La talentosa niña de Cartagena que nació para tocar el violín
Sofía Molina tiene 12 años y ya cursa estudios universitarios en el Conservatorio de Música porque fue capaz de convertir su pasatiempo por la música en una carrera con proyección internacional.
Francisco Fantini Jarpa - Desde Parma, Italia
Escribir acerca del comienzo de una historia que puede ser ejemplar resulta desafiante para un cronista. Uno se asoma a los hechos y podría adivinar lo que ocurrirá en el horizonte. En el germen de un relato legendario, lo cotidiano se vuelve excepcional y los acontecimientos se van uniendo en un tejido lleno de magia e ilusión. En esta entrevista, el relato no lo lleva la voz de una sola persona sino que es el canto de una familia que sostiene la narración.
Roxana Vargas, la madre, es nacida y criada en el Litoral Central. Jorge Molina, el padre, llegó desde la capital al puerto de San Antonio para ejercer como profesor de Música. Un primer beso hace 14 años y desde entonces viven en una casa de Cartagena con vista al mar. "Llegamos a la comuna con la Sofía en la guatita", recuerda Roxana. "La calidad de vida que tengo acá es un privilegio", comenta Jorge, renegando de su pasado santiaguino.
Sofía, la hija primogénita de ambos, se convirtió precozmente en una violinista prodigio, que aún habla a través del testimonio de sus padres. "A los siete años le empezó a gustar la música. Antes probamos con otros instrumentos, como el teclado y la flauta, pero no se entusiasmaba mayormente. Hasta que un día llegué con un violín chiquitito, ideal para niños, que me conseguí en el colegio donde trabajaba. Cuando Sofía tomó este instrumento por primera vez y pasó el arco por las cuerdas, en lugar de sonar un chirrido de gato como suele ocurrir con principiantes, la música brotó espontáneamente. En ese momento empezó la magia", cuenta orgulloso el padre.
Primeros aplausos
Jorge comenzó a tocar con su hija para alegrar a los abuelos que viven en un asilo en Lo Zárate, localidad rural de la comuna de Cartagena. Él en la guitarra y la pequeña en el violín.
"Me acuerdo que tocábamos piezas de tango y los ancianos que todavía escuchaban aplaudían a rabiar. En ese entonces inauguraron la primera plaza de este pueblo y fuimos invitados a interpretar nuestras melodías frente a un público que no conocíamos", narra el progenitor. Sofía toma la palabra por primera vez en la entrevista y confiesa que estaba muy nerviosa al subir al escenario. "Sólo me relajé cuando escuché los primeros aplausos", acota la novel violinista.
Entre los asistentes estaba el alcalde de Cartagena, Rodrigo García, quien quedó maravillado con el virtuosismo de la pequeña y comprometió su apoyo porque era un talento local. Entonces invitó al dúo compuesto por el padre y su hija a tocar en la Feria del Libro que se realiza todos los años en la comuna. "Tocamos los cinco días que dura el encuentro literario y a la gente le gustó mucho. Fue la primera vez que nos pagaron por mostrar nuestro repertorio en un escenario", comenta Jorge, entre risas.
En el público que presenció el espectáculo había músicos de dilatada trayectoria que le auguraron un futuro esplendoroso a la niña.
"Nosotros como padres, pensábamos que nuestra niña tocaba bonito. Pero cuando se acerca gente entendida y te dice que tiene futuro y talento, nos empezó a cambiar la percepción de las cosas", confiesa la madre.
Un niña prodigio
Para Jorge Molina, esta historia dio un vuelco cuando empezaron a acercarse los expertos y majaderamente le decían que su hija era una niña prodigio y que debía inscribirla en el Conservatorio de Música cuanto antes. "Nosotros no teníamos plata para eso pero felizmente la Agrupación Cultural de Santo Domingo conoció el talento de Sofía y nos dieron una beca para que pudiera seguir especializándose como violinista".
En ese momento escucharon por primera vez el nombre de Dorian Lamotte, eximio violinista francés dedicado a la promoción de talentos jóvenes. "Cuando nos presentamos ante él tocamos un tema de Víctor Jara llamado "Luchín", al cual le había hecho unos arreglos para violín. Al terminar la interpretación, el francés, con su particular acento, dijo que la niña lo había emocionado. Entonces me pidió tener una conversación a solas, sin Sofía, donde me dijo que la aceptada en su cátedra como alumna adelantada", narra el padre.
