Emprendedora sanantonina rescata la tradición del tejido a crochet a través de la fabricación de muñecos "amigurumis"
Bárbara Henríquez también teje a palillos y telar y comercializa sus productos que van desde aros hasta cubrecamas. Esta artesana aprendió el oficio de Patricia Ramírez, su madre.
Hace seis años Bárbara Henríquez Ramírez (33 años) estaba sumida en la tristeza que le dejó la separación de su pareja y padre de sus dos hijos. Una depresión que no la dejaba ver el camino y que, gracias al arte del tejido logró dejar atrás, reinventarse y comenzar de nuevo. "El amor de mis hijos y de mi madre me dieron la fortaleza necesaria para emprender el vuelo otra vez", señala.
Hoy mira hacia atrás y no puede creer todo lo que ha logrado avanzar. Gracias al tejido logró dejar en el pasado tristes episodios para enfocarse en la crianza de sus hijos, Javier (10 años) y Antonella (7 años) y trabajar en el arte del tejido desde el hogar para cuidarlos y junto a ellos salir adelante.
"Hace seis años terminó la relación con el padre de mis hijos. Quedé devastada y con una depresión grande. Gracias a mi madre redescubrí el tejido y comencé a trabajar en ello como una forma de salir adelante y estar presente en la crianza de mis pequeños sin tener que dejarlos de lado, fue ahí que comenzó mi emprendimiento", recuerda.
Bárbara hace toda clase de tejidos a palillo, crochet y telares, también realiza "amigurumis" o peluches tejidos, que consiste en tejer pequeños y tiernos muñequitos personalizados, de personajes de Disney u otros dibujos animados.
"Lo que comenzó como una terapia se convirtió en mi forma de vida y sustento para mí y mis pequeños. El tejido fue mi refugio, una escapatoria para olvidarme de todo lo mal que lo había pasado antes de separarme. Cuando recién paso todo, no sabía ni imaginaba cómo podría salir adelante con mis hijos; poco tiempo antes mi mamá había comprado un telar, me decidí y comencé a ocuparlo. Hice un poncho y lo vendí inmediatamente, eso fue lo que me incentivó a seguir tejiendo", relata.
Luego de su primera venta, Bárbara comenzó a investigar, a leer y aprender más sobre distintos tipos, formas y puntos para tejer.
"Mi idea siempre fue trabajar sin tener que dejar a mis hijos de lado, acompañarlos en cada etapa de su crecimiento y estar presente ante cualquier necesidad. Aprendí a tejer chalecos, gorros, bufandas, ponchos, pantuflas, artículos con diseños, guantes, alfombras, cubrecamas y ahora, para el día de la mamá, estoy vendiendo canastos terapéuticos con lanas y palillos que voy a dejar a domicilio", señala.
De este emprendimiento, vive Bárbara y sus dos niños, además colabora con su madre, ya que viven en su casa desde que se separó.
"Quiero seguir aprendiendo. Me gusta lo que hago. El valor de la artesanía es incalculable, y recién ahora lo entiendo. Es mucha dedicación y tiempo de trabajo, pero eso mismo es lo que me relaja y hace que ponga mucho más amor y cariño en lo que hago".
¿Estás contenta de haber decidido emprender?
-Sí. Creo que lo mejor de emprender sin lugar a duda ha sido que me pude valer por mí misma; además cada día se aprenden cosas nuevas y la gente que ha estado por años conmigo me felicita por mi trabajo, eso no tiene precio. Ahora puedo tejer cosas para mis hijos y a ellos le encanta todo lo que hago. Lo bueno de esto, también es que uno se pone los horarios y así puedo dedicar tiempo y estar presente en todas las actividades de mis hijos.
Dia de la madre
Ahora que estamos a pocos días de la celebración del Día de la Madre, Bárbara ofrece sus productos para todos quienes quieran hacer un bonito y original regalo a su mamá.
"Las cosas que tejo son a pedido y tengo varios hechos hasta ahora. Lo que tengo inmediatamente y lo puedo llevar hasta el domicilio de los clientes, son los canastos terapéuticos que consisten en un canastito bellamente adornado y que contiene lanas, palillos y chocolates para las mamitas que les guste tejer".
Agrega que "quiero seguir con mi emprendimiento, ojalá ampliarme, establecerme con un local y mantenernos con la venta de mis tejidos. Mi idea es seguir en esto porque me encanta, quiero poder vender a otras regiones y que todo Chile conozca mi trabajo, es un sueño grande, pero si no sueño en grande, mejor no hacerlo".
Bárbara aprovecha de agradecer el apoyo de todos los que, según ella, confían en su trabajo. "A mis clientes por su preferencia y a los que siempre han estado presentes. Quienes quieran comprar mis productos, lo pueden hacer al celular +56 9 74192448", señala.
¿Cuál es el producto que más te piden?
-Sin lugar a duda los chalecos juveniles y coloridos para usar sobre una polera con pabilo y también pantuflas para los niños. Ahora último, lo que más me piden son los "amigurumis", que son una moda japonesa que consiste en tejer pequeños muñecos con crochet que son ideales para bebés y niños, pero también pueden ser para adultos. Pueden ser desde animales de peluche a muñecos personalizados de personas. A mí me piden muchos los animalitos.
¿Cómo aprendiste el arte de tejer?
-Antes de comenzar con este emprendimiento, sabía algunos puntos básicos que me enseñó mi madre. Ella, hace muchos años, trabajó en los puestos de artesanos de Angelmó en Puerto Montt. En verdad nunca le había tomado mucho interés, pero cuando me separé, mi mamá me apoyó todo el tiempo y me incentivó a que comenzará a tejer para salir de la depresión y también para tener una entrada de dinero que nos sirviera a mí y a mis hijos para vivir. Fue un sabio consejo el de mi mamá porque me hizo recapacitar y pensar que la depresión no me la podía ganar, de alguna forma tenía que salir adelante y sin su apoyo iba a ser difícil.
Bárbara hizo hincapié en agradecer a su madre porque "ella me dio las herramientas para empezar en este hermoso arte; también agradezco a mis hijos que están conmigo, acompañándome. Espero seguir por muchos años más en esto que es lo que amo y me encanta", dijo.
"Para mí las lanas y palillos tienen una magia especial. Desde esa primera venta comenzó a funcionar para mí la gran magia del arte en lanas la que fue, primero una terapia que me ayudó a olvidar y a concentrarme en mi misma y luego, mi forma de subsistencia y de crecimiento junto a mis hijos", agregó.
Ese primer poncho tejido a telar que Bárbara vendió rápidamente fue el inicio de una nueva vida, con sacrificios, pero también con el amor de su familia, la felicidad y unión de sus hijos y alegría de saber que ha podido salir adelante con su propio esfuerzo.
Bárbara Henríquez.
"Lo que comenzó como una terapia se convirtió en mi forma de vida y sustento para mí y mis pequeños hijos".
"Quiero seguir aprendiendo. Me gusta lo que hago. El valor de la artesanía es incalculable y recién ahora lo entiendo".
Bárbara Henríquez.