Esteban Vidal, el chef que emprendió "A leña"
Sufrió un accidente que lo dejó sin sueldo. La falta de recursos lo llevó a iniciar un emprendimiento que se llama a "A leña" y que ofrece exquisitas recetas preparadas con el aroma inconfundible que les da el fuego de la leña.
En septiembre del año pasado, Esteban Vidal Castro (39) vivió un duro momento. Había ingresado a trabajar como chef en el restaurante de Santa María del Mar, en Santo Domingo, y tenía fe en que eso le significaría la estabilidad laboral que siempre buscó. Era una buena opción para demostrar sus habilidades profesionales, pero un accidente provocó un quiebre en su vida y truncó esos planes.
Formado en la cocina de la Fuerza Aérea, en la base de El Bosque, fue a los 15 años que conoció el fascinante mundo de la cocina. Lo hizo como un aprendiz en aquel lugar al que había llegado gracias a un vecino que era el administrador del casino del Club de Oficiales de la Fach. Intruso, astuto y muy atento a lo que quería aprender, para él fue fácil adquirir los conocimientos del arte culinario.
"Iba a lavar ollas y platos y empecé a mirar al ´maestro de cocina´, quer como se les llamaba en ese tiempos porque en esos años no se usaba la palabra chef. Cuando salí de octavo básico yo quería estudiar cocina", afirma este hombre nacido en Chillán que después emigraría a Santiago y que hace tres años llegó a vivir a Santo Domingo.
Vivió en las ciudades de Lloret y Madrid, en España. Allá ganó experiencia en un área donde se imponen la creatividad y la calidad de los platos. También fue, por tres años, el chef de Mario Kreutzberger "Don Francisco".
"En España iba a trabajar gratis en un restaurante que tenía estrella Michelin, que es la obsesión de los cocineros. Ahí me di cuenta de lo que realmente quería y decidí volver a Chile y empecé a buscar (trabajo). Acá en San Antonio tengo a un amigo que es Mauro Pino, lo llamé y me hizo los contactos y así fue cómo me vine a la zona", cuenta.
Al llegar a San Antonio trabajó en el restaurante Juan Pescador, en San Antonio , donde estuvo un año y medio. "Ahí hice varias cosas como chef, cambié todo y me iba súper bien hasta que llegó el momento de cambiar", añade.
Dejó su puesto en "El Pescador" y consiguió una buena oferta de trabajo en Santa María del Mar. Cuando recién llevaba un mes en dicho establecimiento, pasó algo que lo afectó enormemente. "Yo venía llegando a mi casa, en Santo Domingo, y mi perro Doky salió a recibirme a la calle y vi cuando una camioneta lo atropelló, yo me acerqué a él y me arrancó una parte del dedo índice de mi mano derecha. Los médicos tuvieron que sacarme piel de la zona de la muñeca para hacer un injerto", relata.
"la vi mal"
El desafortunado episodio se volvió en un impedimento para realizar sus labores en el restaurante. Le dieron licencia médica, pero recién este año el Compin le pagó la totalidad de esos descansos por salud. Sin ingresos y con la imposibilidad de usar su mano derecha para trabajar, la situación se complicó con el pasar de las semanas posteriores al accidente. "La vi mal porque estuve parado dos meses, recién en enero me pagaron las licencias médicas de octubre del año pasado. Además no pude hacer las terapias porque no tenía dinero para costearlas", admite.
Con su esposa Karen Guzmán, que es profesora, buscaban una salida a una compleja situación económica. Había que pagar arriendo por la casa en que viven y los pesos no alcanzaban "para vivir tranquilos". Amigos y cercanos, preocupados por su estado, lo conminaron a cocinar y a vender sus platos en forma independiente.
"Me acuerdo que después del accidente me fui a pasar las fiestas del 18 a Santiago, me sentía muy mal e inservible porque no podía mover mi mano. Quería volver a mi casa y así lo hice", señala.
