Cómo se vive el toque de queda en las calles de San Antonio
Mientras trabajadores avanzan raudamente para cumplir con el horario de restricción, otro grupo de jóvenes desafía a los militares en Centenario.
Es miércoles 23 de octubre y quedan pocos minutos para las 6 de la tarde. A esta hora la calle Centenario, epicentro de los saqueos y vandalismo de los últimos días, es custodiada por un gran contingente de militares que, fusil en mano, se agrupan en los diferentes accesos de esta arteria de la comuna de San Antonio.
Con chalecos reflectantes, los dueños de las tiendas cuidan sus puestos de trabajo aburridos de los robos de los delincuentes que, según explican los locatarios, son los mismos que diariamente son dejados en libertad en los tribunales de justicia tras cometer diversos delitos.
El reloj marca las 17.55 y el silencio sepulcral, indudablemente, genera una extraña sensación, sobre todo por el desolador panorama que se aprecia en una de las calles más concurridas de la comuna. La basura circula de un lado a otro arrastrada por el viento. Hay paredes rayadas, carteles por todos lados y perros vagos que dejan en evidencia una contaminación visual en vía pública.
A la casa
Los pocos trabajadores que circulan por el centro lo hacen de manera rápida y con la cabeza gacha, evitando cualquier cruce de mirada con los soldados que a esa hora custodian Centenario.
"Voy para la casa. Vivo un poco más arriba de Arturo Prat, acá en San Antonio, y se me hizo tarde", dice Carlos, quien prefirió no dar su nombre completo.
Su actitud temerosa contrasta con la de un grupo de jóvenes que a esa hora irrumpió en el centro. "Que los militares se vayan, que los pacos son jaleros (consumidores de cocaína) y los militares chichas", fueron algunos de los provocadores gritos que "dispararon" a los efectivos del Ejército, minutos antes de las 18 horas.
Efectos del alcohol
Son las seis de la tarde y de inmediato se acerca un militar para solicitar el salvoconducto que permitiera al equipo de Diario El Líder estar a esa hora en la calle. Luego de entregar el documento correspondiente, continuamos caminado por Centenario hasta la intersección con Barros Luco.
A esta hora el flujo de camiones militares aumenta para dotar de más contingente al pelotón y para abastecer de víveres a los soldados que vigilan la ciudad.
En tiempos de conflicto, actitudes como las de unos militares que comparten sus raciones de alimento con las personas en situación de calle son un calmante para esos hombres y mujeres que día a día sufren a la intemperie las desigualdades de un país que los tiene en el anonimato.
La imagen de una mujer recibiendo alimentos de manos de dos militares es interrumpida por un automóvil Chevrolet Corsa que, a las 18.30 horas, circula por calle Pedro Montt en dirección a Barrancas.
El conductor del vehículo de inmediato es detenido y obligado a descender del automóvil. El hombre se ve ofuscado. Alterado. De lejos se puede apreciar que discute agitadamente con los cuatro soldados que lo interceptaron.
Cuando la discusión se tornaba más acalorada, un militar sacó del vehículo una cerveza de medio litro, la cual fue arrebatada por este hombre, que incluso bebió varios sorbos. Mientras eso sucedía, los militares encontraron más bebidas alcohólicas en este automóvil. Todas fueron vertidas al suelo.
"Si quiere máteme, con lo que vi ya no quiero seguir viviendo", fueron las palabras que se dejaron escuchar de parte del chofer, antes de seguir con su camino. Según explicaron los mismos soldados, un grave problema familiar tenía descontrolado a este sanantonino, que aseguró que iba rumbo a la casa de un familiar.
¿marihuana?
Cuando el silencio se apoderaba nuevamente de San Antonio, Bomberos irrumpe este oasis de tranquilidad auditiva con su sirena. Una emanación de gas pone en alerta a los Chicos Buenos de la Segunda Compañía de calle Pedro Montt.
Tras ello, otro automóvil aparece ante la mirada de los efectivos del Ejército, quienes le ordenan al conductor detenerse.
"¿Ese olorcito, chiquillos?", le pregunta el militar a cargo del procedimiento. Los jóvenes, que no superaban los 25 años de edad, no poseían salvoconducto y su cara pálida y de miedo ante este control lleva a preguntarse qué hacen en las calles, ya que claramente no andan trabajando ni tampoco se movilizan por una urgencia.
Lo cierto es que luego de ser revisado el automóvil por los soldados, este cuarteto de amigos se subió al vehículo para retirarse a sus casas. Bueno, al menos eso fue lo que prometieron al personal uniformado.
Tras controlar a media docena de conductores más, el silencio vuelve a apoderarse del centro de la ciudad, el mismo lugar que hace pocas horas había sido escenario de una de las manifestaciones más multitudinarias de las últimas décadas.
22.00 horas comenzó a regir anoche el toque de queda. Los días anteriores, a las 18 horas.