La cartagenina que necesita 60 millones de pesos para un trasplante que no tiene cobertura en la salud pública
Paula Rojas, madre de tres hijos, está haciendo lo imposible para conseguir la millonaria meta que representa el valor de una intervención que le permitirá enfrentar la leucemia.
Lo que la leucemia no sabía es que Paula Alejandra Rojas Zárate (51) es de acero e inquebrantable. Ella, que sufre esta enfermedad que le fue detectada en julio del presente año, es un ejemplo evidente de cómo, cuando en Chile un paciente no tiene los recursos económicos y el Estado es un mero ente que no sabe de excepciones, estos males se transforman en un contrincante al que solo es posible vencer con mucha fuerza y el apoyo de la familia, de los vecinos, de los amigos, de los buenos de adentro. Esta mujer, madre de tres hijos, es vecina de Cartagena. En las próximas semanas, previo a Navidad, seguramente será operada de un trasplante de médula ósea, acaso el único camino que le podría abrir una senda hacia la eliminación de las células cancerígenas que se tomaron su cuerpo.
Sin cobertura
La historia de Paula tiene un símil en miles de chilenos que como ella se enfrentaron a una afección que no tiene cobertura en el sistema de salud pública. Por eso, su batalla hoy es contra la leucemia y también contra la falta de dinero para costear una intervención que en, estricto rigor, la tiene en un delicado estado y que deberá pagar con un gran esfuerzo y que le dejará una impresionante deuda.
"El trasplante de médula me lo harán en la salud privada porque la salud pública cubre esta operación solo hasta los 40 años", afirma Paula.
En esta batalla no está sola. Su esposo y sus tres hijos han dejado todo por apoyarla. Y eso ha sido quizás lo único maravilloso de este proceso en que ha logrado palpar el cariño y la solidaridad de tantas y tantas almas caritativas, seres humanos empáticos que no solo bregan por el bienestar propio, sino que también comparten lo que poseen y así regalan algo tan simple y bello llamado vida.
"Me desmayé"
"Mi enfermedad fue diagnosticada el 13 de julio cuando me desmayé en mi trabajo. Me sentía un poco cansada y me llevaron a la clínica San Julián, donde me diagnosticaron una crisis de pánico, lo cual no me pareció. De médico en médico, llegué a la clínica DarSalud y me hicieron una serie de exámenes que arrojaron que tenía muy bajas las plaquetas y me derivaron al hospital de San Antonio, donde detectaron una posible leucemia. Me trasladaron al hospital Carlos van Buren y el 26 de julio me diagnosticaron la peor leucemia, que es la miloide aguda y que ataca la sangre. Ese fue un cambio radical en mi vida, pero sí lo tomé con mucho amor y me entregué a las manos de Dios y de la medicina", detalla.
Vinieron las quimioterapias, los grandes dolores y la pena, esa pena que vivió, en octubre pasado, cuando vio interrumpido el tratamiento médico que debía seguir porque en el hospital Carlos van Buren, de Valparaíso, no había citarabina, una de las drogas que ayuda a combatir la leucemia. Esa situación la dejó sicológicamente atormentada porque se dio cuenta que algo en la red de salud pública está fallando. Las células cancerígenas habían regresado con más poder y ella, desvalida ante su llegada, veía cómo su cuerpo empezaba a agotarse. La poderosa muerte siempre acosa con sus tentáculos siniestros y para eso recibe ayuda de una sociedad desgastada en lo humano.
"Estuve en mi casa, un poco más enferma", confiesa al recalcar que ese remedio que no estaba para su uso hizo que el tratamiento para la leucemia se viera suspendido. Fue llevada nuevamente el hospital porteño, desde donde vería los primeros días del reciente estallido social. Ansiaba salir a la calle para protestar contra el Estado.
Hace dos semanas que no está internada en un hospital. Ha pasados estos últimos días en su casa de Cartagena, donde, pese al cansancio, está alistando todo para el trasplante de médula cuyo donante es su hermano Marco. Está débil pero llena de esperanza.
"El trasplante de médula ósea es la única solución para tener una mejor calidad de vida. No necesariamente va a desaparecer el cáncer a la sangre, pero sí tener muchos años más de vida. Esto se debe hacer en la salud privada porque en la salud pública se le otorga al paciente solo hasta los 40 años", explica.
