El tesoro oculto en Puangue
La vieja estación de trenes del sector, inaugurada en 1908, sigue casi intacta hasta la actualidad.
"¿Podremos ver un tren, uno de esos que hace chuu, chuu?", preguntó el pequeño Santiago antes de arribar a la vieja estación ferroviaria de Puangue, en la comuna de Melipilla.
En septiembre cumplirá nueve años y nunca ha visto la famosa estación. Los vecinos del lugar la nombran como un punto de referencia, pero muchos de ellos desconocen su existencia. Suponen que la estructura sucumbió -como todas las demás- ante el paso de los años.
Sin embargo, se trata de un tesoro difícil de hallar. Los árboles y faldeos del cerro esconden el recinto. No se alcanza a ver desde la Autopista del Sol ni desde ningún otro punto de la Ruta 78, pero ahí está. A la altura del kilómetro 81, poco antes de llegar al peaje de Puangue, en la vereda norte de la transitada arteria.
Es un oasis en medio de uno que otro árbol sobreviviente a los incendios forestales que han azotado al sector. La estación también lo es. Está casi intacta desde su inauguración el 19 de mayo de 1908.
Las obras tuvieron un costo de 69 mil pesos, una fortuna para la época, que se gastó en su mayoría (33 mil pesos) en levantar un puente sobre el estero Puangue, el mismo que nace en Quilpué para desembocar en el río Maipo, en Melipilla.
El sábado 24 de mayo pasado, casi 111 años después de su puesta en marcha, la estación volvió a la vida. Por un corto fragmento del día recobró la gloria que tuvo en sus máximos años de apogeo.
La gente se agolpó en el andén. "Hay que poner el oído en los rieles para saber si viene el tren", dijo más de alguien.
El mito no alcanzó a ser refutado o comprobado. A las 12 horas con 10 minutos pasó el ferrocarril. Era el "Tren del Recuerdo". Había partido casi una hora antes en la Estación Central y le faltaba poco para llegar a San Antonio, su destino final.
No se detuvo. Tocó la bocina mientras sus vagones desfilaban frente a la multitud. Un tercio de ellos quedó con la boca abierta, los otros saludaron fervientemente a los pasajeros; mientras que el último grupo intentó, con lágrimas en los ojos, rescatar una fotografía del momento.
Lucía, la abuela materna del pequeño Santiago fue una de esas personas. Algo alcanzó a registrar. No obstante, ver por sus propios ojos era más importante que mirar a través de la pantalla. El momento era único.
A su lado había gente secándose las lágrimas. La nostalgia golpeó demasiado fuerte. Los paseos a la playa, las arrancadas a la capital, los amores fugaces y los paisajes vistos gracias al extinto ramal Alameda - Cartagena. Fue un cúmulo de emociones que se desencadenó en decenas de ojos vidriosos.
Los niños más chicos nunca habían visto algo así. No era la locomotora a vapor que tanto quería ver el pequeño Santiago. No fue una de aquellas máquinas a vapor que inauguró la estación en 1908, sino que una de las con motor diesel que se incorporó a la Empresa de Ferrocarriles del Estado avanzado el siglo XX.
La estación Puangue es, junto a las estaciones terminales (Estación Central, en Santiago; y de Cartagena), la única que sigue intacta.
Más hacia el oriente, la estación Esmeralda desapareció hace años. Lo mismo pasó en Melipilla, que alguna vez fue la última del recorrido; en El Marco y Chiñigüe, entre otras. Hacia el poniente tampoco subsisten las estaciones de Leyda, que se quemó en medio de un incendio forestal en 1984; la de Malvilla, o la de San Antonio, que tras años de abandono fue demolida en 2017 con la esperanza de ser reconstruida algún día.
También se conserva la casa del jefe de estación levantada en la misma época.
Salvo el "Tren del Recuerdo", sobre los rieles hoy solo circula el tren de carga de ida y vuelta hacia el puerto de San Antonio.
Restauración
El interior del edificio de la añosa estación es inalcanzable para los curiosos. Afortunadamente es por la restauración que está llevando adelante Ladislao Monasterio, fundador de la Asociación Chilena de Preservación del Patrimonio Ferroviario.
"Esto comenzó a gestarse en 1904. El ramal se hizo en tramos, el primero entre la Alameda (Estación Central) y Melipilla (terminado en 1893) y el segundo hacia San Antonio, que después se extendió a Cartagena (en 1921)".
Además de ser uno de los recintos que resiste hasta hoy en la antigua línea, es el único ejemplar con ese modelo arquitectónico que queda en Chile.
"Se construyeron tres iguales. Una en Leyda, que era de color azul, y una en San José de Maipo (que era parte del Ferrocarril Militar de Puente Alto al Volcán que unía Puente Alto con San José de Maipo)", explicó.
La primera se destruyó en un incendio y la segunda colapsó ante los terremotos.
La de Puangue, formada con madera de roble, ladrillos y cemento, sigue sin dar señales de fatiga.
Si todo marcha bien. Algún día ese lugar será un "museo" ferroviario.
En el mismo espacio se mantiene bajo restauración un coche dormitorio de 1913, hecho de madera y traído desde Delaware (Estados Unidos) por Ferrocarriles del Estado, antes que la estatal invirtiera en vagones metálicos importados desde Alemania entre 1923 a 1932.
"Ojalá que las nuevas generaciones valoren toda esta historia y lo que representa", dijo Ladislao Monasterio.