La lluvia fue implacable con las precarias casitas de la toma "Despertar de Chile"
En el campamento, uno de los muchos que aparecieron en los últimos meses en San Antonio, habitan más de 40 familias que sufrieron con las precipitaciones que cayeron durante la madrugada.
Los ojitos de Agustina y Adelaine brillan como luceros desde el interior de la precaria habitación de dos metros cuadrados donde pasaron la tormentosa noche de lluvia, mientras en la todavía más precaria construcción contigua, su madre prepara algo de comer. Afuera, un joven clava a las frágiles murallas el poco nailon que tiene para guarecer a su mujer y sus hijas del agua.
Ojalá fuera este el relato de una novela, el guion de una película, pero no. El relato es una descripción real y dolorosa de la mañana después de la lluvia en el campamento "Despertar de Chile", a un costado del Camino Viejo a Santiago, en el cerro Bellavista.
Primera lluvia
La mujer que ajetrea en el cuartito sin puerta que sirve de cocina se llama Camila Acevedo, tiene 22 años y es la madre de la gemelitas que, sobre la única cama familiar, miran un matinal cualquiera en un viejo televisor en colores.
Desde un estridente parlante, suena música urbana contemporánea tras las palabras de esta joven mamá que pasó la noche mirando el techo de su modesta vivienda porque, según relata, "se estaba entrando el agua por una de las murallas pero menos mal que no cayó a la cama, así que ahora estamos forrando por fuera por si llueve para estar más preparados".
Camila lleva seis meses en la toma con su familia y esta es la primera lluvia que le toca. Con una amabilidad encantadora y una sonrisa nerviosa dice que "le da cosa" que la entrevistemos y sobre eso agrega que es importante que se sepa que no ha podido trabajar porque "vendía berlines en la feria pero ya no se puede salir. Aquí nos estamos arreglando como podemos. A nosotros se nos mojó una pared nomás, pero hay gente que sufrió mucho con la lluvia porque se les mojaron todas las cosas".
Ese es el caso de Lidia Barros, de la casa de al lado, que a la hora que reporteamos tiene un sofá cama secando al sol que salió después del aguacero. Con la ayuda de un hombre joven clava nailon por las murallas de una construcción que no soportó la lluvia de la noche anterior.
"Esta es mi casita, pero ni siquiera les puedo mostrar adentro porque tengo todo mojado y embarrado. Anoche (antenoche) como pudimos pusimos unos nailon y unas latas para que no entrara el agua. No pudimos dormir casi nada", relata Lidia.
La atribulada mujer agrega que "lo estamos pasando mal en esta toma, porque aquí vivimos cuatro personas y como somos trabajadores ambulantes no podemos trabajar. Nos estamos apoyamos entre vecinos para poder comer y cuidarnos de la lluvia. Ni siquiera tenemos la higiene que deberíamos tener porque con la lluvia los pozos se llenaron y ahora estamos aquí todos expuestos y con niños chicos más encima".
Sin trabajo
No hay que recorrer tanto para encontrar historias parecidas en la toma "Despertar de Chile". Priscila Barraza habita un precario cuartito que se inundó con la lluvia. Desde la puerta de su anegada vivienda cuenta que "como trabajaba de guardia de seguridad nos despidieron con la pandemia y no pudimos seguir trabajando. Fue una noche de mucha preocupación y como a las cinco de la mañana me levanté porque el agua se estaba metiendo y dejó todo mojado, pero ahora menos mal que salió el solcito para secar las cosas. Aquí no tengo ni gas para poder cocinar, así que como con la ayuda de mis vecinos y en las ollas comunes que hacen".
Junto a la mujer está Jéssica Candia, joven dirigenta de este campamento que vive con su marido y tres hijos. Durante toda la mañana ha recorrido las casitas de las 42 familias que componen esta toma y con la voz quebrada dice que "hay varios vecinos que lo pasaron mal. Se tuvieron que subir a los techos en la madrugada para taparse con lo que podían, tratando de arreglar las planchas que se volaban y con la lluvia mojando todas sus cositas".
Se le inundan los ojos a la dirigenta cuando explica que "es muy duro vivir así porque a veces la gente piensa que en las tomas somos unos aprovechadores y no es así. Aquí hay mucha gente que necesita y no es agradable pasar por esto. Si yo tuviera un lugar mejor para estar con mis hijos, sin barro, sin humedad, lejos del frío, me iría con ellos, pero los que estamos aquí no tenemos un lugar para vivir y necesitamos que nos ayuden".
La toma "Despertar de Chile" donde alguna vez estuvo el campamento "Génesis", casi frente al estadio de Estrella de Chile. Si alguien puede ayudar a estas familias basta contactar a la dirigenta Jéssica Candia en el celular +569 6776 2374.
Ya pasa el mediodía y los ojitos de las gemelas Agustina y Adelaine, de apenas dos años, siguen brillando frente al televisor, sobre la cama, en el cuartito que les sirve de hogar y refugio. Afuera su padre se las ingenia para cubrir hasta la última rendija y su madre inventa la comida del día que quizás sea la única.
El sol, a diferencia de los ojitos de las gemelas, no brillará mucho más y el frío pronto abrazará, implacable, las modestas casitas del campamento.
"Es muy duro vivir así porque a veces la gente piensa que en las tomas somos unos aprovechadores y no es así. Aquí hay mucha gente que necesita y no es agradable pasar por esto",