Los avances de la democracia liberal en materias que hoy parecen elementales, como lo es la libertad de consciencia, de expresión y de culto, han sido fundamentales para que el ser humano pudiera y pueda seguir procurando su mayor realización personal posible. Pese a esto, las sociedades de tradición cristiana se enfrentan hoy a una tremenda paradoja, ya que aquello que parece aquejar más a los cristianos actualmente es el miedo a emitir opiniones fuertes y sin rodeos en un contexto social, cultural, intelectual, político, profesional o de cualquier otra naturaleza, caracterizados por el imperio de lo endeble, de lo acomodaticio y de lo boutique, camuflado bajo consignas de tolerancia, anuencia y respeto. Pero no es misterio que tras esas mismas consignas es donde más suelen esconderse pretensiones de arrinconar al que piensa distinto. El llamado que hago es a no dejar decaer las banderas fundamentales y representativas del cristianismo, esas mismas que en gran medida han forjado y complementado el carácter, las tradiciones y las bases constitutivas de occidente; que son la dignidad del ser humano, el orden moral objetivo, la institucionalidad, la familia, la libertad, entre otros cimientos más. No hay que tener miedo a ir contracorriente ni a ser derrotados cuando se levantan las propias banderas, porque, aun siendo vencidos, siempre habrá ocasión de llegar al triunfo con ellas.
Hernán Felipe Páez H.