La nueva vida del querido profesor sanantonino José Ovalle Núñez
El docente, de 77 años, fue fotografiado en la feria de Tejas Verdes vendiendo las nueces que él mismo produce. Asegura que gracias a esa publicación recibió mucho cariño de sus exalumnos y excolegas.
Hace unas semanas empezó a circular a través de las redes sociales la fotografía de un profesor jubilado que vendía nueces en la feria de Tejas Verdes. La imagen comenzó a viralizarse rápidamente y en cosa de horas, el docente aludido se enteró que su foto había sido compartida decenas de veces.
José Ovalle Núñez sonríe al relatar todo el revuelo que causó la imagen (página 9), y aprovecha de agradecer el cariño que recibió después de la publicación. Para él este reconocimiento se debe a sus más de cuarenta años dedicados a la docencia y a la huella que dejó en cada una de las personas con las que tuvo la oportunidad de compartir.
"La docencia la encontré por fortuna", reconoce. Desde joven pensó que su destino iba por el lado del comercio, por eso jamás pensó que estaría tanto tiempo dedicado a su labor en las salas de clases. "Siempre se ha dicho que los profesores ganamos poco pero los jubilados ganamos mucho menos (ríe)".
Su carrera comenzó en 1969 cuando fue trasladado a la escuela del sector de Risco Colorado, a metros del río Rapel. Después estuvo en la escuela El Chorrillo, ubicada cerca de la localidad de Pupuya, y tres años más tarde, se convirtió en el director de la escuela El Convento, en Santo Domingo.
"Cuando vino el golpe militar empezaron a sacar a muchos directores que no eran afines al Gobierno. A mí me sacaron casi de los últimos porque yo tampoco era afín al Gobierno, pero como estaba en el sector rural donde no hacía mucho daño, me dejaron hasta el final", relata.
En 1978 regresó a su natal San Antonio y, tras efectuar un reemplazo en la escuela España, fue designado como el nuevo jefe técnico de la escuela Pedro Viveros Ormeño de Tejas Verdes, donde más tarde asumió la dirección hasta el 2008 cuando se acogió a retiro. También trabajó en el colegio Fernández León.
Fueron años inolvidables. Hasta hoy, guarda los mejores recuerdos de su paso por el establecimiento de Tejas Verdes y asegura que adonde va, siente el cariño de sus exalumnos y de sus colegas.
Un emprendedor
Tras dejar la docencia, este sanantonino se dedicó a trabajar en el colectivo que tenía, pero asegura que decidió ponerle fin a este oficio debido a los malos tratos que muchas veces recibió. "Después que salí del colegio trabajé dos años en el colectivo pero me aburrí porque la gente es muy atrevida. Tuve 42 años de profesión, acostumbrado a otro trato y después cualquier persona me insultaba. Al final vendí el colectivo y me compré una parcela con fines comerciales".
Agrega que "yo siempre tuve otra actividad además de ser profesor. Me compré un colectivo y lo manejaba después de clases. Luego tuve una micro y en el verano la trabajaba".
Desde muy joven comenzó a trabajar. Con apenas nueve años repartía los volantes de la recordada paquetería La Violeta y más tarde estuvo detrás del mostrador.
"También trabajé en una verdulería. Siempre he sido bien busquilla porque mi vida ha sido de harto trabajo, pero me gusta porque es herencia paterna. Mi papá era muy trabajador, al igual que mi madre", recuerda.
Cuando tenía 14 años, su padre, que llevaba su mismo nombre, fue nombrado administrador del estadio Municipal de San Antonio, por lo que este adolescente tuvo que dejar los partidos de fútbol de los fines de semana para ayudarle a su progenitor.
"Mi papá era pastelero. Trabajó en El Nogal, en El Lucerna, en el 21 Grill. Cuando le dieron el trabajo del estadio, dejé de jugar a la pelota porque el sábado y domingo tenía que trabajar con él. Rayaba la cancha, ponía las mallas y me pagaban por eso. También salía a canastear las empanadas que hacíamos con mi papá y ahí ganaba mis pesos", explica.
