Aprendió los secretos de la cocina de su abuela y emprendió con su propio negocio
La amasandería y pastelería "Dónde la Lela" está ubicada en el camino San Juan #4630. "Mi abuela y mi madre me enseñaron el poder de la voluntad", dice su dueña, Clemira González.
Todos tienen una deuda de gratitud con sus antepasados porque estos lucharon incansablemente para lograr lo que su descendencia es hoy. El éxito es de los padres, abuelos, bisabuelos, quienes se sacrificaron por años para que las nuevas generaciones tuvieran una mejor vida.
Mila lo tiene muy claro, lo reconoce y es la historia que cuenta cuando habla del inicio de su emprendimiento "Donde la Lela", amasandería y pastelería donde vende masas dulces y saladas con un toque especial, heredado de su abuela.
Desde pequeña la conocen como Mila, pero su nombre es Clemira Ester González González. Tiene 45 años y siempre ha vivido en San Juan. Es casada y madre de Gerardo (27), Jesús (17) y José Tomás (10).
"Donde la Lela" es un emprendimiento que tiene el poder, la garra y la enseñanza de tres generaciones de mujeres obsesionada por sacar a su familia adelante.
-¿Por qué su negocio se llama Donde la Lela?
-Cuando empecé a vender empanadas, hace ya varios años, era solo por encargo. Iba casa por casa preguntando si querían algo para el fin de semana y el horno de barro donde las cocía era de mi mamá, que vive a diez casas de la mía. Es muy común aquí en San Juan tener un horno de barro en los patios de la casa, pero yo no tenía. Desde siempre ella me ha ayudado y fue en su casa donde empezó todo. Cuando busqué un nombre para el negocio, no lo pensé dos veces. Los nietos le dicen Lela a mi mamá.
En un principio, Mila solo hacía empanadas de pino que ofrecía a los vecinos. Salía casa por casa los días jueves a anotar los pedidos que entregaba los sábado o domingo. Luego de un tiempo e incentivada por la familia, se armó de valor, escribió una pizarra y la colgó en la entrada.
Sobre es periodo cuenta que "me sorprendí de la cantidad de personas que entraron esa primera vez. Por novedad todos pasaban a preguntar y me fue excelente ese verano. Quería ayudar a mi marido que trabaja en el transporte, ya que mi hijo había entrado a la universidad y necesitábamos más recursos para apoyarlo en sus viajes. Eso me dio el valor de sacar un letrero a la calle".
Tremendo apoyo
Margot González es la madre de Mila y vive a diez casas de la Amasandería y Pastelería "Donde la Lela", y por problemas de salud le cuesta movilizarse sola, pero apoya en todo lo que puede a su hija.
"Mi mamá siempre ha sido muy colaboradora con el tema del negocio, me ayuda mucho. Gracias a ella me ha resultado todo porque siempre ha creído en mí y he tenido mucho incentivo de su parte. Ahora no puede venir tanto porque tiene problemas de artrosis en las caderas, lo que la limita para caminar", detalla Mila.
Revela que "para que participe y venga, lo que le gusta mucho, tengo que ir a buscarla y a dejarla, pero como también mi papá está pasando por un tema de salud complicado, ya se les hace más difícil, pero de una u otra forma se involucran y siempre están pendientes".
-¿Cómo aprendió la preparación de masas y a cocinar?
-Primero decir que todo lo que preparamos es de forma artesanal, muy de casa. Siempre fuimos muy incentivados a ayudar en la cocina desde la época de mi abuela paterna. Todo lo que aprendí a hacer en la cocina, masas y empanadas fue por enseñanza de ella. Hay cosas que ni siquiera uno sabe que sabe y están en el inconsciente esperando a que las ocupemos. De repente, sin buscarlo, te das cuenta de eso. Sus lecciones retumban en mi mente. Solo tuve que buscarlas. Ella y mi madre me enseñaron el poder de la voluntad.
"Mis abuelos eran de tradiciones. Mi abuela venía del sur, muy buena para la cocina y con mucha cultura gastronómica mapuche. Mezclaba condimentos, tenía una forma distinta de cocinar. Todo lo celebraba con comida y nos involucraba a todos desde muy chicos en la cocina, de alguna forma siempre trabajamos", recuerda.
Agrega que "todas las tradiciones las fue traspasando. Todo giraba en torno a la cocina y al horno de barro. Yo ni siquiera me había dado cuenta de todo lo que sabía hacer. Poco a poco fui recordando detalles, que hacen la diferencia".
En un principio, a Mila no la convencía la masa de las empanadas. Encontraba que algo le faltaba. "Me costó recordar el tipo de masa. Un día mi papá, que me ayuda mucho también, me dijo lo que él creía que le podía faltar, le hice caso hasta que logré la que yo quería y con esa me quedé", señala.
Añade que "era ir un poco más atrás en mis recuerdos y así logré dar con el sabor de la que hacía mi abuela. Al principio yo usaba manteca envasada y antiguamente se cocinaba con manteca natural. Antes se mataba un animal y todo se aprovechaba porque no había supermercados como ahora que hacen la vida más fácil porque está todo listo. Ese era el detalle, empezamos a producir nuestra propia manteca y ahí se logró el resultado que esperábamos".
Mila compra el tocino en la carnicería, la Lela lo pica y hacen la preparación justa que necesitan para sus masas. "No es mezcla comprada a un distribuidor, es todo natural porque si no, no me daría el resultado de las cosas que nosotros vendemos. Compro en la carnicería el tocino y mi mamá me dice que se lo lleve para ella cortarlo. Me apoya y está siempre presente en el negocio", asegura.
Tradiciones
Cuando Mila abrió su negocio, comenzó a vender sin publicidad mientras iba complementando la infraestructura necesaria. "Ya me había dado a conocer un poquito vendiendo a pedido. Se trabaja harto en la cocina, pero más allá del tiempo que se ocupa en la elaboración es la preocupación de que las cosas salgan bien. La calidad está por encima de todo. Soy muy exigente en eso, tengo dos personas que me ayudan, pero siempre todo lo que se cocina pasa por mí. Prefiero preparar cada ingrediente desde el comienzo con el fin de garantizar altos estándares", señala.
Estilo rústico
Del entorno de su negocio, también se preocupa ella. En los jardines de su casa, donde está ubicado Donde la Lela, tiene adornos antiguos que ha ido juntando o comprando en ferias, lo que le da un estilo rústico al lugar.
"El estilo me interpreta totalmente. Quise darle un estilo más acogedor y familiar, con mucha madera y tradición. De alguna forma todo se relaciona. Recuerdos y antigüedades porque mi negocio nace gracias al recuerdo que tengo de lo que me enseñaron mis abuelos, entonces de alguna forma trato de darle ese sentido", señala
"Este estilo me identifica y la idea es que los más pequeños también vayan viendo antigüedades y pregunten para qué servían y que los adultos disfruten del entorno y que se sientan cómodos", explica.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
-La idea es seguir creciendo sin perder la identidad. Quiero tener una cafetería sin desvirtuar la tradición de la pastelería y las masas que están hechas de la forma antigua, todo a mano y con productos naturales hasta con frutas del sector y seguir con estilo rústico. Quizás incorporar almuerzos. La idea es ir cumpliendo con las necesidades de la gente a la hora del desayuno, almuerzo y once, complementado con las empanadas.
"El producto estrella que tenemos y que entregamos en cafeterías en Llolleo son las dobladas rellenas; son en formato más pequeño que una empanada, con apariencia artesanal y con variedad de rellenos: queso, champiñones, aceitunas, peperoni. Son la alternativa salada para cafetería", finaliza.