El baile de los que no sobran
San Antonio ha sido escenario los últimos días de movilizaciones sociales como nunca en su historia. Al principio eran unos pocos, ahora son miles los sanantoninos que salen a la calle para exigir un cambio en el país, pero un cambio de verdad.
"Qué vergüenza estar mirando cuando el pueblo está luchando... Qué vergüenza estar mirando cuando el pueblo está luchando..."
Al mediodía la Plaza de Armas San Antonio está llena de gente. Y no son personas que estén descansando disfrutando del solcito precisamente... Se trata de cientos de jóvenes y adultos que han llegado hasta este punto entre Centenario y Pedro Montt para ser parte de una nueva marcha por las calles de la ciudad y manifestar su rechazo al modelo económico que impera en el país.
Y ese descontento se lee en las pancartas. Es decirles no más a pensiones miserables tras años de trabajo, a la falta de acceso digno a la salud pública, a lo caro de la educación superior, a la falta de viviendas en esta ciudad, al manejo de unas autoridades que han actuado sin considerar la realidad actual del ciudadano de las mal llamadas "clase media y clase baja".
Chile cambió se ha dicho en todos los tonos, pero también San Antonio cambió, porque como nunca en su historia reciente, esta ciudad se ha levantado para exigir sus derechos. No son solo unos sectores los afectados, es una totalidad que lleva a que la familia sea la que sale a la calle.
En esta marcha que avanza en medio de gritos y cánticos por Centenario van portuarios, profesores, trabajadores a honorarios, funcionarios de reparticiones públicas que también enfrentan la incertidumbre. Van mamás con sus hijos adolescentes y adultos mayores. Van mujeres y hombres jóvenes. Llevan silbatos, tambores, cajas y trompetas.
A medida que el grupo de unas dos mil personas avanza, algunos trabajadores de locales comerciales bajan las cortinas metálicas; en otros, hay empleados en las puertas mirando lo que sucede y otros recintos están con sus puertas abiertas.
En los rostros de todos aquellos que están en los establecimientos del comercio se puede apreciar una especie de incertidumbre. Seguro que están frescas aún las imágenes de los casos de vandalismos y destrozos que se vieron al comienzo de estas manifestaciones.
Es que la rabia era mucha y estaba acumulada.
Ahora en este multitudinario carrusel el llamado es a manifestarse en paz, con conciencia cívica, haciendo uso de los espacios de todos, tomándose las calles, caminando por el medio de la avenida, sin miedo. Y eso emociona.
Emociona porque aquellos que crecimos en épocas duras de este país vimos que quienes marchaban estaban expuestos a graves consecuencias, era la vida o la muerte. Eran días donde algunos primero disparaban balas y preguntaban después.
En San Antonio las marchas del mediodía han sido pacíficas y no por eso han dejado de ser efectivas. Se crea conciencia, se crea civismo, hay expresión. Ese mismo hecho ha permitido que la familia se acerque y cree una transversalidad que también es fortaleza. Aquí hay muchos, quizás no todos, pero son muchos.
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"Pa la calle los mirones no se hagan los weones..."
Enfilando por Barros Luco la marcha recibe el apoyo de la locomoción colectiva y algunos de los automovilistas particulares que han quedado atrapados en medio de esta caminata.
Pero el llamado también es a los muchos espectadores que siguen la marcha a un costado, con sus teléfonos tomando las fotitos.
Llevo un cartel donde reclamo por pensiones dignas. Encuentro que es un llamado necesario cuando el sistema de la AFPs no tiene respuestas. Muchos me toman fotografías.
Cuando el grupo pasa frente al edificio del supermercado Tottus se detiene un momento y se gritan consignas.
El recinto tiene sus vidrios quebrados. Está con sus accesos cerrados y algunos sectores tapiados. Es una especie de testigo, un monumento de estas manifestaciones, un resabio de días de violencia que parece recordarnos lo que ahí se vivió.
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"Únanse al baile, de los que sobran.
Nadie nos va a echar de más.
Nadie nos quiso ayudar de verdad".
El tema de Los Prisioneros también se escucha en San Antonio y si bien sus letras fueron escritas en un contexto de hace más de 30 años, su mensaje sigue aún vigente.
Mientras los manifestantes se reúnen frente al edificio de la gobernación provincial, hay unas jovencitas de 14 ó 15 años que corean el conocido tema. El mismo que cantaron sus padres en demanda de democracia, esa misma que hoy les permite a ellas estar en la calle exigiendo sus derechos sin temor a desaparecer.
Poco a poco mientras se reúne la gente, se juntan las banderas chilenas, las mapuche, los carteles con exigencias, los emblemas de equipos de fútbol... Todos tienen algo que decir.
Se escucha "El derecho de vivir en paz" de Víctor Jara con la letra llena de contingencia.
"Mira, es bueno que la gente joven venga a estas marchas. Yo a mi hijo lo saqué de la cama para que venga. Es bueno crear conciencia cívica y además, sabes lo que también es importante... conocer a tu vecino. Aquí nos hemos encontrado muchos que antes ni nos hablábamos", dice uno de los participantes.
Y los tambores suenan, las trompetas tocan más fuerte que nunca, las cajas retumban con el viento que fluye desde el mar, la alegría de estar reunidos en comunidad es palpable, hay alegría y conciencia de lucha por un objetivo común: que las cosas cambien, pero que cambien de verdad.
"Ohhh, Chile despertóooo. Despertóooo, despertóoo, Chile despertóoo..."
Y San Antonio también despertó.
El baile de los que no sobran
"En esta marcha que avanza en medio de gritos y cánticos por Centenario van portuarios, profesores, trabajadores a honorarios, funcionarios de reparticiones públicas que también enfrentan la incertidumbre.


