El Parralino, un lugar de sabores caseros
Desde hace 25 años que este restaurante ofrece lo mejor de la comida chilena. Juan y Julia, sus dueños, hoy resisten a los complejos días que vive Chile.
Desde hace 25 años, en la casa número 450 de la calle Luis González, en Barrancas, existe el restaurante "El Parralino", un recinto donde la comida casera es cocinada con antiguas y sabrosas recetas que nada tienen que envidiarle al presuntuoso estilo gourmet.
Julia Rodríguez Sandoval (76) y su esposo Juan Sepúlveda Gutiérrez (80) están casados desde hace 50 años y son los dueños de este lugar donde afloran esos aromas culinarios que a muchos recuerdan las casas de los abuelos. Sencillas mesas de madera, un viejo mesón que sirve de barra, manteles de hule sobre añosas mesas y platos con antiguos diseños. Así se ve por dentro este restaurante.
Ellos son los que cocinan cada platillo y además reciben y atienden a los clientes. Son ellos quienes hoy se mantienen firmes para no doblegarse ante una clientela cada vez más esquiva, sobre todo en un periodo de estallido social en que el comercio ha pagado parte de los efectos de la crisis.
Antes de abrir "El Parralino", Juan y Julia habían tenido un restaurante en Tejas Verdes, frente a la Escuela de Ingenieros Militares y administraron una residencial en Cartagena. A fines de los año 80 también abrieron un restaurante en la calle Lautaro, en Barrancas, pero el alto costo del arriendo los hizo emigrar. Fue así como encontraron la casa de calle Luis González donde, en 1995, se instalaron con el local que hoy se mantiene incólume.
"Éramos de Santiago, de la comuna de La Granja, y llegamos en el año 1986 a Cartagena. En Santiago teníamos un negocio de frutos del país, pero nunca habíamos tenido un restaurante", cuenta Julia.
Historia de amor
La historia de amor que ambos crearon es la de dos emprendedores, de esos que unidos logran lo que quieren. En sus tiempos de juventud, don Juan había sido garzón en la boite "La Sirena", en Santiago, y ella atendía una pastelería y restaurante. De esas experiencias laborales adquirieron parte de los conocimientos del mundo del comercio.
Y se llama "El Parralino" porque Juan Rodríguez nació en Parral, aquella comuna de la Región del Maule. Claramente hay un aire sureño en el recinto y que se nota en esa sencillez con que se hacen las cosas para que terminen siendo extraordinarias.
Julia, mientras pela papas en la cocina de "El Parralino", dice que en estas dos décadas y media de historia, el restaurante ha ganado fama por sus ricas cazuelas, el inconfundible chupe guatitas, el chupe de jaiba, el lomo a lo pobre y el congrio frito o en caldillo.
Ella admite que los tiempos están malos para los negocios, pero que eso nos les quita fuerzas para levantarse cada día y armar los platos que siempre han caracterizado a "El Parralino".
"Yo creo que se irá a componer", sostiene cuando muy cerca de ella su marido está emplatando unas cotizadas guatitas a la jardinera.
Juan, a sus 80 años, se mueve con facilidad en la gran cocina que ambos comparten. Él lleva en su cabeza el típico atuendo blanco que protege su cabeza; de su cuello cuelga un delantal negro y en sus manos la voluntad de preparar exquisitas recetas para paladares rigurosos y para esos que añoran la comida que hacían sus madres y abuelas.
Jamás están o han estado separados. Nunca se enferman gravemente. Los conflictos que puedan tener en la cocina, los solucionan con rapidez. El matrimonio se ve inalterable para Juan y Julia, que desde que se conocieron en las calles capitalinas jamás volvieron estar lejos el uno del otro. Han vivido el amor en todas sus formas, pero la más eficiente fórmula para seguir juntos es solo el amor, la paciencia de conocer y querer a quien uno ama.
Y aunque ese romance ya suma cinco décadas, para ellos la vida es más simple que cumplir más y más años viviendo las rutinas, dolores y victorias con la misma persona. De hecho, el día en que ellos dieron esta entrevista fue el pasado 29 de enero, fecha en que se casaron hace ya medio siglo, en el año 1970. No organizaron fiesta para celebrar sus bodas de oro, reconocen que tampoco les importaba hacerlo. Basta solo con estar unidos y entregar lo mejor de cada uno para el otro. Cuando ambos se miran y hablan a la vez, el lazo que los une parece de titanio, indestructible, mágico, envidiable, planetario.
Sobre el momento que vive el país en procura de demandas sociales que por años fueron postergadas, Julia espera que "todo lo que está pasando sirva de algo, porque la salud está tan mala y las pensiones son muy bajas, y que ojalá se terminen las AFP". Juan, que se suma a la conversación, dice que "Hay que seguir dándole".
Siempre seria en la entrevista, a Julia se le escapa la sonrisa de abuela chocha cuando habla de sus tres nietas, que son hijas del único hijo que tuvo con su esposo. Julio Sepúlveda Rodríguez es aquel hombre que desde pequeño recibió todo el amor de la pareja. "Es muy regalón, ha sido buen hijo, muy cariñoso, siempre ha sido muy apegado a nosotros", confirma ella mientras su marido confirma cada una de esas palabras.
Un clásico
Todos los viernes, a eso de las seis de la tarde, "El Parralino" recibe a quienes gustan de comer el clásico plato de este puerto. "El Perol", mezcla de sabores y carnes que alienta a los parroquianos a gozar de alegres horas en este recinto de la calle Luis González. Siempre es bueno acompañarlo con un vaso de vino, buena conversa o viendo un partido de fútbol en el televisor que hay en los comedores. Quienes allí llegan sostienen largas y amenas tertulias con don Juan Sepúlveda, quien confirma que cuando salió de Parral para buscar fortuna en Santiago tenía claro que su sueño era tener un local propio. Y fue en San Antonio donde ese anhelo se cumplió junto a su amada Julia, la mujer que tomó su corazón para arrullarlo con la eternidad del amor sincero.
"Tenemos buenos clientes, pocos pero buenos"
Julia Rodríguez.