Un sanantonino en la China del coronavirus
Óscar Acevedo, con 18 años de residencia parcial en tierras asiáticas, cuenta cómo pasó los primeros días tras el estallido del brote de la temida enfermedad que mantiene al mundo en vilo.
Desde hace casi dos décadas que el sanantonino Óscar Eduardo Acevedo Soto (58) vive gran parte del año en China. Su trabajo como empresario y representante de una compañía dedicada a la construcción de plantas de alimentos para animales y también como socio de una firma ligada a la energía fotovoltaica y a las plantas solares, lo obliga a estar permanentemente en aquel país asiático, el cual hoy está bajo alerta por la expansión que ha experimentado el coronavirus.
Es costumbre que cada año él resida en China desde marzo a octubre, el resto lo pasa en San Antonio junto a su esposa Isolde González Pavez y su hijo Óscar Manuel. Carolina, la mayor de sus retoños, vive en Alemania.
La idea, explica, es estar lejos de aquella nación cuando allá es invierno, pues en la zona donde él habita, en la ciudad de Yangzhou, en la provincia de Jiangsu, las temperaturas llegan a menos 10° C bajo cero y la nieve sobrepasalos dos metros de altura.
Sin embargo, este 2020 tuvo que viajar el 4 de enero a China y debía volver el día 31 a Chile, todo con el objetivo de concretar algunos negocios y aprovechar de pasear junto a un grupo de amigos.
China y Chile tienen grandes diferencias, pero Óscar ha sabido acostumbrarse y ya incluso conoce de memoria la historia del aquel país milenario.
"La principal barrera es vivir en un país donde todo funciona, donde todo es muy ordenado. Por ejemplo, donde yo vivo, que es un pueblo que tiene miles de años de antigüedad, nunca ha habido un asalto a un banco, una violación o un homicidio, cosa que es bastante increíble porque nosotros estamos acostumbrados a que alguna cosa te pueda pasar", afirma en conversación con El Líder Dominical.
La rutina de los millones de habitantes chinos se ha visto trastocada con la alerta que generó la aparición del brote de coronavirus en Wuhan, ciudad distante a unos 700 kilómetros de la localidad donde él reside. "Wuhan es la ciudad más grande y más poblada de China, le dicen la perla del centro de China, es una ciudad con mucho movimiento porque es la capital del acero del mundo", cuenta.
-¿Es cierto que en lugares como Wuhan los habitantes comen de todo, incluso murciélagos?
-Algo de realidad hay en eso. Nosotros (en China) en cada provincia tenemos una realidad distinta. Por ejemplo, en mi provincia y en mi ciudad nada de lo que se pudiese comer en Wuhan sería comido acá, porque culturalmente son ciudades muy distintas en el idioma e inclusive en la etnia. Hay mercados que todavía quedan, aunque en ciudades como Beijing y Shangai ya los han erradico, donde venden animales exóticos como este tipo de murciélagos que pesan cuatro a cinco kilos y que, supuestamente, son muy ricos porque solo comen frutas y con el cual se prepara una sopa que es muy apetecida en esa zona, pero en mi ciudad jamás se comería eso. Ahora se cree que por esa parte pudo haber venido la cadena de infección (del coronavirus), pero eso no está absolutamente claro y no se ha podido determinar, a ciencia cierta, el origen, aunque sí esto viene de Wuhan.
El ejército
Óscar detalla que apenas se confirmó que el brote estaba en Wuhan, el ejército chino cerró la ciudad completamente. "En la provincia de Hubei, a la que pertenece Wuhan, hay 17 ciudades cerradas", acota.
Fueron los mismos militares los que trabajaron para construir el hospital que en solo 10 días estuvo terminado en Wuhan. "El ejército es altamente profesionalizado… En Chile estamos acostumbrados a que el Ejército custodie las fronteras de los peligros externos, pero en China además atiende a su población como en un caso de un terremoto. Y este hospital es como un hospital de campaña y ellos están acostumbrados a hacer este tipo de construcciones de gran escala", cuenta.
Al conocerse los primeros casos de coronavirus y con la cuarentena que se aplicó a varias ciudades, la gente se alarmó y todo empezó en la víspera del Año Nuevo Chino, que este año era el 24 de enero. La mayoría estaba de vacaciones y muchos habían viajado a sus pueblos de origen para pasar las fiestas nacionales con sus familias y amigos. El sanantonino fue testigo de todo aquel proceso.
