El "Caballero" de las lesiones que se inspira en el Litoral de los Poetas
El traumatólogo Enrique Jenkin, a sus 88 años, se niega a dejar de atender a sus pacientes. Fue uno de los doctores del expresidente Salvador Allende. Sufrió las torturas del régimen militar y hoy combina la medicina con la literatura.
En 1970, y antes que terminara su mandato, el expresidente de Chile Eduardo Frei Montalva ordenó, a través de un Decreto Supremo, al médico Enrique Jenkin Peralta dirigirse hasta el Callejón de Huaylas, una localidad al norte de Perú, para prestar ayuda humanitaria a los habitantes de este sector debido al fuerte terremoto que azotó a este vecino país.
La contribución que hizo este médico de la Universidad de Chile, al mando del Hospital Militar, le valió ser condecorado como Caballero de la Cruz Peruana al Mérito Militar por el comandante en jefe del vecino país.
"Fue un terremoto devastador que causó mucho daño a las personas que vivían en este lugar al norte de Perú. Yo iba como encargado del Hospital Militar que se montó allá. Al culminar nuestro trabajo me condecoraron con esta distinción", dice contando entre risas. Es que para él un título nobiliario parecía algo casi impensado.
De esa historia ya han pasado casi 50 años, y por estos días el traumatólogo Enrique Jenkin, de 88 primaveras, sigue con su labor de sanar a los enfermos o lesionados. Esta vez en el box 9 de la clínica Intermedical, en San Antonio.
"Me vine hace 20 años a San Antonio y de acá no me he movido. El aire, estar al lado del mar, es algo impagable", asegura este doctor.
A los pocos años de ser condecorado con el título de Caballero, el destino le tendría preparada otra sorpresa. Claro que esta vez sería una experiencia desagradable, detestable e imborrable.
"Me tomaron detenido en el 73", adelanta.
En la moneda
La medicina para Enrique Jenkin se convirtió en su pasión y por lo mismo asegura que "no me puedo retirar de esto porque me gusta. Además, qué haría en mi casa", pregunta retóricamente.
En la clínica de calle Luis Reuss, funcionarios que lo conocen dicen que es una persona excelente, culta, inteligente y con un corazón bondadoso. Tanto así que incluso atiende de manera gratuita a los pacientes que no tienen cómo costear una atención con esta eminencia de la medicina.
"Es mi labor como profesional ayudar al que está enfermo, no importando si hay o no dinero de por medio", dice antes de atender a uno de sus pacientes.
Jenkin nació en Copiapó y confiesa que desde joven se sintió identificado con la izquierda.
"Era un cabro por esos años y siempre me sentí identificado con la izquierda. Siempre zurdo", comenta.
-¿Y hoy sigue identificado con la izquierda?
-Sabe que... mejor ni hablar de estos temas hoy en día. La política se ha vuelto sucia, muy diferente a lo que era en otros años.
Precisamente en la década de los '70, cuando Chile estaba polarizado entre los de derecha e izquierda, este médico traumatólogo vivió una de las experiencias más importantes en su carrera profesional y también como ciudadano de izquierda.
El 16 de marzo de 1973 Jenkin fue contactado por un amigo cercano al expresidente Salvador Allende.
"Me dijeron que se encontraba con dolores en una de sus rodillas. Habían ido otros doctores y Salvador Allende no había quedado muy contento con la atención, sobre todo porque seguía con los dolores", recuerda
Es así como al día siguiente llegó hasta el Palacio de La Moneda para atender a Allende en una de las habitaciones que tenía el exmandatario para descansar.
"Le puse unas inyecciones en la rodilla. Funcionó y se le quitó el dolor. Después me llamaron en otras oportunidades por lo mismo. Era una persona muy rápida para contestar, había que estar siempre atento a su pimponeo", añade.
Jenkin además de ser médico, en el último tiempo se ha dedicado a escribir libros. Uno de sus dos obras es "Exijo otra explicación". En este escrito aborda pasajes de su vida y su relación con la dictadura.
