La "tía" que se despidió de sus niños luego de 42 años de labor educativa
Ernestina Álvarez Núñez, una de las fundadoras del jardín infantil El Velerito de Llolleo, se acogió a retiro con la satisfacción de haber entregado toda una vida a la educación de los pequeños de su natal San Antonio.
En agosto pasado Ernestina Álvarez Núñez (65) vivió sus últimos días al mando del jardín infantil El Velerito, el mismo que ella ayudó a fundar en la parte alta de Llolleo. Luego, tomó vacaciones para, oficialmente, el 1 de noviembre, dejar de ser la "tía Ernestina" y acogerse a jubilación tras una larga carrera educacional.
Esta funcionaria entregó, con vocación y compromiso, 42 años de su vida laboral a la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji), donde ejerció como educadora, supervisora, directora e incluso directora regional (s) en algunos periodos de su trayectoria.
Estudió en el norte
Oriunda de San Antonio, durante los primeros años de la década del 70 se alejó de su tierra natal para estudiar Educación Parvularia en la sede de Arica de la Universidad de Chile.
Cuando regresó, rápidamente encontró trabajo y el 13 de octubre de 1976 estaba dando el vamos a la unidad educativa "El Velerito", junto a un grupo de soñadoras educadoras que vio en la educación inicial un espacio fundamental para el desarrollo de los niños y niñas de esta ciudad.
"En esos años había muy pocas parvularias universitarias, por lo que éramos muy demandadas. Llegué a este jardín con mi maleta llena de ilusiones y sueños que, poco a poco, fui cumpliendo a lo largo de estos años. Hoy puedo decir que cumplí con todas las metas que como equipo nos fijamos y también con mi carrera laboral, ya que tuve la posibilidad de pasar por todos los puestos a los que podía acceder. Me siento feliz y satisfecha", asegura.
Vocación y entrega
Ernestina se acogió a jubilación luego de más de cuatro décadas entregando educación y valores a los niños y niñas de San Antonio. "Dejo la institución (Junji) con sentimientos encontrados, pero con la satisfacción de haber cumplido una tarea fundamental en favor de la educación parvularia en mi comuna. Vi nacer, crecer y desarrollarse a este jardín infantil y a miles de niños y niñas que, agradecidos de la educación recibida, hoy traen a sus pequeños a estudiar a El Velerito. Extrañaré muchas cosas y hoy solo puedo decir que lo más importante siempre es y será el bienestar de los más pequeños", señala con orgullo.
"En un comienzo, el jardín era para niños de 3 a 5 años, no había sala cuna. Debido a la necesidad de los propios funcionarios, comenzamos a recibir guaguas desde los 48 días (post natal), beneficio que luego se amplió a toda la comunidad", recuerda.
Añade que "era una época en que en el sector (Llolleo alto) había tomas de terreno. Nosotras vivimos todo el desarrollo de las poblaciones que hay alrededor del jardín. En ese tiempo gestionamos con la alcaldesa de entonces un transporte escolar para los pequeños. Pasaba por todos los sectores, como 30 de Marzo, Placilla, cerro Alegre, Bellavista, Tejas Verdes y Lo Gallardo, entre otros. Hacía dos viajes en la mañana y en la tarde para devolver a los niños a sus casas. Siempre hemos tenidos muchos niños, el cupo máximo es 200 y hoy, por ejemplo, se atiende a 180 pequeñitos".
-¿Por qué se decidió a estudiar educación de párvulos?
-Me gustan los niños y también la ayuda social. Quería ayudar a los demás. Mis opciones eran educadora de párvulos o asistente social, donde quedé en lista de espera. Siempre me gustó ayudar a la gente y también enseñar. Igual en el jardín hacemos de asistente social y sicóloga, además de la responsabilidad de educar a los pequeños.
-¿Cómo fue su vida profesional durante los primeros años de ejercicio?
-Recuerdo que en esa época había mucha pobreza en San Antonio. Hoy no es nada comparado con esos años. Teníamos muchos pequeños en situación de vulnerabilidad, mucha pediculosis, sarna; no había pañales desechables como ahora, solo de género. Como eran casi puras tomas y obviamente no tenían agua, les ofrecíamos a las mamás el jardín para que fueran a bañar a los niños. También coordinábamos con el consultorio de Las Lomas, que ya existía, para hacer los tratamientos de pediculosis y sarna. Nunca se nos pegó nada a nosotras porque trabajamos sin miedo, dedicadas, con el corazón. Creo que hoy la entrega y la vocación no son lo mismo.
