La búsqueda de paz del mexicano que fotografiaba la violencia narco
Tras un recorrido por diversas ciudades de Sudamérica, Eric Miralrío se radicó el 2018 en San Antonio, donde rápidamente echó raíces gracias a la música y su conexión con el mar.
Entre su trabajo como garzón en un restaurante de Barrancas y su pasión por fotografiar los paisajes cotidianos del Litoral Central se pasa los días Eric Miralrío (40), un fotógrafo mexicano que hace seis años dejó su natal Acapulco con la misión de encontrar en Sudamérica un lugar más tranquilo para vivir.
Lima (Perú), La Paz (Bolivia) y Viña del Mar fueron las ciudades donde vivió, hasta que hace dos años el dato de un trabajo lo trajo hasta San Antonio, donde sin darse cuenta se ha ido quedando.
La partida
Antes de iniciar su viaje sin retorno, Miralrío trabajaba como fotógrafo para diversos medios de comunicación, inmortalizando el acontecer noticioso de Acapulco, una ciudad turística golpeada desde el 2006 por la brutal violencia del narcotráfico.
Tras años cubriendo los asesinatos producidos por el tráfico de drogas, se dio una pausa en 2014 y visitó Argentina y Chile. En Acapulco, donde la violencia seguía desatada, una mala noticia lo esperaba.
"Cuando llegué tras las vacaciones, habían matado a un amigo de radio, el periodista Roberto Torres Palacios. Lo desaparecieron y lo encontraron dos días después. La violencia ya estaba dentro del círculo de mis amistades. Antes uno lo veía más lejano, pero se empezaron a acercar las cosas. Chile se me hizo muy tranquilo y por eso pensé que si podía estar en otro lado mejor me iba para allá", recuerda sobre su decisión de abandonar su tierra natal.
Desde el estallido de la violencia en el famoso balneario mexicano, Miralrío fotografió todas las noticias relacionadas con el "narco" (como le llama él). "En 2006 ocurrió la balacera de la Garita de Acapulco, un enfrentamiento entre un grupo de narcos y la policía municipal. La pugna no se dio porque los policías hayan sido honestos y cuidaban a la ciudadanía, sino que era policía corrupta que mató a los enemigos de los narcos que ellos protegían. Esa vez mi foto estuvo en la primera plana", cuenta.
-¿Qué significó ese hecho para ti?
-Lo impresionante para todos es que de ahí se desató toda la violencia y después hubo granadas, Aka 47. Hubo de todo. Antes como reporteros quizás nos tocaba cubrir un muerto por una riña o atropello, pero después de eso hubo represalias y policías a los que les cortaron la cabeza y las pusieron en las oficinas de gobierno con una pancarta que decía 'para que aprendan a respetar'.
Tras esto, los asesinatos se convirtieron prácticamente en el pan de cada día. "Todo era balaceras, asesinatos, colgados, desollados y degollados. Todo trataba de eso".
Aunque significó una época de mayores ganancias, pues vendía sus fotografías a medios y agencias internacionales, el peligro aumentó. Sobre los riesgos diarios que viven los trabajadores de la prensa en México, explica que "puedes ir a cubrir una noticia con seis muertos y ves normalmente a los mismos fotógrafos y reporteros, porque Acapulco es chico. Pero muchas veces ves gente grabando con corte militar y cara de pocos amigos y no sabes si son militares de civil, narcos o los mismos asesinos. Entonces, haces las fotos sin saber a quién estás apuntando y ese es el problema; aunque no hagas nada a propósito haces algo que no debes sin darte cuenta".
Por eso, cuando la violencia entró a su círculo íntimo, no dudó en armar sus maletas y con 700 dólares partió hacia su primer destino: Lima, Perú.
Arribo a San Antonio
En la capital peruana, el mexicano se metió de lleno al rubro gastronómico y trabajó como garzón, ayudante de cocinero y bartender. Luego fue a buscar suerte a Bolivia, pero no se sintió a gusto y retornó a Perú, ya con la idea de establecerse en Chile. En 2015 se instaló en Viña del Mar, donde estuvo tres años, hasta que por motivos laborales arribó a San Antonio.
