En al edición de sábado 09 del presente, el muy estimado abogado Ariel Henríquez refiere en una carta a la posibilidad de una Asamblea Constituyente como un "verso políticamente correcto", pero "inviable jurídicamente". Por medio de la presente establezco desde la Historia algunas precisiones que al parecer el licenciado desconoce u omite para establecer sus dichos.
Primero señalar que la ley y su espíritu se deben siempre a la posibilidad de ordenar y normar nuestras relaciones, por tanto como texto la ley sufre cambios que van de la mano con los propios cambios de las sociedad, en el Chile actual por ejemplo desde la ley de filiación, el divorcio y el reciente aborto, todas las leyes se acomodan a la realidad y a las pulsiones que la sociedad entrega, y no al revés, suponer que cada ley que nos rige no pueda o deba ser tocada o modificada en función de una moderna "autorictas", nos tendría aún bajo el yugo de las tablas de Moisés.
Y es que en este punto en que el abogado entrega legítimos recursos argumentales de tipo jurídicos, atendibles, pero que no designan ni una verdad revelada ni mucho menos una realidad inquebrantable, lo cierto es que la jurisprudencia se nutre como tantas cosas de los cambios de paradigmas en toda dimensión, y que desdeñar un mecanismo democrático y participativo solo porque la carta fundamental no lo considera, parece ser un menosprecio con una mala intención que desconozco en mi estimado Ariel.
Sabrá Ariel (y el mismo lo señala en su carta) que basta una modificación constitucional para que una Asamblea Constituyente le dé por vez inédita en nuestra historia la posibilidad a la ciudadanía de decidir qué tipo de legislación desea para gobernarse. Aun así, en algo sí comparto los juicios jurídicos de Ariel, pues en efecto el poder legislativo le entregaría un poder constituyente a una instancia con resultado desconocido, pero sabe qué, estimado, por lo mismo, porque los resultados del poder legislativo hoy son tan conocidos (y discutibles) que se hace necesario dar pasos a una participación más extensiva ya no desde un poder que al parecer se olvidó de a quienes representaba, sino desde la aspiración a la igualdad a la que legítimamente apuntan los tiempos.
Agradecido,
Jaime Rodríguez Manríquez
Profesor de Historia y Ciencias Sociales
Sociedad de Historia de San Antonio