-¿Cuáles son los hitos más importantes de su carrera?
-Como educadora, haber ayudado a que muchos sanantoninos hoy sean profesionales. Siempre se recuerda la primera formación y no he sabido de ningún niño que se haya ido por el mal camino. Entonces ahí uno piensa: los valores y aprendizajes entregados fueron buenos. Siempre quisimos entregar educación, nunca una atención asistencial. La educación siempre fue una de las metas. Con las necesidades que tenían los niños y niñas, una asistencia era necesaria, pero como educadoras nos decidimos por la enseñanza, porque la Junji siempre brinda apoyo con desayuno, almuerzo, once y, para los que tienen extensión horaria, una colación. En la década de los 80 había desnutrición, hoy es todo lo contrario, y se les entregaba una alimentación complementaria. También había niños celiacos y su alimentación era especial. Había dedicación y entrega del alma de parte de las educadoras.
"Otro de los hitos fue la inauguración del nuevo edificio del jardín en agosto de 2014. Los trabajos, luego del terremoto del 2010, permitieron la reconstrucción total del inmueble, además de bodegas, baños, cocina, sala multiuso y oficinas administrativas, entre otros espacios. La reconstrucción demoró tres años, tiempo en que estuvimos en dependencias de la junta de vecinos Los Jazmines", recuerda.
-¿Qué consejos les daría a las nuevas generaciones de educadoras de párvulos considerando toda su experiencia?
-Tanto a las técnicas como universitarias y a la comunidad en general, señalar la importancia que tiene la educación parvularia. Es la base de todo. Los niños son una esponja y nosotras somos las formadoras para que, cuando entren al colegio, vayan con una base. Lo más importante es entregarles valores, objetivos en la vida, que ellos sepan tener personalidad, que sepan cuáles son sus derechos, darles confianza para que puedan opinar. Hay que trabajar con responsabilidad y vocación para poder entregar una mejor y más efectiva educación.
-Chile está viviendo una crisis desde el 18 de octubre, ¿qué opina de los niños y jóvenes que protagonizan actos vandálicos tras las marchas?
-Creo que los niños y jóvenes tienen derechos, pero desde pequeños hay que saber entregárselos. Es importante explicarles que, así como tienen derechos, también tienen deberes. Los jóvenes que hacen destrozos luego de las marchas no han vivido otras épocas y es responsabilidad de los papás conversarles, contarles y decirles lo que está bien o no. La familia son los primeros educadores y no hay niño que se haya criado solo, siempre hay alguien, un abuelo, un tío, lo que pasa es que no le entregaron valores, afectos y los cariños necesarios, entonces ellos manifiestan sus carencias, rabia y angustia haciendo destrozos. Tengo fe en las nuevas generaciones. Los niños que van a los jardines infantiles se están formando de otra manera, los niños que están en la sala cuna y jardines infantiles van a ser distintos.
-¿Cuál es su opinión del proyecto de la sala cuna universal?
-Creo que será un completo fracaso y no ayudará en nada a las familias más vulnerables. Ese es un proyecto que apoya al empresario porque la sala cuna universal es para mujeres trabajadoras con seis meses de imposiciones, solo así el Estado lo subvencionará. Las mamás que no tengan seis meses de imposiciones no tendrán opción, lo que se convertirá en un círculo vicioso porque qué hace con su hijo la mamá temporera o la que trabaja en la feria sin contrato. No podrá llevar a su hijo a la sala cuna y lo va a tener en un coche mientras trabaja. ¿Qué vida es esa para ese bebé? Los más vulnerables no van a poder entrar al jardín, serán los más perjudicados.
Durante la década de los 80, Ernestina también se dedicó a la instrucción de auxiliares de párvulos en el Duoc San Antonio que se ubicaba en la Escuela Industrial de San Antonio y también hizo clases en el Instituto para Técnicos en Educación Parvularia, Inses, ubicado en calle Pudeto.
Hoy día, Ernestina quiere dedicarse a ella, a descansar y regalonear con su marido, Pedro Freire, su hijo Esteban y sus nietos Ignacio y Mateo.