El hombre que lleva al puerto en su ADN
Lindor Saavedra (37) es hijo del histórico patrón de lancha de práctico que lleva su mismo nombre.
Crónica
Cada vez que una nave entra o sale del puerto, se activa una operación donde remolcadores y la lancha de práctico asisten coordinadamente a la pesada mole de metal que se mueve lerda en las aguas abrigadas del puerto. Esto no es azaroso, dado que, bajo los cinco nudos de velocidad, estos gigantes no tienen capacidad para controlar su rumbo convenientemente. Mientras los remolcadores, los empujan con sus miles de caballos de fuerza, la lancha de práctico se mueve ágil y va entregándole al práctico la información que requiere sobre el avance del gran casco entre los diversos obstáculos que deberá sortear antes de salir al océano.
Cuando la maniobra ha terminado y el buque al fin se hace a la mar, la lancha de prácticos correrá intrépida hasta su costado para recoger al profesional que ha asesorado desde el puente de gobierno al capitán de aquella nave que, libre de ataduras, ya ha puesto rumbo hacia otro destino. Se trata del práctico de puerto.
Se verán pequeñas, pero comandar una lancha de esas tiene su ciencia.
Es un agradable domingo de verano en San Antonio. Febrero siempre es ventoso en nuestra costa y el puerto registra una gran actividad, ya que hubo un par de días de marejada y retrasos en algunas recaladas. En una de las 3 lanchas de práctico que prestan servicios en la bahía, la tripulación comparte algunos minutos de distensión mientras espera la llamada al próximo zarpe. El olor que emana de los tazones de café se entremezcla con la brisa salina de aquella hora.
La tranquilidad de la tarde es interrumpida por la radio que anuncia que el práctico está por llegar y en cuestión de minutos, la lancha ya surca el océano en demanda del Asian Vision, un car carrier que viene a dejar 2.400 vehículos al concesionario DPWorld.
Legado
Al timón, un joven patrón de lancha tiene el control. Es Lindor Saavedra, quien conversó con nosotros acerca de sus labores y sobre la relación con su homónimo padre, quien este año cumplirá 30 años trabajando en el mar. Al término de la maniobra, hizo un alto para contarnos parte de su vida a bordo, la que inexorablemente se cruza con la de su progenitor.
Lindor padre (65) ha pasado media vida en la mar, primero como patrón de pesqueros de mediana altura y los últimos 20 años como patrón de lanchas de práctico en el puerto de San Antonio. Su hijo, quien se embarcó de tripulante a comienzos de 2008, lo conoció realmente cuando ambos estuvieron destinados a la misma embarcación. "No es fácil ser hijo de un hombre de mar, los taitas pasan mucho tiempo navegando y a las mamás les toca sobrellevar la mayor parte de la crianza. Eso me ocurrió a mí y a mis otros hermanos, pero ahora que también soy marino lo entiendo", afirma Lindor hijo.
Los momentos de la infancia junto a su padre son felices, pero mucho más escasos que los de otras personas, ya que en aquellos años los pescadores de albacora navegaban por el litoral en búsqueda de aquel apreciado pez. Al pequeño y sus hermanos, les tocaba desplazarse a otras latitudes para compartir con él. "Una vez pasamos un verano en un balneario en el norte, porque mi papá tenía que entregar la pesca en dicho lugar. Fue un gran recuerdo", rememora.
Lindor hijo es un hombre silencioso, que habla lo necesario y que es más de hacer que de decir. Es más locuaz aquí que en la casa.
-¿Cuándo se dio cuenta que navegar también era lo suyo?
-Vine a hacer reemplazos a las lanchas desde que estaba en el liceo, pero no me quedé porque la empresa Amsa, que prestaba este servicio en San Antonio, no contrataba familiares. Luego de trabajar en varias agencias de aduana, en 2008 pasé a B&M como tripulante de la lancha donde estaba mi viejo como patrón, la famosa Picton.
-¿Cómo fue encontrarse con su padre viviendo en una misma lancha?
-Al principio pasábamos peleando, pero al final del día, cuando nos acostábamos a dormir, él iba a verme y me tapaba. "Abrígate hijo, que el frío pasa la cuenta", decía y me cubría con su propia frazada. El casco de la Picton era de hierro y al principio cuesta acostumbrase a las noches tan heladas.
"Nudo cuchillo"
"En una oportunidad, cuando llevaba poco tiempo como marino de cubierta, me tocó amarrar la espía a una guía, que es una cuerda que permite llevar a esta desde el remolcador hasta la nave. El problema es que la anudé demasiado y los tripulantes de un petrolero no podían desamarrarla. '¡Les hiciste un nudo cuchillo!', gritó mi viejo desde la cabina", recuerda Lindor.
-¿Cómo es la relación entre ustedes ahora?
-Hace dos años que soy patrón de esta lancha de práctico y la relación con mi papá es diferente. Ahora que mis conocimientos ya están a la altura de los suyos, puedo desenvolverme con propiedad en este ambiente. Ahora hablamos de par a par y lo pasamos muy bien. Tenemos muchas cosas en común y me doy cuenta de que el resto de los marinos lo respeta mucho, por lo que tengo el desafío de igualar su marca, tanto en lo personal como en lo profesional. Creo que mi papá está contento porque mi hermano Cristián y yo continuaremos con el legado que comenzó mi abuelo, siguió él, luego mi hermano y yo, a lo que esperamos que se añada en su momento mi hijo que ya tiene 12 años.
-¿Qué va a pasar ahora con don Lindor?
-Mi viejo es "a la antigua" y habla poco, pero yo lo conozco y sé que es muy feliz en el campo. Me imagino que irá allá a pasar sus merecidos días de reposo.
¿Qué harás tú?
-Yo seguiré navegando, tratando de ser un capitán como fue él, querido por sus tripulaciones y respetado por sus pares. Será la mejor manera de mantener su legado.