El Edén de las aves en la zona central
A 129 kilómetros de Valparaíso, en Santo Domingo, los plumíferos tienen una tentadora parada para sus viajes por los cielos del país. Allí viven desde jotes a flamencos.
Una sutil brisa mueve las ramas de unos junquillos humedecidos por las aguas del humedal El Yali , en Santo Domingo, provincia de San Antonio. Pero ¡atención! Hay algo más... En medio de la vegetación asoma un bulto negro, con aspecto plumífero, que se balancea de un lado a otro. Algunos segundos después, el misterio queda resuelto: un asustadizo pilpilén (Haematopus palliatus) se escabulle rápidamente y emprende su vuelo para posarse unos metros más adelante. Se resiste a partir y se comprende totalmente.
Los paisajes que regala al visitante la Reserva Nacional El Yali hablan por sí solos: las límpidas aguas y un extenso terreno de 520 hectáreas, repletas de vegetación, seducen a las cerca de 150 especies distintas de aves que tienen al lugar como parada imperdible en medio de sus viajes por todo el país, y desde y hacia otras latitudes.
En el último censo hecho en esta unidad, dependiente de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), se registró la presencia de 1.621 aves acuáticas y ribereñas. De ellas, la gaviota de Franklin (351) y las dominicanas (152), los patos yecos (99), los jotes cabeza negra (96), los cisnes coscoroba (94) y las taguas de frente roja (64) son las especies con mayor cantidad de ejemplares.
Invitados sorpresa
Mientras recorremos gustosos los senderos de la reserva, la pasividad del lugar, el aire puro y el canto de las aves confluyen para que el tiempo pareciese detenerse por algunos instantes. En el olvido quedan los agobiantes cláxones y los exaltados conductores de la ciudad. Es inevitable pensar en lo afortunado que son quienes pueden experimentar esto cada día, y justamente frente a nuestros ojos, aparece uno de aquellos privilegiados: Cristian Villalobos, guardaparque del lugar, quien se ha convertido en un cautivo observador de los plumíferos que frecuentan el espacio.
Como parte de su envidiable trabajo, recorre los rincones de la reserva El Yali, circundados por las lagunas Albufera, Colejuda y Matanzas.En la primera, Cristian tuvo un encuentro muy particular hace algunas semanas: allí, frente a sus ojos, tres flamencos chilenos se posaron frente al espejo de agua.
Lo particular no es que hayan llegado, porque cada temporada ocurre, sino que esta vez su arribo se adelantó en dos meses.
Aún no se tiene muy claro el motivo de este particular fenómeno, pero se cree que, en este caso, la influencia del temido cambio climático tiene la principal cuota de responsabilidad.
Estas circunstancias, reflexiona el guardaparque, hacen que haya "cuerpos de agua que se han estado secando en todo el país, entonces el flamenco en este trayecto busca los mejores lugares para alimentarse y tener un buen descanso".
La apreciación del joven guardaparque, nacido y criado en esta zona, es ratificada por el administrador del entorno protegido, Eduardo Riquelme.
Según explica, "profesores de la Universidad de Chile nos indicaron que esto se debe, básicamente, al cambio climático. Las migraciones de las aves han ido cambiando producto de este fenómeno. El hábitat natural de los flamencos son las lagunas del altiplano chileno".
Estos primeros tres invitados sorpresa seguramente serán solo el aviso de la bandada de los ejemplares plumíferos. Los antecedentes de las recientes temporadas son prometedoras, indica el jefe regional del Departamento de Áreas Silvestres Protegidas de Conaf, Marcelo Pérez, ya que "en promedio, en los últimos cinco años, 120 flamencos chilenos llegan a la Reserva Nacional El Yali, principalmente en otoño e invierno".
La reserva santodomingana ha llegado a ser considerada una de las más importantes de la zona central en cuanto a la presencia de aves. De hecho, la llegada del flamenco chileno es una prueba de aquello. Esto porque, indica la jefa de la sección de Conservación de la Diversidad Biológica de Conaf Valparaíso, Javiera Meza, esta especie visita "muy pocas áreas de la zona central de Chile, y uno de estos lugares es el humedal El Yali. Generalmente llega entre los meses de mayo y julio, y permanece hasta octubre, época en que comienza a retirarse".
Fantasma de la sequía
Desde mayo de 1996, la Reserva Nacional El Yali abre sus puertas a los visitantes locales, chilenos y extranjeros que deciden dejarse encantar por este hábitat que cautiva a las aves gracias al humedal que lo alberga. Dos décadas después, Cristian Villalobos llegó a ejercer como guardaparque en el lugar, en gran medida por el interés hacia las aves que se despertó en él cuando, siendo apenas un niño, ya recorría con sus amigos las mismas tierras protegidas que hoy custodia.
Desde el final del siglo pasado hasta ahora, las circunstancias han cambiado. El imponente humedal El Yali tampoco ha podido escapar al problema de la falta de agua; un fantasma que, a cada momento, acecha a todo el orbe.
Cristian se detiene unos instantes en el mirador principal de laguna Albufera y mira al horizonte con algo de desazón. Frente a nosotros tenemos este cuerpo de agua, un tanto aminorado por la sequía, pero que aún se mantiene imperturbable. Sin embargo, sus "hermanas" lagunas Colejuda y Matanzas (ubicadas en el otro extremo de la reserva), no han corrido la misma suerte.
Este joven guardaparque vive y respira naturaleza, por lo que no se imagina sus diario vivir lejos de El Yali. Allí, con sus pies en medio de la arenilla y con su voz notoriamente afectada por las circunstancias medioambientales que actualmente tienen en vilo al mundo, revela que las otras dos lagunas hoy están secas. "A fines de año, en diciembre, cuando comienza el verano se empiezan a secar (...) Estas se han mantenido secas y juntan solo aguas lluvia", comenta Cristian. Ahora solamente resta esperar las ansiadas precipitaciones, que podrían devolver algo de su glorioso pasado a estos dos sectores de este Sitio Prioritario de Conservación de la Biodiversidad.
El temor a que la falta de agua tuvo su confirmación tangible el 2012 con un estudio encargado por la Corporación Nacional Forestal a la Universidad de Playa Ancha, a cargo del investigador Manuel Contreras. En este se determinó que la pérdida del volumen acuífero de la laguna Matanzas se debe a la escasez de precipitaciones y la evapotranspiración, pero fundamentalmente a la extracción desmedida del recurso hídrico en el estero Las Rosas.
Aún con antecedentes de presunta extracción ilegal de aguas, el equipo de trabajo de El Yali continúa adelante con sus esfuerzos por conservar este verdadero Edén de la fauna silvestre, donde los mamíferos como zorros y gatos colo colo se resignan al dominio de las aves. Todavía queda mucho por hacer, por lo que no hay tiempo que perder. Si bien la tarea es dura, Cristian termina con entusiasmo el recorrido junto a nosotros. En un par de horas encabezará una fiscalización por el borde costero para evitar que inescrupulosos destruyan los huevos que las aves entierran en la arena. Ellas no pueden esperar.