En uno de sus capítulos cuenta cómo fue el encuentro con el "doctor" como le decía el círculo íntimo a Salvador Allende.
En uno de sus diálogos relata cuando se encontró por primera vez para atenderlo en La Moneda.
Jenki: "Por favor, doctor, sáquese el pantalón del pijama".
Allende: "No es necesario, examine así nomás".
"Cuando me contactó mi amigo para que viera al presidente, me dijo que no podía dejarme llevar por él, debía tener personalidad para atenderlo, por eso le insistí en que se sacara los pantalones para que yo lo viera", recuerda en el box 9 de la clínica. La respuesta de Allende le sacó carcajadas.
Allende: "Bueno ya, haga lo que usted quiera y si desea vérmelas, véamelas.
Jenkin: "Doctor, yo no soy urólogo, soy traumatólogo".
"Nos pusimos a reír y recuerdo que le apliqué algunas inyecciones para calmar su dolor a la rodilla. Luego me volvió a llamar para lo mismo. Tenía unos problemas en los meniscos", describe.
La vida de Jenkin parecía tranquila hasta que llegó el mes de septiembre y fue detenido por agentes del Estado.
"Estuve detenido en el Estadio Nacional tirado en el suelo. Luego me trasladaron al campo de prisioneros de Chacabuco y me torturaron en la Fuerza Aérea. Logré salir de ahí y con mi familia nos fuimos al exilio. Fue difícil dejar todo", rememora.
En el extranjero estuvo ocho años. Con su esposa alemana, Ingrid Weinrich, se refugiaron en el país natal de ella.
"Estuvimos en dos ciudades cuyos nombres son casi imposible de pronunciar. Mis hijos estaban en el colegio y yo comencé a ejercer mi profesión. En 1986 y con mucho miedo decidimos regresar, porque la situación parecía más calmada", destaca.
El arte y la comida
Ya en Chile y una vez terminada la represión del Gobierno Militar, Enrique Jenkin se dedicó de lleno a su trabajo médico, como siempre lo había hecho, en distintos centros de salud de Santiago.
Pasaron los años y la salud comenzó a pasarle la cuenta. Por esa razón decidió dejar Santiago para tomar nuevos aires en el Litoral de los Poetas.
"Escapé de Santiasco. No da más esa ciudad y acá me siento muy bien. No me mueve nadie de aquí", sentencia.
Acá comenzó a escribir libros, como el ya mencionado y Salpicón, un texto de poesía, medicina y mucho más. También empezó a pintar, y su esposa se instaló con un restaurant, "El rincón del poeta", ubicado a un costado de la casa-museo de Pablo Neruda en Isla Negra.
"Si hay algo que no puedo transar es el almuerzo a las 13.30 con mi mujer. Dejo la consulta y me voy a comer con ella, después quedo libre para pintar, escribir o seguir atendiendo pacientes. A mis 88 años tengo que seguir haciendo cosas, de eso se trata esta vida", aseguró el "Caballero" Jenkin.
"Hay que hacer ejercicios"
El médico traumatólogo Enrique Jenkin llegó a la provincia de San Antonio hace 20 años. Hoy tienen 88 primaveras y cuenta que para llevar una buena vida en la tercera edad no hay que dejar de hacer ejercicio. "Siempre me gustó el deporte y alimentarme bien. Creo que ahí está la clave para mantenerse bien cuando uno tiene una avanzada edad", aconseja este especialista, que además ha incursionado en el ámbito de la literatura y la pintura. "Me aburro si no hago cosas, prefiero seguir en lo mío para seguir aportando", agrega.
Enrique Jenkin.
"Cuando me contactó mi amigo para que viera al presidente, me dijo que no me podía dejar llevar por él, debía tener personalidad para atenderlo",
"Escapé de Santiasco. No da más esa ciudad y acá me siento muy bien",
Enrique Jenkin.