El drama de las familias que viven en toma en plena emergencia sanitaria
Habitantes del campamento "Camino a la Esperanza" claman por ayuda para alimentar a niños y adultos. La "olla común" ya es inevitable porque no todos tienen para comer.
Hay una constante en las tomas de terrenos. Y es que los nombres que eligen los pioneros de estos emplazamientos suelen evocar la ilusión de algo mejor, un sueño por cumplir, una epopeya. Es la confianza que se pone en el futuro, la certeza guardada en el sacrificio que vale la pena.
El campamento "Camino a la Esperanza", emplazado a un costado del Camino Viejo a Cartagena, justo donde el balneario de Huidobro limita con San Antonio, cumple con esa premisa. También con otras que distinguen a estos frágiles caseríos como son la solidaridad de sus vecinos, el temple de sus mujeres y el sueño compartido por la vivienda digna.
"Las personas que integran las 200 familias que están en esta toma son todas de Cartagena. Hay un par de casos, de tres o cuatro familias, que son de San Antonio pero el resto somos todos de Cartagena. Hay personas que vivían de allegados, gente de la tercera edad que son enfermos crónicos, muchos niños con madres solteras y también familias numerosas que estaban hacinadas y se tomaron un terreno acá para tener una vivienda", cuenta Patricia Avilés, una de las voceras del grupo.
De inmediato Patricia, rodeada de un grupo de vecinas y de inquietos niños alrededor, comenta que para ellas es muy importante "limpiar el nombre de nuestra toma porque se han comentado muchas cosas malas de nosotros. Usted ve aquí a la gente tratando de parar sus casitas con lo poco que tiene y por eso es injusto que digan que aquí viven puros delincuentes, que hay peleas o tiran balazos". Y el grupo la respalda.
Aquí está también Ximena Ulloa, joven madre que ha decidido organizar a sus vecinos para ir en busca de ayuda solidaria para sortear los difíciles días que se viven en esta toma.
"Aquí hay muchos niños que no están yendo al colegio y que necesitan comer. Necesitamos alimentarlos, ya que no están recibiendo las colaciones. Hay gente que se queda a dormir aquí en la toma y no tiene frazadas, tampoco tenemos mercadería porque no podemos salir a trabajar con todo lo que está pasando en el país. Entonces si hay que quedarse en la casa ¿cómo vamos a alimentar a nuestras familias si no podemos salir? Si aquí casi todas somos trabajadoras y trabajadores independientes", relata.
La vocera Patricia Avilés tiene 54 años y a través de distintos cursos se ha especializado en maquillaje y tinturas, pero "¿quién se anda maquillando en estos días?", se pregunta y ella misma se contesta: "como está la situación por la emergencia no nos queda otra que empezar a organizarnos para hacer una olla común, apoyándonos entre nosotros mismos".
Clama por ayuda
Las historias de necesidad se repiten, la angustia entre las madres también. Aquí encontramos, por ejemplo, a Belén Caro, madre soltera de dos hijos, que ve en esta crónica una oportunidad para buscar una mano solidaria. "Si alguien pudiera ayudarme con mercadería o materiales para poder forrar bien mi casita, ya que se me llueve, entra el aire y pasamos frío porque tampoco tenemos tantas frazadas. Cualquier cosa que tengan y que ya no ocupen me va a servir mucho porque estoy aquí en la toma y no tengo nada, de hecho la vecina de aquí me convida agua y me da un plato de comida para mis hijos".
La vecina a la que hace referencia esta acongojada madre soltera es la señora Felicia Garrido, que con 72 años vive sola en esta toma. "Yo estoy sola y aquí he encontrado un apoyo muy grande, especialmente en las voceras. Yo, de lo que tengo, le comparto a las vecinas y a los niños porque al final somos como una familia".
Solange Díaz, al igual que sus vecinas, padece las penurias del campamento cuando el invierno ni siquiera ha comenzado. "Nosotros vivimos con mi nuera, somos dos familias con cinco niños. Yo vivo en un carrito y ella con mi hijo venden desayunos. Tenemos niños chiquititos que no podemos alimentar porque como no se puede salir a trabajar porque tampoco hay gente para poder vender".
No hay luz ni agua
Mauricio Ordóñez, que había estado callado mirando desde un costado el relato de sus vecinas, irrumpe cuando ve que las entrevistas se están terminando.
Este padre de familia saca la voz para decir que "aquí en estos momentos es una prioridad que Chilquinta, o quien corresponda, nos permita tener energía eléctrica porque estamos colgados, ya que no tenemos otra opción, y vienen y nos cortan los cables. Con todo lo que está pasando no tener luz es quedarse sin saber qué hacer, además guerreando para tener agua, entonces es desesperante".
Y con la voz firme de un hombre que dará la pelea cuenta que lleva cinco meses en esta toma. "Viví dos meses arriba del auto cuidando el sitio y gracias a Dios pudimos parar una casita. Trabajando con mi señora en las frutillas y todo el verano en la costa juntamos una platita que ahora sirve para darnos vuelta, pero sin agua y más encima sin luz se hace insoportable", remarca.
Los niños
En la toma "Camino a la Esperanza" abundan los niños. Se les ve por todos lados. Si hasta tienen una guagüita de tres meses que está hospitalizada con problemas respiratorios.
Por eso, la coordinadora de la ayuda para el caserío, Ximena Ulloa, dice que hacer este llamado está más que justificado. "Cuando yo fui a solicitar ayuda a la Municipalidad de Cartagena para conseguir algo de mercadería no me dejaron entrar porque estaba cerrado y ahí me dijeron que nosotros por ser una toma no podemos recibir ayuda. Fui al colegio de mi hijo para saber si habían llegado las cajas de mercadería y ahí me respondieron que para Cartagena no había llegado nada", se lamenta.
De ahí la urgencia de organizar la "olla común" y la necesidad de hacer un llamado público a las personas de la provincia que puedan ayudar.
El teléfono de Ximena Ulloa es el +569 84561611. Tal vez muchos actos de bondad puedan hacer más llevadero este "Camino a la Esperanza".