Una oportunidad
De regreso en su hogar , dejó que pasaran algunos días hasta que un amigo le dijo que le cocinara unas recetas y que él le pagaría por eso. "Además otro amigo que hice cuando trabajé en un hotel en Santiago, supo que me había accidentado y me envió una ayuda y con eso compré una caja de pollos y un saco de papas, así que la primera vez vendí pollo asado con papas mayo", añade.
En el debut de su emprendimiento vendió cerca de 100 platos. Ante eso no le quedó más que iniciar sus actividades como independiente. Recicló un horno de barro que había desechado su madre. Junto a su esposa y su hijo Luciano le buscaron un nombre al negocio hasta que dieron con uno.
"Mi hijo Luciano me dijo ´papá vamos a hacer bien las cosas, así que pongámosle un nombre. Queríamos entregar comida a domicilio, en un envase que fuera biodegradable porque mi señora es ecologista. Como siempre tengo una parrilla prendida con leña, decidimos ponerle 'A leña', que nos sonó bien y no había nada que se llamara así", detalla.
"Me atreví y empecé con mi comida...Y se llama 'A leña' porque el 90% de mis preparaciones las hago a leña", afirma.
Ser independiente le abrió las puertas a un mundo laboral distinto, pues de esa manera los logros que pueda conseguir están relacionados con el esfuerzo que haga, él maneja su ritmo diario y así puede pasar más tiempo en la casa, que pasó a ser su lugar de trabajo porque allí estaba su cocina. Así también puede dedicarles más horas a su esposa y su hijo.
La clave es que casi todo en su cocina se hace a leña. Las verduras salteadas sobre una parrilla, la carne cocida en el horno de barro. "Todo eso le da un sabor distinto a la comida, los que saben apreciar eso, lo aprovechan bien. Ya tengo hartos clientes y me llaman de algunas empresas y tengo hartas entregas en la Municipalidad de Santo Domingo", sostiene.
Fue en el mismo municipio santodomingano donde encontró un apoyo porque ahí le brindaron asesoría técnica para obtener las autorizaciones sanitarias y así formalizar el emprendimiento que hoy le hace sentir el pecho inflado de orgullo.
Trabaja de lunes a domingo para preparar los platos y luego llevarlos a sus clientes. También ofrece cenas al personal de apoyo de Conaf, que en su mayoría son españoles que llegan a Chile para cubrir las necesidades de la temporada de incendios forestales. "A ellos les preparo paella o callitos a la madrileña", afirma este chef que estudió gastronomía en Inacap, en Santiago, para luego ir perfeccionando su técnica con nuevos cursos de especialización.
"Yo siempre le doy las gracias a Dios, a quien yo le llamo ´el viejo flaco´ y que me ayuda harto. Cuando nació este proyecto le dije a mi señora que con 10 almuerzos que vendiera al día estaríamos bien, pero ahora esos 10 almuerzos se transformaron en 20 y 30 y ya estoy casi en los 50 almuerzos diarios", destaca. Cada colación tiene un valor de $2500 e incluye postre, que casi siempre es fruta.
Proyección
Su proyecto es hacer crecer el negocio. Para eso piensa instalar un comedor bajo techo en la propiedad donde vive junto a su familia y ahí ofrecerles a los clientes lo mejor de una cocina a la que él le ha dado un toque personal. "Quiero tener bien bonita la terraza para recibir a mis amigos y a todos los que quieran venir a comer en A Leña", dice.
Pero su sueño más anhelado es tener la casa propia, ya que hoy arrienda una vivienda en el sector del aeródromo de Santo Domingo. Y claro que tiene opciones de concretar ese anhelo, pues fuerzas y apoyo familiar nunca le han faltado. Ese legado de tesón les deja a sus hijos Esteban (22), Paulina (21) y Luciano (10). Un legado siempre necesario para todos.
"En San Antonio tengo a un amigo que es Mauro Pino, lo llamé y me hizo los contactos y así me vine a la zona",
Esteban Vidal.