El parrillero argentino que conoció el mundo trabajando en un circo
Daniel Patiño ha tenido una experiencia de vida increíble. Hoy cuenta su historia y entrega el secreto de los asados que prepara en un nuevo restaurant de Llolleo.
Llegó a Llolleo con su mujer, Lucila, de visita a la casa de su suegra, Carmen, la que lamentablemente murió dos semanas después de su llegada. De eso, hace un año y medio. Venían desde España, país donde vivieron durante 33 años, sin la intención de quedarse en esta región.
Daniel Eduardo Patiño Oriolo tiene 61 años y emigró de su natal Argentina cuando tenía 25. Aunque solo ha vuelto como visita, lleva en la sangre una de las características más comunes de los hermanos del país vecino: la calidad en la preparación de las carnes con una sazón que trasciende fronteras y el reconocimiento internacional que tienen sus parrillas.
Nació en un pueblo llamado Arrecife, pero desde pequeño viajó por el mundo trabajando en un circo. Sí, en un circo. Su mamá fue la rolista y su papá, el capataz.
"Mi mamá y mi papá fueron artistas de circo. Mi papá, hijo de españoles, apellido Patiño; y mi mamá hija de italianos, Oriolo. Las dos familias viajaron a América en el mismo barco 20 años antes de que nacieran mis padres. Mucho después, cuando mi mamá ya trabajaba en el circo, mi papá, que era comerciante, fue a hacer unas cosas a la imprenta de mi tío, hermano de mi mamá, quien lo llevó a trabajar como representante al circo. Se vieron y se enamoraron", cuenta.
"Mi mamá era la rolista, esas que se suben a una tablita y hacen equilibrio. Yo no vi a mi mamá trabajar en el rolo, pero sí haciendo radioteatro. Mi papá aprendió a lanzar los cuchillos y era muy bueno. Cuando aún vivía y tenía como 70 años, todavía tenía sus cuchillos y los clavaba en la línea", recuerda.
Como su papá no quería que fueran artistas, su hermano mayor se dedicó a la publicidad; su hermana a la abogacía, fue maestra de escuela y tuvo un programa de radio con el artista argentino Palito Ortega; mientras Daniel, que sí le gustaba el circo, se dedicó al montaje y mano de obra en los escenarios, actividad que realizó durante muchos años.
En 1984, trabajando en Chile junto al circo argentino de Orlando Orfei, conoció a Lucila, su mujer. Ella era bailarina. "Estuvimos de novios un par de años y luego nos casamos. Somos pareja desde ese momento, nunca más nos separamos y yo sigo profundamente enamorado de ella", expresa.
-¿Cómo se convirtió en el parrillero del restaurant Fuego Austral?
-Hace un año y medio llegamos con mi mujer. Luego de la muerte de mi suegra, a quien yo quería mucho, decidimos quedarnos dos meses sabáticamente. Mientras pensábamos qué hacer, me enteré del proyecto de Carola y Alberto, dueños del restaurant. Fue casualidad. Un día, caminando por Llolleo, pasé por fuera del local y vi que algo estaban construyendo. Como soy curioso, entré, pregunté y me dijeron que estaban armando un restaurant. Les dije: "yo soy parrillero argentino" y ahí empezó nuestra amistad. Esto fue hace como seis meses cuando recién comenzaron con el proyecto, entonces me siento parte de él también.
Daniel agrega que "este proyecto es algo muy familiar. Ellos son muy sencillos, cariñosos y amistosos. Fui a su casa y les hice un asadito para que probaran mi mano y así fue como empezó mi aventura de quedarme aquí como parrillero".
Viaje a españa
Un día, hace muchos años, Daniel y Lucila decidieron visitar a los padres de él en Arrecife, Argentina. Recuerda que querían pasar unos días de relajo. "Estábamos en eso cuando sonó el teléfono. Llamaban a mi papá desde España. Un amigo argentino, Eduardo Rodrigo, casado con una actriz española Teresa, hija de Paco Rabal, eran dueños de un circo y querían que mi papá trabajara con ellos. Me avivé y les dije: ¿querés que me vaya yo, hago lo mismo que mi papá, pero soy más joven? Le dije a Lucila si quería ir por dos meses, que me acompañara para hacerme cargo del circo, porque el capataz que tenían estaba enfermo. Nos fuimos con una maletita pequeña cada uno y estuvimos 33 años sin volver siquiera de visita".
-Usted trabajó muchos años en circos, ¿cómo se produjo el cambio y se convirtió en parrillero?
