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El sanantonino que convirtió a la danza en el motor de su vida

El joven bailarín Ricardo Jaramillo inició su carrera a los 17 años, cuando un amigo lo invitó a participar en una competencia estudiantil en San Antonio. Hoy aspira a instalar su propia academia de baile.
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Paula López Sepúlveda

El sanantonino Ricardo Jaramillo Jaramillo (29 años), "Richy" para los amigos, ha debido darse "la vuelta larga" para poder restablecerse, laboralmente hablando, en su querida comuna. Tuvo que estudiar su pasión, la danza, en Santiago, tiempo en el cual se vio obligado a viajar todos los días desde San Antonio, porque ni él ni su familia tenían los recursos para financiar su estadía en la capital. Sin embargo, sus ansias por estudiar la disciplina que tanto le fascina fueron más grandes, por lo que sacó adelante sus estudios como bailarín y logró terminar.

Asimismo, Ricardo debió lidiar con los prejuicios que existían respecto a este oficio. Sin embargo, su personalidad le permitió enfrentarlos con éxito, pues poco y nada le importa lo que piensen los demás. Pero el gran aliciente fue el apoyo incondicional de su familia, compuesta por su padre, su madre, sus dos hermanas mayores y, hoy en día, de su pareja, con quien tiene una hija de cuatro meses.

"Comencé en Santiago, donde estuve un año; volví a San Antonio y después me fui a Arica, donde estuve otro año. También estuve haciendo clases (de zumba) en Viña del Mar, y en los últimos cinco años he trabajado full en la comuna de Litueche, en la Sexta Región. Ahí es donde hago todas mis actividades de forma más permanente. Tres a cuatro veces a la semana trabajo en jardines infantiles haciendo recreo entretenido a los niños", cuenta Richy, quien, también, enseña a estudiantes de educación básica, a través de talleres de danza, y a alumnos de enseñanza media, bajo esta misma modalidad.

Su llegada a Litueche, hasta donde viaja todos los días, se dio cuando, recién llegado de Arica, lo contactaron de la Municipalidad de Navidad, para que realizara un evento recreativo-deportivo en Matanzas. Desde entonces, trabaja todos los veranos en dicho balneario de la Región de O'Higgins.

Baile en el campo

El joven bailarín, también, ha tenido la oportunidad de dictar clases de zumba en sectores rurales, lo que lo llena de satisfacción. En la misma comuna de Litueche se ubica Pulín, distante unos 100 kilómetros de San Antonio, según contó. "La experiencia de trabajar en zonas rurales también es maravillosa, ha sido totalmente diferente a laborar en la zona urbana. El recibimiento de la gente y el trato de las personas es muy distinto", confidencia.

Hoy en día dice que quiere compartir todo lo aprendido con los sanantoninos. Sus clases semanales en el gimnasio del Grupo Escolar (martes y jueves) son, apenas, el comienzo. Además, el viernes pasado tuvo la oportunidad de dirigir una clase masiva de zumba en el mirador de 21 de Mayo, en el marco del Día del Deporte, organizado por el municipio y como una manera de recuperar espacios públicos que se han mal utilizado en el último tiempo.

"Me gusta mucho compartir lo que yo hago y tratar de enseñarlo con diferentes colegas", indica Ricardo. "La idea es que a todos nos vaya bien, porque hay espacios para todos. A veces existe mucha rivalidad, porque trabajamos mucho con el ego. Todos los días se lucha contra eso. Pero se puede, si no, perdemos el foco. Se puede trabajar y compartir con otros compañeros. Mis mejores amigos los hice en la danza, con los cuales trabajo, y me alegra que les vaya bien", afirma.

Dentro de sus planes inmediatos está el evento a beneficio que realizará para financiar el tratamiento contra el cáncer que padece su madre hace tres años. Éste se llevará a cabo en mayo próximo. Pero proyecto a largo plazo es instalar su propio estudio de fitness y academia de baile en San Antonio. "Es el sueño de todo bailarín y hoy están las posibilidades de hacerlo", reflexiona.

