversas ocasiones, pese a que no todos viven en San Antonio.
Sus hijos viven en localidades como Buin, Curauma, Algarrobo y el cerro Bellavista. "No es porque yo lo diga, pero mis hijos son muy buenos", concluye don "Goyo".