Los negros
Cuento de Raúl Bazán
Por los caminos me cruzo con sombras negras. Si no se movieran no existirían. Normalmente andan en grupo. Van a tomar la locomoción que los lleva a San Antonio, después de un arduo día de trabajo en los campos. Me gusta observarlos: por su actitud desafiante, por su estatura, por su aplomo. Pero principalmente en movimiento, por su cadencia, que me hace oír el ritmo de tambores. Habitualmente los saludo - bon jour, ¿comment sava? - risueños me responden - tre bien merci et vous? - al tiempo que me hacen un gesto con ambas manos con el pulgar hacia arriba, diciendo ok!, con una risa alegre y mostrando sus dientes blancos. Su voz también es interesante, de bonito colorido y hablan fuerte sin temor.
Desde África fueron traídos sus ancestros, a trabajar como esclavos en las colonias de América. Han transcurridos cientos de años desde aquella época y, sin embargo, por los trabajos que realizan y por sus vestimentas se puede deducir que su situación no ha cambiado mucho.
Esta situación los va acompañar durante mucho tiempo más. Como si el ser negro debiera ser castigado. Es que en nuestra cultura está muy arraigada la idea que lo blanco es bueno, es puro, es inmaculado. A la inversa lo negro es la oscuridad, las penumbras, lo tétrico. Pero, a pesar de este estigma mantienen una forma de ser de quién no se siente inferior y, al contrario miran de frente con dignidad.
Hace muchos años los había observado en Brasil, en Río de Janeiro. Corría el año 1954. Me contaron que en 1888 se había terminado de abolir la esclavitud. O sea, recién 66 años atrás. Pensar que muchos de ellos, con quienes me cruzaba en la calle, podrían haber sido esclavos. Y también, igual que estos haitianos que me cruzo ahora, su situación no cambió mayormente por dejar de ser esclavos.
Pero hay algo que tienen y no han perdido, y tal vez eso los mantiene dignos, dignos de admiración, la música.
Un día, allá por 1959, en vísperas del carnaval, la favela vio alterada la rutina de su vida cuando el famoso director de cine francés Marcel Camus apareció con su equipo. El estaba realizando la película Orfeo Negro cuyo tema está inspirado en la leyenda de la mitología griega de Orfeo y Eurídice y esa historia la estaba filmando, ambientándola en Río de Janeiro en plena época de carnaval.
Hay una escena que muestra a unos niños muy intrigados pues no creen que Orfeo pueda hacer nacer el sol y él les dice que sí. Entonces canta "Manha de Carnaval", famosa canción, que sería un éxito internacional. Pero la canción más famosa de la película fue A Felicidade cuya música la compuso el famoso Tom Jobin. Hay una frase que explica la resistencia de la gente de raza negra, que dice " La felicidad del pobre parece la gran ilusión del carnaval, la gente trabaja el año entero por un momento de sueño para hacerse una fantasía de rey o de pirata o de jardinera y todo terminar el miércoles (de ceniza).
Y así, durante varias semanas previas al carnaval, en las favelas se preparan las escuelas de samba. Por un lado está la batería compuesta por: varios zurdos, que son los tambores grandes que dan un sonido grave y va marcando el tiempo de la música, muchas caixas, que son los tambores menores que llevan, por así decirlo, la musicalidad de la batería al igual que otra serie de instrumentos que de solo nombrarlos suenan a música como son: los pandeiros, las cuicas, los agogo, etc. Por otro lado están los bailarines. Al frente de la escuela de samba va la porta-estandarte normalmente la más bonita y agraciada, vestida de María Antonieta. La siguen las famosas mulatas, verdaderas diosas de ébano, que con sus movimientos de cadera son capaces de derretir un témpano, resucitar un muerto, abrir las puertas del cielo. A continuación viene el resto de la comparsa. Los disfraces elegidos, curiosamente, tienen que ver con reyes y príncipes. Así, por una semana, ellos son los reyes de la ciudad y viven una felicidad plena con una alegría desbordante capaz de contagiarla al más abúlico.
Se puede decir, con toda propiedad, que por una semana lo negro es bueno, es puro, es inmaculado.