"Es un mes de fiesta y se calcula que en 2019 en un día se movilizaron 800 millones de personas en el sistema ferroviario chino. Tomando en cuenta esto, se hizo un estudio que determinó que 3 millones 200 mil personas salieron de Wuhan por este Año Nuevo Chino y eso es lo complicado", afirma.
En este caso, dice él, ha servido mucho el apego al orden con que trabajan los chinos, ya que con la ayuda de la tecnología de posicionamiento satelital lograron rastrear a las personas que habían salido de Wuhan y así les enviaron un mensaje de texto para informarles que debían concurrir a un hospital donde serían examinados.
"La segunda medida de control que tienen los chinos es que todas las patentes de los vehículos tienen un ideograma que antecedente al número de la patente y que indica de qué ciudad es, por lo que identificar a los automóviles que son de Wuhan es super fácil y todos los controles carreteros tienen lectores de patentes", explica.
Y aunque Yangzhou está lejos de Wuhan, igualmente la enfermedad reportó ya ocho casos en la ciudad donde él vive. "Ocho casos en una ciudad de cinco millones de habitantes no es mucho, además que son todas personas de fuera de la ciudad y ninguna ha muerto", dice Óscar.
La situación no deja de ser preocupante. Por eso, según el sanantonino, el Gobierno le ha pedido a la gente de Wuhan que se mantenga en sus casas hasta el 20 de febrero. "Ese día se va a saber el resultado de una reevaluación del tema, ya que por los días que hayan transcurrido el virus en esa fecha se les tendría que haber manifestado a los que estén enfermos. En ese momento va a haber un protocolo para los que regresen a sus lugares de trabajo después de estar en sus ciudades de origen", agrega.
-¿Sintió miedo al estar allá?
--No, yo lo vi super relajado porque es una enfermedad que tiene una morbilidad muy baja de 2,2% y mi posibilidad de contagio no era muy alta. El problema es que cuando empezaron a cerrar ciudades, había una alta probabilidad de que cerraran nuestra ciudad, donde estamos rodeados por dos ríos, el Yangtze y el Amarillo, y las formas de salir son por puentes colgantes o por transbordador marítimo como los que hay en Chiloé. Si cerraban esas dos cosas, quedábamos aislados y nosotros teníamos que volver el viernes 31 de enero al aeropuerto de Shangai…No había trenes ni buses y por eso con los otros tres chilenos que estábamos, viajamos un día antes en un transfer con todas las maletas. Nos quedamos en un hotel que está al lado del aeropuerto y allí nos estuvimos encerrados hasta el otro día para tomar el vuelo, que fue el último que salió con destino a Estados Unidos, el vuelo nuestro cerró la temporada de vuelos. Yo no sentí miedo, porque además nos pasaron cajas de mascarillas y toallitas con alcohol gel para limpiarse las manos, los recintos se sanitizaban, te tomaban la temperatura en todas partes. Cuando veníamos a Shangai nos hicieron un control y llenamos una ficha con control de temperatura, nos revisaron los oídos con unas máquinas especiales y en el aeropuerto hay barreras biológicas. Con todo eso salimos bien seguros, al menos hasta ese minuto no teníamos nada (del coronavirus).
-¿Cuando está en China, le afecta mucho estar lejos de la familia?
-Sí afecta, de todas maneras; afecta mucho porque uno no está con la familia en los momentos importantes, pero todo tiene sus costos y beneficios porque esto ha permitido que mis hijos hayan estudiado y también han estado en China y se han acostumbrado a salir al mundo.
Disfrutando en familia
Por estos días, tras su regreso desde China, Óscar disfruta del descanso en San Antonio. Deberá esperar a marzo para definir cuándo volver a cumplir con sus obligaciones laborales en Yangzhou.
En su puerto natal están la calidez del hogar y el amor de su esposa. A salvo del virus que atemoriza a los chinos, aprovechará este periodo para descansar y olvidarse un poco del frenético mundo de los negocios y también del ya mediático coronavirus.
"Acá en San Antonio aprovecho de ir a pescar porque allá en China cuesta mucho hacerlo", asevera tras recorrer la ciudad puerto que siempre llevará en el corazón.
"Acá en San Antonio aprovecho de ir a pescar porque allá en China cuesta mucho hacerlo",
Óscar Acevedo.