Con mucho humor, rememora cuando sus compañeros del Instituto del Puerto lo molestaban porque él era el único que llegaba en moto al colegio.
"Recuerdo que me compré mi primera bici con la platita que ganaba y a los dos años la vendí y me compré una moto. Cuando llegaba al colegio en moto algunos me molestaban. Me gritaban panadero porque me veían vendiendo en el estadio, pero yo les respondía "pero con platita en el bolsillo", detalla antes de soltar una risotada.
Campo
Tras vender el colectivo, este profesor de Matemáticas y Educación Física se compró una parcela en el sector de Litueche, donde vive actualmente.
Como siempre le gustó el campo, ahora se dedica a cuidar su plantación de nogales. "Tengo árboles frutales y una plantación de nogales. Yo los planto, los podo, recojo las nueces, las limpio y las seco. Hacemos todo el trabajo. El año pasado me costó venderlas, por eso me vine a la feria y fue ahí cuando una exalumna me tomó la foto que salió en todo lados".
-¿Cómo fue eso?
-Ese día pasó una niña que fue mi alumna, y no es porque lo diga yo, pero me querían mucho, por eso yo tengo muy buenos recuerdos de la gente de Tejas Verdes. Ella me pidió permiso para sacarme la foto, yo creí que era para el recuerdo, pero jamás pensé que la verían en todos lados (ríe). Después llegó gente preguntándome y yo les decía que sí, que soy un profe jubilado que gana poco como el resto de mis colegas.
Orgulloso de sus hijos
Tras la publicación de su fotografía en las redes sociales, muchas personas le escribieron para agradecerle y darle sus saludos. Él ha recibido todo este reconocimiento con mucho orgullo.
"Uno de mis hijos me preguntó qué sentía al ver la foto. Le dije que tenía que enorgullecerse porque su padre estaba trabajando", explica y luego añade que "me siento orgulloso de lo que hice. Tengo tres hijos. El mayor trabajó en la Selección Chilena. A él le gusta el fútbol porque se crió en el estadio y además salió bueno para la pelota. Trabajó con la selección, entrenando arqueros con Juan Antonio Pizzi. Mi otro hijo tiene un lubricento en Centenario y mi hija, un SPA en Llolleo. Ella se dedica al yoga. A mis tres hijos les va bien y son muy buenos... Eso me emociona", dice, con lágrimas en sus ojos.
José Ovalle reconoce que ya no posee la vitalidad de sus años mozos, y que lo quiera o no, las 77 primaveras que ya lleva a cuestas, lo tienen un poco cansado.
Uno de sus sueños es vender su parcela de Litueche para comprarse una casa rodante y recorrer cada rincón del país, pero también sabe que si decide dejar atrás su trabajo en el campo y sus quehaceres, "me voy a aburrir".
"Tener la parcela también me demanda harto tiempo. Hay que limpiarla, tirar líquidos, cortar la maleza. Todos los días estoy trabajando desde las 7.30 horas, pero después debo hacer un break porque el sol allá "pica", entonces, después retomó las actividades cuando baja el calor. Al final me tienen que retar para poder entrar a comer algo porque se me pasa la hora muy rápido", cuenta.
Sueña con viajar en su casa rodante, pero también sabe que como lleva tanto tiempo realizando diferentes labores, no será fácil "parar".
"Capaz que después me aburra porque estoy acostumbrado a hacer cosas. Al final lo pienso e igual me gustaría comprar una media hectárea y así poder mantener el ritmo que tengo, pero todo depende de la venta de la parcela de Litueche. Me gustaría algo más cerca", explica.
Por estos días este sanantonino también forma parte de la junta de vecinos de San Vicente de Pucalán, sector donde vive, y también pertenece al club del adulto mayor Sagrado Corazón de Jesús de San Vicente de Pucalán y a la Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Navidad.
"También estoy en un club de cueca y a veces vengo a Llolleo a bailar también. (ríe). Tengo muchas cosas que hacer y como siempre, me gusta dar lo mejor de mí. Creo que gracias a eso me he ganado el cariño de mucha gente", recalca.