Los antiguos griegos sostenían que el desarrollo del ser humano necesitaba de otros seres humanos. El ser humano, como dijo Aristóteles, es un "animal político", un ser de entidad biológica que necesita de la polis, la ciudad comunidad-política, para desarrollar sus potencias. La cuestión central de la política es, entonces, cómo organizamos dicha comunidad para que logre su principal propósito.
Una parte de la respuesta es la organización del poder. Este es el terreno de la democracia constitucional contemporánea y los poderes del Estado.
Pero esta no es la respuesta completa acerca del cómo organizarnos para lograr el desarrollo de las potencias humanas. La ley sólo fija unos mínimos de conducta y orientación, pero no enseña cómo debe utilizarse la libertad para avanzar en la consecución del bienestar general.
Las organizaciones de la comunidad, intermedias entre el Estado y el individuo (y por eso llamadas grupos intermedios), contribuyen a orientar y educar al individuo en el uso de su libertad política. Estas organizaciones nacen desde la sociedad y agrupan a quienes acuerdan perseguir los fines que quieran, en la forma que estimen adecuada.
Su aporte social es doble. El más importante es a la formación ciudadana de sus integrantes, los que aprenden, en la escala del grupo, acerca de la vida comunitaria, fines, medios, organización y finitud. El segundo es su participación en los procesos decisorios políticos, como representante de la opinión de sus integrantes.
Para que existan grupos intermedios se requiere vida comunitaria. Es la vida en común la que, naturalmente, da vida a las organizaciones comunitarias. La ciudad, la gran ciudad, organizada racionalmente para el servicio localizado y concentrado de funciones diferenciadas, transforma el espacio común en un mero lugar de tránsito y, la más de las veces, en un obstáculo que dificulta la satisfacción de la necesidad individual. Si le sumamos el desarrollo de una expedita y completa comunicación digital, que permite la satisfacción de necesidades sin contacto material con otros seres humanos, construimos un mundo individual con escasa o nula vida en común. ¿Es posible, en estas condiciones, construir organizaciones comunitarias sanas e importantes para la vida social? Creo que no. De ahí que, como mínimo, debamos adquirir conciencia del valor comunitario de lo próximo y cercano y olvidar la vida virtual como sustituto perfecto de la vida real. -
Las asociaciones civiles son una parte importante del tejido social democrático. A través de ellas, las personas se reúnen en torno a intereses comunes que consideran relevantes promover por diversas razones. Así, normalmente, las personas forman uniones sociales (juntas de vecinos, fundaciones, ONG, corporaciones, etc.) orientadas a la difusión de sus intereses para, en última instancia, influir en la toma de decisiones públicas.
Por tanto, las asociaciones civiles son verdaderos puentes de comunicación entre los grupos sociales y las autoridades, haciendo posible que éstas tengan una representación, lo más acabada posible, de los intereses involucrados en los asuntos públicos propios de sus funciones y atribuciones.
De este modo, la democracia adquiere vigor y fortaleza en la medida que haya una sociedad civil extensamente organizada y que, a su vez, sea representativa de los intereses que configuran el arco social.
Valga recordar que, Alexis de Tocqueville, durante su estadía en la joven República estadounidense, señaló, en su obra "Democracia en América", que le impresionó, precisamente, la existencia de una sociedad civil robusta producto de ciudadanos organizados en agrupaciones y comunidades, lo cual repercutía en una cultura política exigente con la autoridad. Concluyendo, así, que el asociacionismo es la mediación principal entre el interés individual y el espíritu público porque arranca a los individuos de sus quehaceres particulares, disminuye el provincianismo y desarrolla la capacidad de acción colectiva. Solo una vida local enérgica convierte a los individuos en ciudadanos, en seres que viven la política como una empresa común en la que reconocen sus propios intereses.
Naturalmente, para conseguir dichos efectos beneficiosos, se hace necesario que existan diversos medios de apoyo jurídico y económico para el desarrollo de un tejido comunitario diverso, que no dependa de la filantropía de los particulares ni de recursos públicos gestionados por caudillos.
La nueva Constitución deberá sentar principios que reconozcan el lugar central del asociacionismo, como un espacio público donde las personas viven la ciudadanía, rompiendo, a su vez, la posición monopólica de los partidos políticos en cuanto instancias de representación popular. -
Alan Bronfman Vargas
Profesor de Derecho Constitucional
Profesor Dr. Carlos Dorn Garrido