Dura realidad
Paula Rojas añade que en el sistema público de salud un paciente con más de 40 años y que tenga esta enfermedad no recibe más que la primera etapa del tratamiento. "Después de la quimioterapia, los mandan a sus casas y, literalmente, quedan a la buena de Dios porque puedes vivir cinco meses o un año, te envían al hogar con una medicina paliativa. Que pase esto es solo por la mala administración de la salud pública y así (las autoridades) se lavan las manos con todo esto. Acá hay un tema constitucional de bastante importancia porque todos tenemos derecho a la vida y hay mucha gente que no sabe los conductos a seguir por temor o por ignorancia, pero derechamente la ley de Fonasa dice que si no tienes menos de 40 años no puedes trasplantarte".
60 millones de pesos
El valor de esta compleja intervención es, de acuerdo a los datos que los médicos del hospital Clínico de la Pontificia Universidad Católica le han entregado a Paula, de unos 55 a 60 millones de pesos. ¿Y de dónde sacar esa plata que es para prolongar la vida? La semana pasada ya se realizó una actividad benéfica con la que reunieron $5 millones, aunque para presentarse a la operación de trasplante debe tener un mínimo de $15 millones "en mano y el resto se va pagando después".
"Ha sido fabulosa la cruzada de solidaridad de tanta gente y ahora estamos organizando un bingo para este 21 de diciembre en el Club de Leones de Cartagena a partir de las 19 horas", sostiene.
Hay una cosa que a esta cartagenina le irrita mucho y eso tiene que ver con las expresiones del ministro de Salud, Jaime Mañalich. "El ministro Mañalich dijo que tenemos la mejor salud del mundo. Qué rabia y qué impotencia cuando a uno le toca vivir esto, sobre todo cuando veo a diario la precariedad de la salud pública y cómo los funcionarios hacen malabares en los hospitales para poder atender a los pacientes. Cómo hay tan poca inversión y somos uno de los países de Latinoamérica en que menos se aporta a la salud", argumenta.
-Entiendo que son momentos complicados pero me imagino que la esperanza siempre está presente...
-Estamos viendo varias instancias y se nos han abierto muchas manos y puertas. Tenemos fe en que lograremos. Yo estoy tranquila, muy agradecida y tengo mucha fe de que vamos a poder juntar ese dinero para ingresar al hospital. Lo importante es que hay que hacerlo en un momento en que yo no tenga ninguna célula cancerígena en el cuerpo y con la última quimioterapia ya estoy sin ellas, por lo que debo cuidarme de no enfermar y que mi sistema inmunológico esté más reforzado para someterme al trasplante de médula, que debería ser el 20 de diciembre si es que Dios así lo quiere.
Navidad diferente
Será una Navidad distinta a las demás para ella y su familia. Serán días de incertidumbre, pero también de certezas. Ella no ha perdido la capacidad de luchar por su vida y se alza orgullosa de todos quienes la rodean de amor. "Sigo alegre, sigo agradecida de la vida, ahora me ha tocado duro, pero soy luchadora y tengo una red de apoyo increíble y mis hijos maravillosos y sus amigos. Todo el mundo respaldándonos, hemos recibido una solidaridad inmensa. Hay que aclimatarse a los cambios de vida para sobrellevar todo esto que ha sido un cambio rotundo en que no puedo estar sola y me tienen que cuidar y recibo una alimentación que es carísima", afirma.
-En medio del estallido social y de las demandas ciudadanas expresadas en las calles, ¿cómo se ha sentido representada por parte de esas demandas?
-Me representan al 100%, qué ganas de haber estado ahí y qué ganas de emplazar al ministro Mañalich con todo esto que dijo que teníamos la mejor salud y a un carabinero que afirmó que los disparos de perdigones eran como una quimioterapia. Ojalá, le pido a Dios, que él nunca tenga que pasar por un proceso de quimioterapia porque es demasiado fuerte. Espero que en algún minuto pueda darse la instancia de poder conversar con el ministro porque además nosotros vamos a apelar, con un abogado, a que todo chileno tiene derecho a la vida y el Estado debe brindarnos ese derecho, porque no puede ser que te manden a la casa con un cáncer para, literalmente, morir.
Su nueva misión, explica, será difundir su caso para que el país tome conciencia respecto a estas falencias del Estado. "Quiero ayudar desde el dolor e invitar a la gente a donar vida, donar sangre y donar plaquetas, que lo hagan en esta Navidad en los bancos de sangre de los hospitales, que están carentes de estos elementos, así como de insumos", detalla.
Paula, hoy, aguarda firme por llegar a ese camino de esperanza, sus ruegos y las oraciones de muchos también le dan la energía que todos necesitamos para no dejarnos avasallar por la desgracia. Su historia tiene un símil en miles de chilenos y no hay quien lo pueda rebatir.