Del fútbol a la danza

Su acercamiento a la danza comenzó a los 17 años, cuando un amigo lo invitó a ser su partner en una competencia estudiantil, denominada "Fama Extrema", representando al Instituto Comercial. "Ese fue mi primer escenario (…). Me fue bien y me invitaron a participar en la siguiente temporada como solista. Entonces, empecé a tomar clases de danza y comencé a conocerla, desde el punto de vista técnico. Me gustó y dije: 'Esto es lo mío. De aquí yo no paro'. Soy capaz de desconectarme ciento por ciento de todo lo demás y conectarme con el cuerpo, con los sentimientos, con lo que se puede expresar a través de la danza", asegura.

-¿Cómo ha sido el desarrollo de tu carrera como bailarín?

-Partió el 2009, en la Academia de Hugo Urrutia, en Santiago, donde estuve cuatro años, aproximadamente. Ahí aprendí danzas de distintos estilos (clásica, jazz, afro, folclor). Luego llegó la zumba a Chile y se abrió un nuevo campo laboral para los bailarines con las clases a la comunidad, ya no tan encerrado en el círculo de la danza.

-¿Cómo se fueron dando las oportunidades de realizar eventos y clases?

-Me fueron llamando. Para mí, el 'boca a boca' fue súper fundamental en el tema de mi carrera, porque si bien nunca me enfoqué en hacer publicidad a través del diario, (por ejemplo), sólo a través de mis redes sociales, me fueron contactando y se fue corriendo la voz sobre mi trabajo. Así la gente me fue conociendo.

-¿Cómo ha sido la experiencia en todos estos años de baile?

-¡Ufff!, ha sido una experiencia maravillosa. Lo que pasa es que a través de la danza he ido conociendo diferentes tipos de culturas y he podido viajar por todo Chile.

-¿Se puede vivir de esto en San Antonio?

-Se puede vivir de esto (…). Siempre quise vivir de la danza, pero antiguamente había mucho prejuicio sobre el bailarín, a quien siempre se le catalogaba de 'maricón' o gay. Nosotros, como jóvenes, también teníamos estos prejuicios y autocuestionamientos, que nos hacían decir: 'Qué van a pensar'. (En ese entonces) yo jugaba mucho a la pelota, mi mundo era el fútbol y de un día para otro empecé con la danza.

-¿Qué pasó cuando les informaste a tus padres que te dedicarías a la danza?

-Al principio, lo vieron como un tema pasajero, porque siempre he sido muy activo.

-¿Qué es para ti la danza?

-Una vía de escape, de distracción, de desconexión. Me siento tranquilo al momento de bailar, porque me puedo desconectar de la realidad, de lo que es hoy en día la sociedad. Me crié en talleres recreativos, en donde monitores de otros lugares venían a hacerlos. Fui criado en una población, la 30 de Marzo, en donde, en ese tiempo, era bastante complicado vivir por la delincuencia y la drogadicción. Nací en ese ámbito recreativo y cultural. Entonces, siempre quise replicarlo al interior de la comuna. Al momento de comenzar a bailar, sentí que a través de eso podía compartir y, quizás, sumar de alguna u otra forma, a las siguientes generaciones. Siempre mi idea fue volver a San Antonio. Me fui a tomar clases a Santiago, donde fue difícil en un comienzo, porque no tenía donde vivir y tenía que viajar todos los días. Me iba a las cuatro (de la tarde) de San Antonio y volvía a la una de la mañana (de Santiago) por una sola clase, cuando, en ese tiempo, la danza no era tan masiva como hoy en día, donde hay diferentes lugares para estudiar. Después le conté a mi familia que, muchas veces, por querer tomar clases, dormía en las plazas en la noche, haciendo la hora, y al otro día me iba temprano a la academia, porque no tenía bus para viajar o un lugar donde quedarme. No tenía recursos (tampoco) para financiar la carrera (…). Por eso traté, siempre, de conseguir becas (de estudio). Y me fue bien.

-¿La carrera de bailarín hasta qué edad llega?

-Depende de si nos cuidamos o no nos cuidamos. Va de la mano de cómo tratamos nuestro cuerpo.

-¿Pero te ves danzando a los 60 años?

-No bailando, pero sí dirigiendo.

"Me siento tranquilo al momento de bailar, porque me puedo desconectar de la realidad", dice "richy" Jaramillo.
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