Sanantonina cumplió su sueño a los 77 años: dio el "sí" en el altar
Benedicta Jiménez tuvo que enfrentar los prejuicios y gastar todo un sueldo de su marido para organizar la boda. Pero todo valió la pena. "Nunca había sentido una emoción tan grande", confiesa.
Hace 17 años Benedicta Concepción Jiménez Álvarez solía visitar con frecuencia el restaurant Hamburgo de Barrancas, donde todos los fines de semana los asistentes podían disfrutar de los clásicos del tango.
"Yo nunca he sabido bailar tango, pero me gustaba ir a ver cómo bailaban las otras personas", asegura ella.
En eso estaba, sentada en una de las sillas, cuando a su lado apareció un desconocido que la sacó a bailar. Era Luis Alberto Urtubia Silva, un camionero oriundo de Valdivia, 12 años menor que ella.
"Yo le dije que no sabía bailar tango. Al final nos quedamos conversando y después me fue a dejar a la casa", recuerda sobre aquel primer acercamiento.
Así comenzó un fulminante romance. Al poco tiempo se fueron a vivir juntos y siete años después se casaron por el Civil. "Yo tuve una relación anterior con un pescador, de la cual nacieron cuatro hijos. Uno murió y las otras tres hijas viven en Noruega. Siempre conviví y pasé muchas amarguras porque éramos bien pobres".
Al altar
Benedicta cuenta que con Luis Urtubia siempre se han llevado bien, que es un hombre respetuoso, honesto y trabajador. En resumen, se declara una enamorada. "Él siempre anda bien vestido y perfumado, así que tengo que cuidarlo harto", dice con gracia.
A fines del año pasado él la sorprendió con una solicitud que la dejó con la boca abierta y más enamorada que nunca: "Chinita, ¿te quieres casar conmigo por la iglesia?".
Ella quedó atónita. A lo único que atinó fue a decirle que un evento de ese tipo costaba muy caro. Él le respondió que no se preocupara, que estaba incluso dispuesto a gastarse un sueldo y más en el matrimonio y en la fiesta de celebración.
Durante la organización se la boda, Benedicta, hoy de 77 años, tuvo que enfrentar los prejuicios de algunas personas que le deslizaron que cómo pensaba en casarse a estas alturas de la vida.
Pero también tuvo apoyo. Una de sus tres hijas, Alejandra Ubilla, viajó desde Europa para acompañarla en este importante acontecimiento.
La ceremonia y la posterior fiesta se programaron para el 16 de febrero pasado. Ella llegó a la Parroquia de San Antonio con un radiante vestido color palo rosa y él con un terno impecable. Ahí, en el altar y ante Dios, ambos se miraron a los ojos y se juraron amor eterno una vez más.
-¿Qué significó para usted casarse por la iglesia a los 77 años?
-Fue maravilloso. Nunca había sentido una emoción tan grande en toda mi vida. El sueño de toda mujer es casarse por la iglesia algún día y yo lo cumplí gracias a mi "Chinito".
Fiesta íntima
La familia de Benedicta es bien reducida, ya que sus padres y sus cinco hermanos murieron. Por lo mismo, solo su círculo más íntimo asistió a la parroquia y a la fiesta en el Club House de Barrancas.
"Fueron más o menos unos 20 invitados pero lo pasamos muy bien. Me puso muy contenta estar con mi hija Alejandra, porque yo personalmente le pedí que fuera mi madrina en esta ocasión tan especial", confidencia la recién casada.
Pero el que mejor lo pasó, según cuenta Benedicta, fue su marido, quien por su trabajo de camionero durante la semana recorre gran parte del país a bordo de su vehículo y el fin de semana llega a descansar y a disfrutar de los afectos a la casa que comparten en calle San Antonio de Las Bodegas, en el cerro Bellavista.
"Estuvo todo precioso, porque a mi 'Chinito' le prestaron un auto para llegar a la iglesia. Él lo enchuló y sus compañeros de trabajo le pusieron tarros de leche Nido para que metiera harto boche", dice Benedicta, agregando que su marido no paró de bailar hasta que apagaron la música, cerca de las dos y media de la madrugada.
-¿Y qué le dijo él en la noche de bodas?
-Me repetía que estaba muy, pero muy feliz.