-Mis comienzos como parrillero profesional fueron en dos restaurantes argentinos en España. El primero, de Teresa Rabal y Eduardo Rodrigo. Los mismos dueños del circo, amigos de mi padre con quien me fui a trabajar, se cansaron de la vida circense y decidieron poner una parrilla. Cuando me dijeron que tenían que buscar un parrillero, les dije: "cómo que tenés que buscar, yo hago la carne nivel Dios". Hice un asado para que vieran que sabía. Me dejaron encargado del restaurant durante 11 años. Estaba ubicado a 40 kilómetros de Madrid, en un lugar que se llama Collado Villalba.
"Luego de que ellos cerraron el restaurant por otro proyecto, pasé a trabajar a otra parrilla de un español casado con una argentina. Me conocía porque habían ido a comer al restaurant y cuando se enteró que cerraban, me ubicó y me ofreció trabajar con él. Hablamos un jueves y el viernes estaba trabajando. Estuve cuatro años y decidí parar porque la parrilla cansa", señala.
-¿Cómo aprendió el arte de la parrilla? ¿Tiene algún secreto para asar la carne?
-El asado lo aprendí de mi papá. Me enseñó desde pequeño pero muy rara vez me dejaba. Si yo quería hacer asado, tenía que asarlo de cero. Con 14 empecé, de vez en cuando, a hacer asados en la casa de mi papá hasta que de a poco le quité el puesto. Me gusta la parrilla. El asado de tira me fascina. La carne asada siempre es buena, pero hay que saber asarla y el secreto es un buen fuego y mucho cariño.
"Me da satisfacción cuando, después que sirvo, salgo, voy entre las mesas y que la gente me diga que le ha gustado la carne. Yo quiero que se vayan contentos, que me conozcan, me traten como un amigo, que se acerquen a la parrilla y me digan: Daniel me preparás un asado de tira como a mí me gusta; yo se lo hago, siempre me acuerdo de la gente".
Agrega "me gusta la cercanía, saber quiénes son, un contacto más cercano que solo personas que vienen a comer y se van. Es que la parrilla es mi pasión. El fuego me gusta controlarlo, tener la leña a mano, adaptarme a cada nueva parrilla. Me gusta mucho San Antonio. Sacando lo malo que le pasó a mi señora acá, la muerte de su madre, he tenido muy gratas vivencias".
-¿Qué es lo que le gusta de esta zona?
-Acá escucho el cantar de los pájaros, las sirenas de los barcos, el mar, la amabilidad de la gente que vive en una ciudad de provincia. Había venido hace dos años a visitar a mi suegra, eso fue lo que me picó para volver. Cómo es la vida, porque mi hermano que vive en Miami me invitó a vivir allá, pero elegí quedarme aquí porque me gusta esto, es más mi estilo, no sé cómo explicarlo. Yo aquí estoy a gusto, me siento tranquilo, estoy bien. Conocí a una familia maravillosa de Alberto, Carola y su hijo Gaspar. Hago el trabajo que me gusta. Vivo con mi mujer en una casita, estoy contento, los problemas que hay aquí, están en todos lados, eso no me preocupa. En cada sitio hay algo distinto, hay que adaptarse, y aquí me he adaptado fenomenalmente.
Daniel estuvo de un lado para otro por muchos años de su vida. Durante su época en el circo conoció distintos países como Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Colombia, Panamá, Perú, Estados Unidos, España Portugal, Alemania, Francia y las Guayanas. "No me acuerdo de todos. Solo sé que hice mucho turismo y me pagaban. Era más fácil. Conocí el Louvre en París, al revés y al derecho, lo visité más de cinco veces. El Palacio Alhambra en Granada también lo visité muchas veces y con tranquilidad", recuerda.
Añade que "llega un momento que, aunque viajar es bonito, hay que parar. Cuando llegué a vivir a España y trabajaba en el restaurant, nunca había vivido en mi propia casa, siempre en una caravana, en un tráiler o en hoteles. Al principio fue raro, pero me adapté".
Ahora, en los ratos libres se dedica a escribir. "He escrito novelas románticas, de ficción, de mi vida en el circo. Tengo como 10 libros sin publicar. También me relajo haciendo manualidades, me gusta hacer atrapa sueños. A Lucila le gusta que yo haga lo que me gusta hacer".
"Recuerdo las sabias palabras de mi padre cuando me enseñó a asar en la parrilla: "si vas a ser parrillero, tienes que hacer lo mejor posible. Ponte la camiseta, pelea a muerte y hazlo lo mejor que puedas, si no puedes hacerlo, si no estás a gusto o no te sale, retírate, dejá pasar a otro que lo haga mejor y no te vas a sentir mal". En eso estoy, tratando de dar lo mejor de mí en Fuego Austral", finaliza.
A Daniel Patiño y su parrilla se le puede encontrar en el restaurant Fuego Austral, ubicado en Arzobispo Vicuña 131 en Llolleo.