Joven de 16 años es la savia nueva de los Madariaga
Emma, la menor del reconocido clan cultor del canto a lo poeta es exponente de esta tradición y también la única adolescente Tesoro Humano Vivo.
El sol de la tarde comienza a dar tregua en los últimos días de intenso calor en la zona central. Tras sortear los largos caminos que llevan hasta Chacarilllas, en el sector El Rosario de Cartagena, brillantes sonidos producto del arpegio de un guitarrón chileno, llaman a internarse en medio de un predio plagado de frondosos árboles frutales.
La curiosidad es ineludible y al avanzar algunos metros está el origen de la melodiosa música: sentada en una silla de mimbre Emma Madariaga, con solo 16 años, se desempeña a la par de su abuelo y su padre, los reconocidos Arnoldo Madariaga Encina y Arnoldo Madariaga López, respectivamente. Allí está la más joven exponente del clan familiar cartagenino de cantores a lo poeta; una disciplina que históricamente ha estado dominada por los hombres.
La adolescente, que además tiene el récord de ser la persona más joven en ser declarada Tesoro Humano Vivo en el país, se proyecta actualmente como la continuadora de la tradición que hace más de 70 años tiene su familia a nivel nacional. Ya sea en el sur o el norte, no hay cantor que no haya escuchado hablar o no conozca a los Madariaga.
La familia, lejos de ser machista como muchas veces se ha catalogado generalmente a los cultores del canto a lo poeta, ya sabe lo que es tener entre sus miembros a una firme voz femenina. Antes de Emma, también estuvo la abuela de ella, del mismo nombre (Emma López), y su tía Mercedes Madariaga, entre otras exponentes.
No obstante, como en decenas de otros ámbitos de la vida, es una verdad que la mayor parte de quienes cantan a lo poeta son hombres. Aquello eso sí, comenta el patriarca de la familia, Arnoldo Madariaga Encina, ocurrió por motivos muy diferentes a una oposición férrea de los antiguos cantores a que la mujer participara, sino que más bien a una consecuencia de la naturaleza.
En el pasado y, sobre todo en el campo, era más común que las familias fuesen numerosas. Junto a eso, la nula posibilidad de tener servicio doméstico, hacía que las mujeres se quedaran en el hogar de manera permanente para criar a los hijos.
"La naturaleza iba dando este tipo de cosas, porque en aquella época eran muy pocos los matrimonios que tenían 6, 7, 8 chiquillos... Yo conocí mamás que tenían 20 chiquillos. ¡Cómo iban a salir a cantar con tantos! Y, además, tenían que ir a caballo. Era la parte natural, no era un impedimento que les pusieran", comenta el abuelo de Emma, con una lucidez que llama la atención a sus 82 años.
Pero los tiempos han cambiado en todo ámbito y con perseverancia las mujeres han sabido insertarse paulatinamente en actividades que en el pasado fueron prohibitivas para ellas. Emma es ahora la más fiel exponente de esa apertura en esta tradición del campo chileno. Un cambio de mirada que, "ha sido totalmente positivo", dice el patriarca de la familia.
Con 6, frente a todos
La facilidad con que Emma entona versos y toca el guitarrón chileno asombra a su corta edad, por lo que no es exagerado pensar que aprendió a entonar versos a la par de que aprendió a hablar. De hecho, comenta la adolescente, "en primera instancia no tuve por dónde arrancarme (dice sonriendo), porque llegó naturalmente, fue un aprendizaje oral. Mi oído desde el aprender a hablar se acostumbró al canto a lo poeta, a la décima, al canto campesino, a la guitarra traspuesta. Cuando yo aprendí a hablar, por las noches cantaban y yo tarareaba melodías del canto a lo poeta, melodías antiguas..."
Gracias a ese contacto directo diario con el canto a lo poeta, no sorprendió que con solo 6 años la pequeña Emma se plantara con una personalidad desbordante ante decenas de personas para entonar su primer verso en público. Esa sería la primera vez de un vínculo que se mantiene hasta hoy y que cada día se hace más indestructible.
¿El lugar?: Litueche. ¿Contexto?: el taller de canto a lo poeta que su abuelo y su padre desarrollaban en una escuela de la comuna. Allí, frente a otros niños, padres y profesores, la cartagenina se levantó de su silla con ímpetu y lanzó unos versos alentada por su progenitor y su "tata".
Que una niña tan pequeña tuviese tal determinación llamó la atención de todos, al punto de que los aplausos fueron inmediatos. Ese día, recuerda Emma, "estábamos ubicados en rueda y mi papá me dijo ¿por qué no?, ¿anda? Ahí canté de pie (...) En ese momento yo vi que la gente me aplaudió. Me gustó que la gente me aplaudiera".
Y, como la buena memoria es un don de familia, la menor de los cantores Madariaga recuerda con lujo de detalles la décima de presentación que pronunció ese día. Sentada frente a su padre y su abuelo, de manera espontánea, brotan de sus labios aquellas palabras con las que sorprendió hace ya una década y con que debutó en estas lides:"Por diferentes lugares le canto a mi Dios que manda. Me llamo Emma Fernanda Madariaga Valladares, entonando mis cantares, como el sol que me ilumina, en tierras cartageninas. Yo canto en todo momento, con orgullo represento a la rama femenina".
El canto a lo poeta engloba el canto a lo divino, a lo humano y también la improvisación (paya). Siendo aún muy joven, Emma se desenvuelve con soltura en cada uno estos ámbitos, pero, sin duda, el canto a lo divino tiene un lugar muy especial en su corazón, ya que fue el primero que descubrió.
Cuando cursaba sus primeros años de enseñanza básica, la niña ya acompañaba a los cantores de su familia en distintas actividades.
El canto a lo divino, confiesa, "siempre ha estado, fue a lo primero a lo que yo salí, a las vigilias de Canto a lo Divino. Después ellos salían a encuentros de payadores y yo también iba a cantar décimas hechas. Cuando iban a los encuentros y a mí no me llevaban, yo me quedaba llorando en la casa. A mí me gustaba escuchar. Quería andar metida en el escenario".
Aprender y enseñar
Emma sostiene con cariño entre sus brazos su guitarrón chileno y, como por instinto, sus dedos se deslizan para tocarlo. El canto a lo poeta es inherente a ella y, espera, siga estando junto a ella hasta el último de sus días. Claro está, así larga vida le queda a la tradición en este rincón de Cartagena.
Sin embargo, Madariagas no hay en todos lados, así que impulsada por la labor que su padre y su abuelo comenzaron a ejecutar en el 2000, Emma también se sumó al afán familiar por buscar y formar nuevos exponentes del canto a lo poeta. Todo con la idea de que esta tradición no desaparezca junto con los mayores.
Este año Arnoldo Madariaga López ya se adjudicó un proyecto que será financiado por el Fondart para continuar realizando talleres en colegios del país. Esta vez será en la provincia de San Antonio, específicamente en Santo Domingo, San Antonio, Cartagena, El Quisco y Algarrobo.
En cada una de estas comunas, la adolescente será pieza importante en la labor de enseñar a los más pequeños. Tiene clara la responsabilidad que pone sobre sus hombros, pero no la asusta, al contrario, la alienta a aprender con más fuerza. En dos años espera entrar a la universidad y estudiar Educación Musical para después dedicarse de lleno a la docencia y la investigación.
Con Emma, el canto a lo poeta puede seguir tranquilo.
Mirian Mondaca Herrera