Sofía toma la palabra por segunda vez en la entrevista y acota que al principio el maestro francés no creía en ella porque la veía muy inquieta y dudaba de su rigurosidad para ser una de las grandes del violín a nivel mundial. "Si es todavía una niña", la defendía el padre. Entonces el profesor galo les planteó el primer desafío. "Evaluaremos la situación de Sofía al cabo de un año", sentenció.
Un desafío familiar
"En ese punto estábamos desconcertados como familia", cuenta la madre. "Sofía no se daba cuenta de lo que pasaba, sólo quería tocar el violín", comenta con un susurro de voz.
Aun cuando el profesor francés ya la había aceptado en su cátedra universitaria, igualmente tenía que presentarse a la audición general antes de entrar a clases.
"Ese día el patio estaba lleno de gente, todos adultos, también postulantes. Incluso estaba la orquesta de la Universida Mayor en pleno. Como no había salas disponibles, nos pusimos a ensayar en el patio", recuerda el padre. Cuando empezaron a tocar los primeros acordes, súbitamente todos empezaron a callar mientras Sofía tocaba cada vez más entusiasmada. Un silencio aterrador dominó el ambiente y al terminar la pieza, los aplausos llegaron de todos los rincones del recinto. "Lloré en ese momento", confiesa la madre.
Al ingresar a la sala de audición, los estaban esperando el profesor Lamotte y un ruso llamado Alexander Chirikov. Sus rostros eran muy duros y con un tono sarcástico, le dijeron a Sofía que tocara lo que tenía preparado. Entonces la niña de Cartagena interpretó las Czardas de Vittorio Monti y rápidamente impresionó a ambos docentes. Tanto así que el ruso se puso de pie, sacó su celular y grabó este histórico momento. Al concluir la pieza, Sofía confirmó su ingreso a la universidad, como alumna adelantada con solo 10 años.
La carrera en el Conservatorio de Música dura 12 años y Sofía entró directamente en tercer nivel. En la actualidad cursa quinto año y ya se perfila para ser violinista solista, que es lo más exigente en esta disciplina. Durante el primer año, pese a las dudas de los profesores, Sofía obtuvo las calificaciones máximas. Entonces les sugirieron a los padres que retiraran a su hija del colegio porque no había dudas: ella había nacido para esto. "Nos movieron el piso otra vez", confiesa la madre.
Hablaron con su colegio de Cartagena y les dieron la oportunidad que se fuera a las 10 de la mañana para no sacarla del sistema educacional y que no dejara de frecuentar a sus amigas, como lo hace cualquier niña a su edad.
Rutina
Sofía estudia entre cinco y seis horas diarias, tal como lo hace un deportista de alto rendimiento. Entra al colegio a las 8 de la mañana y sale a las 10.00. Después ensaya con su violín hasta las 13 horas, luego almuerza y retoma ensayos en la tarde. Cuando va a Santiago, los miércoles y viernes, toman el bus a las 7.45 horas para llegar temprano a la universidad, donde estudia junto con sus compañeros, todos más grandes que ella. Roxana, la madre, tuvo que dejar su empleo para acompañarla a todas partes.
La pequeña prodigio ya toca repertorio de séptimo y octavo año. Esta temporada le plantearon otro desafío: tocar un concierto del compositor Henry Mineski, pieza de alta dificultad que nunca se ha interpretado en Chile, menos por una niña de su edad. Sofía está preparando esta composición para un concierto que realizará en la sala Andrónico Luksic el próximo 14 de agosto, en lo que es considerada la mejor sala del país con una capacidad para mil personas. Para ello Sofía necesitaba un violín profesional de 6 millones de pesos y el alcalde de Cartagena se lo compró a cambio de unas presentaciones a la comunidad.
Hay niños prodigios como Sofía en el mundo pero son pocos. Cuando toca el violín sus manos se transforman, alcanzando una elasticidad especial, que muy pocos pueden conseguir. Por tal motivo su profesor Dorian Lamotte se comprometió a apadrinarla. "Nos sugirió que aprendiéramos inglés como familia porque a partir del próximo año nos tocará viajar bastante", adelanta el padre.
Con Roberto Bravo
Sofía tuvo la posibilidad de mostrar su talento al maestro Roberto Bravo, minutos después de que el pianista ofreciera un concierto en Cartagena. "Todos decían que el hombre era divo y que tenía mal humor, pero con Sofía fue muy dulce", acota la madre.
Roberto Bravo se dio el tiempo para escuchar atentamente a la niña y al finalizar, además de felicitarla. Le dijo que estaba contratada. El próximo 10 de agosto ambos músicos se presentarán en conjunto para celebrar el aniversario 118 de Cartagena, él en el piano y ella, la niña, en el violín.