"No lo conocía, no sabía que existía. Pero cuando llegué a San Antonio me gustó la vida acá, porque es muy tranquila. Aparte me encantan las puestas de sol que se ven en los Ojos de Mar. Ese es mi lugar. Yo soy de Acapulco y viví en Lima y Viña del Mar, creo que sin darme cuenta busco esa onda de estar cerca del mar", comenta.
Actualmente, está trabajando como garzón en un restaurante de Barrancas y aunque señala que extraña la "adrenalina de estar en medio de lo que está pasando", está feliz con su decisión: "Ha sido rico porque en México las cosas están difíciles, a veces en la noche no puedes salir caminando, porque aunque no debas nada a lo mejor te confunden o simplemente te paran para ver qué estás haciendo a esas horas. Acá puedes estar en un bar y no te va a pasar nada y allá puedes estar sentado en un bar y lo balacean porque el dueño no pagó la cuota o algo. Es incierto, puedes estar hoy y no estar mañana".
Postales del Litoral
Aunque ya no reportea para medios, no ha colgado la cámara y aprovecha su tiempo libre para fotografiar la vida cotidiana de la provincia. "Siempre mis fotos fueron de periodismo y de paisajes. Ahora que estoy viajando un poco más, estoy mostrando fotos de eso, de vida cotidiana como le decimos nosotros, del vendedor ambulante que va por ahí. Las puestas de sol, atardeceres y noches: esos son los temas que yo automáticamente retrato".
De San Antonio destaca "las puestas de sol desde los Ojos de Mar, que son muy buenas, tienen unos tonos muy especiales. También he tomado fotos desde el talud 21 de Mayo donde se ve lo majestuoso del puerto, que algunos quieren y otros no, o de los pescadores del paseo Bellamar".
"El año pasado publicaron mis fotos de San Antonio en una revista mexicana y he realizado exposiciones en Rapel y en el Restaurante la Casona Restoart. Ahora ando en busca de nuevos espacios para que puedan conocer mi trabajo", expresa.
Además, realiza sesiones fotográficas para eventos, como matrimonios y bautizos, de productos o para empresas por lo que se le puede contactar a través de sus redes sociales (Instagram: foto miralrio/facebook: Eric Miralrio) o llamando al +56974875924.
Echando raíces
Miralrío también es percusionista y la música ha sido su ancla a San Antonio. "Llegué acá y la forma de quedarme fue que entré a unos cursos de percusión al cultural (Centro Cultural San Antonio), donde conocí más gente. Ahora soy parte de varios grupos. Incluso una vez toqué junto al cantautor sanantonino Demian Rodríguez en un show que realizó en el cultural".
El mexicano es parte de tres agrupaciones locales de distintos ritmos: Yagé (música afrodescendiente) Wayrapa (andina) y Los Arreboles.
"Con Los Arreboles tocamos jazz huachaca, que es algo muy de acá. Es muy chido (palabra mexicana que significa agradable) conocer esos ritmos, que un mexicano esté tocando jazz huachaca es como si hubiese un chileno en medio de un mariachi en Garibaldi (México). Me llamó mucho la atención y me gusta, ya he escuchado a Roberto Parra y uno se va clavando con otros ritmos, como la Pascuala Ilabaca", comenta sobre sus descubrimientos musicales en la provincia.
En Wayrapa ha aprendido a tocar instrumentos andinos. "Toco charango, zampoñas y bombo legüero. Para México estos instrumentos son exóticos, porque nosotros no tenemos cordillera. Siempre escuché el charango y me llamó la atención y ahora lo estoy tocando, para mí es rico estar aprendiendo este instrumento acá con gente que sabe. Los músicos con los que estoy me han tratado chido, por eso mismo me he sentido cómodo, tanto en la foto, en la música como en el trabajo", concluye el mexicano que hoy camina en paz en este rinconcito del mundo.
"Cuando llegué tras las vacaciones, habían matado a un amigo de radio, el periodista Roberto Torres Palacios. Lo desaparecieron y lo encontraron dos días después",
Erc Miralrío
"Muchas veces ves gente grabando con corte militar y cara de pocos amigos y no sabes si son militares de civil, narcos o los mismos asesinos",
Eric Miralrío
"Ha sido rico (estar en Chile) porque en México las cosas están difíciles, a veces en la noche no puedes salir caminando",
Eric Miralrío