Dirigente se pone la camiseta de los adultos mayores
José Ortega ha sentido toda su vida la necesidad de ayudar a los demás. Lo fue así durante su vida laboral y lo ha mantenido en el momento de su retiro. Ahora lucha por otras causas.
José Ortega reside en Cartagena. Llegó hasta el balneario en busca de tranquilidad y alejarse del ajetreo de Santiago, pero hasta allí su pasado lo siguió.
Ortega siempre sintió la necesidad de ayudar a los demás. Fue así cuando en 1953 y con 14 años trabajaba en una fábrica de muebles y ninguno de sus compañeros de labores se atrevía a pedirle un aumento de sueldo al jefe. El siendo prácticamente un niño se armó de valor y se dirigió al patrón.
¿La respuesta?
Un bofetón del hombre estremeció el rostro del joven José Ortega. "Me dijo qué cómo me atrevía a pedirle un aumento en las circunstancias por las que estaba pasando el negocio, pero yo no me quebré. Me puse firme y ahí, cuando vieron mi reacción, los demás compañeros de trabajo me acompañaron y conseguimos ese aumento. Ese quizás fue mi inicio como dirigente y jamás lo he olvidado", comenta hoy a los 71 años y con varias historias a cuestas.
Como esa historia que vivió cuando siendo dirigente sindical de la industria metalúrgica American Screw y en plena negociación con los administradores recibió la presión del empresariado para llegar a un acuerdo con los trabajadores. "Me llamó a su oficina el gerente de aquel entonces. Él sabía que yo estaba recién casado y que tenía algunas prioridades. Me habló de la casa propia, del futuro, de las distintas necesidades y finalmente me ofreció un importante monto de plata para llegar a un arreglo con la gente. Yo obvio que no acepté, pero le dije que esa plata mejor la ocupara en un asado para todos los trabajadores y quedábamos todos como amigos. Esa fue la primera vez que en la empresa se hizo un asado de esas características".
Ortega pertenecía al Partido Comunista en años turbulentos para el país. Vivió de cerca los álgidos días del Cordón Cerrillos, una forma de organización de los trabajadores de izquierda que apoyaba al gobierno del Presidente Salvador Allende y a la Unidad Popular. "Veíamos cómo se iba deteriorando la situación. La empresa estaba tomada y había un interventor que llamaba a la revolución, a esto y lo otro. Nosotros como comunistas permanecimos fieles a Allende. Nunca pensé en la vía armada, éramos trabajadores y solo queríamos hacer producir la fábrica", recuerda.
Pese a los momentos de tensión, Ortega no se imaginó el desenlace de esa utopía socialista en Chile y se sumió en la clandestinidad de la cual saldría tiempo después para llegar al barrio de toda su vida en medio de un clima de desconfianza hacia quienes habían sido abierta y declaradamente de izquierda.
"Al tiempo entré a trabajar a la empresa Ferrocarriles del Estado. En aquellos años volví a ser dirigente y tuvimos reuniones donde conocí a grandes personas como Clotario Blest, Tucapel Jiménez y Manuel Bustos, entre otros. De ellos aprendí mucho", dice.
En los años 80 Ferrocarriles protagonizó una de las huelgas más grandes en la historia de la empresa. Fueron largas negociaciones que terminaron con los dirigentes exonerados; o sea, despedidos.
"Fue duro eso. Nos exoneraron y para la casa nomás. Recibimos muchos apoyos durante esos dos años y finalmente en 1988 nos reincorporaron. Allí fuimos recibidos por nuestros compañeros quienes nos aplaudieron", recuerda.
Como José Ortega siempre sintió la necesidad de ser parte de grupos de dirigentes, siguió esa faceta en su Maipú natal. Fue miembros de las juntas de vecinos, clubes deportivos, centros de salud, etc. Hasta que jubiló y decidió dejar atrás Santiago e iniciar una nueva vida en la costa: en Cartagena.
"Siempre me gustó esta ciudad. Yo venía con la idea de descansar, pero una asistente social me conoció y me pidió que fuera parte de la reorganización del Consejo Local de Salud. No pude decirle que no y bueno, retomé la actividad. Emprendimos varias acciones en beneficio de la comunidad, pero una de las que más recuerdo fueron los esfuerzos para recuperar lo que era la estación de trenes de la comuna, que estaba muy mal, prácticamente destruida. Hicimos las gestiones y se generó un movimiento para tener lo que es esa estación hoy".
-¿Y en qué está ahora?
-He integrado la junta de vecinos de mi barrio y ahora formo parte del club de adulto mayor y dirigente de la Asociación Gremial Unión Nacional de Pensionados de Chile, Unap. Ahí buscamos soluciones a temas de los jubilados y adultos mayores, como la lucha por mejorar las pensiones, el aporte a la salud, el acceso a la locomoción colectiva, los reajustes de las rentas de los jubilados y evitar la discriminación, entre otros.
-O sea tiene una lucha titánica...
-Hay muchas cosas por hacer para los adultos mayores. Somos un grupo cada vez más grande y pronto, en marzo del próximo año tendremos un encuentro nacional en San Juan. Allí esperamos dejar en claro que aún tenemos mucho qué decir.