Las ollas comunes asoman como la salvación en medio de la tormenta del coronavirus y el naufragio económico de modestas familias
En el cerro Bellavista y en las tomas se organizan para ir en ayuda de las familias más golpeadas por la crisis generada por la emergencia sanitaria. Esta es una crónica sobre vecinos ayudando a vecinos en la pandemia
Unas cuantas nubes gobiernan el cielo del litoral y el confinamiento del llamado "cordón sanitario" la verdad es que no se nota en las poblaciones y en los barrios de San Antonio. Las ferias libres en 30 de Marzo y Bellavista bullen, mientras que en los rincones urbanos del puerto, salvadoras ollas comunes aportan al almuerzo dominical de decenas de familias que sufren una severa crisis económica.
No queda de otra. La emergencia sanitaria ha dejado en las poblaciones a muchas familias sin sustento y hasta la prensa internacional ha reparado en estos días en el regreso a Chile de las ollas comunes, que fueron un símbolo de los oscuros años de dictadura.
Pasa ahora que la crisis económica derivada de la pandemia por coronavirus ha traído cesantía y también hambre a los barrios más necesitados del país y San Antonio en esa ecuación no ha sido una excepción.
Lo saben los vecinos de Bellavista, donde un grupo de mujeres organizó la olla común del domingo, también en las tomas del mismo cerro donde una antigua dirigenta vecinal lideró el almuerzo para los pobladores de un campamento y también en cerro Arena donde los propios residentes juntaron mercaderías para ir en ayuda de sus vecinos más necesitados.
Hay en cada uno de estos actos un denominador común. Gente que de manera desinteresada decide darles una mano a personas que no conoce; esto es organización social pura, solidaridad del barrio, empatía por el sufrimiento ajeno.
Y no se trata de romantizar la pobreza, por el contrario, se trata de constatar una realidad latente que es la ausencia del Estado en muchos sectores poblacionales de bajos recursos. Donde no llega el Estado en tiempos normales, menos llega en tiempos de crisis y ahí es donde la organización popular asoma como herramienta necesaria y útil para familias enteras que no tienen qué comer.
La realidad en los cerros
En una de las muchas tomas que proliferaron en los últimos meses entre San Antonio y Cartagena desde Bellavista hacia Pelancura, cientos de familias han visto en esta usurpación de terrenos la oportunidad de tener una vivienda propia.
Llegamos por la avenida Manuel Bulnes hasta lo más alto de Bellavista y desde ahí bajamos hacia el poniente entre improvisadas casitas de material ligero que configuran los pasajes y las calles, también improvisadas de la toma. En una de estas precarias viviendas a medio construir está la señora Sandra Clavijo con dos ollas grandes llenas de porotos listos para servir, junto a suculentas longanizas que chirrean en un aparatoso sartén.
"Una ha sido dirigenta social toda la vida y no puede dejar de ayudar a la gente, más cuando nosotros somos todos de toma, dimos la pelea cuando nos tocó luchar por lo que queríamos y ahora vemos la lucha de esta gente que uno ve y uno sabe que no quieren nada regalado. Entonces cuando uno ha vivido en una toma sabe lo difícil que se hace todo y por eso ahora como familia organizamos esta porotada para apoyar a los vecinos que están complicados ya que aquí hay mucha gente que no tiene para comer", dice Sandra Clavijo.
Y aquí no está de más recordar que la mujer que hay detrás de la olla común es una dirigenta social antigua de San Antonio. Ella, por ejemplo, es una de las personas que junto a dirigentes como el fallecido Jorge Fuentes y Erika Cabrera lideraron, en la segunda mitad de los años ochenta, la toma de "Villa Holanda" en Bellavista, campamento aguerrido que dio origen a la población del mismo nombre y al nacimiento de todas las poblaciones a continuación hasta el límite con Cartagena.
No muy lejos de este lugar, en la población Horizontes de Bellavista, un grupo de mujeres lideradas por Marlene Consuegra y con el apoyo de la recién creada Cooperativa Popular de Apoyo Mutuo (Copam), organizó una olla común para entregar cien almuerzos. En esa sede el menú dominical estimó repartir tallarines con carne a unas 100 personas y también aportar con al menos 15 paquetes de mercadería a las familias más vulnerables del sector.
En la fila y con una olla en la mano encontramos a Bárbara Ormazábal, madre de tres niños de 11, 7 y 4 años, cesante hace dos meses igual que su marido. Para esta mujer, para esta madre "esta es una muy buena ayuda porque somos varios a los que nos da para tener qué comer. En mi casa somos cinco, tres niños y dos adultos, así que estamos súper agradecidos porque mi marido quedó sin trabajo en la construcción y yo era ayudante de cocina en un restaurante que dejó de funcionar, así que la ayuda nos sirve mucho aunque no nos cubre todo pero esto que nos dan es de gran ayuda".
Más atrás en la misma fila, el obrero Juan González, también con su ollita en la mano nos cuenta que "la cosa está muy mala y nadie quiere llegar a esto pero si no hay pega y uno tiene que comer, no queda otra. Tratamos de vivir como se pueda por eso lo que están haciendo aquí los vecinos es impecable porque es una ayuda que uno agradece, esto es importante porque no es fácil, la situación es terrible".
De parte de la organización y a nombre de Copam, la dirigenta María Lucero explica que "la necesidad hace que entre vecinos y amigos nos podamos organizar, por eso hicimos esta olla común donde además del almuerzo entregamos 15 canastas con mercadería para gente del sector".
Sobre esta ayuda extra, Marlene Consuegra dice que "no llegamos a la meta que era tener unos 30 paquetes y solamente conseguimos llegar a 15, pero nos queda la tranquilidad que son contundentes y esperamos que sean de mucha ayuda para nuestros vecinos porque hasta verduras alcanzamos a ponerles a las bolsitas".
Bárbara, la joven madre de tres hijos que estaba en la fila, se va con dos bolsitas cargadas de insumos y también de cariño. Deja la olla porque no le alcanzan sus proletarias manos para también cargar las bolsas. Se va agradecida y sonriendo como todos en esta olla común.
En la toma "Vista al Mar" las faenas de levantamiento de viviendas precarias no paran por la tarde del domingo. La señora Sandra revuelve y reparte los porotos con longaniza a quien llegue con una olla, o bien le sirve al que quiera.
Y por el cielo, ya está dicho, las nubes empiezan a cubrir el litoral que se aproxima al invierno, un invierno que desde estas lomas se avizora como un invierno duro y cruel que necesitará muchas más voluntades como estas.
"Cuando uno ha vivido en una toma sabe lo difícil que se hace todo y por eso ahora como familia organizamos esta porotada para apoyar a los vecinos que están complicados",
Sandra Clavijo.
"La necesidad hace que entre vecinos y amigos nos podamos organizar, por eso hicimos esta olla común donde además del almuerzo entregamos 15 canastas",