Habla un sobreviviente: la increíble historia del colectivero que le ganó al coronavirus
Guillermo Ponce Gálvez, "Guipón" como le dicen en el gremio, estuvo ocho días con ventilación mecánica y vio la muerte pasar ante sus ojos. Ahora, en cuarentena de recuperación, comparte su dramática experiencia.
Cuando despertó, después de haber estado ocho días conectado a un ventilador mecánico y en coma inducido, el sanantonino Guillermo Antonio Ponce Gálvez, de 56 años, no podía hablar ni moverse. Tampoco podía caminar y apenas era capaz de comprender lo que le estaba pasando cuando vio a su alrededor personas conectadas a máquinas para vivir. Se sumió en una inenarrable angustia cuando algunas de esas personas murieron ante sus ojos.
Pero este viaje que "Guipón", como lo llaman sus colegas colectiveros, realizó hasta las puertas mismas de la muerte había comenzado dos semanas antes. A mediados de mayo consultó en un consultorio por los severos malestares del resfriado que padecía. Ese domingo inolvidable lo mandaron a su casa para que se recuperara, pero dos días después tuvo que concurrir al Servicio de Urgencias Respiratorias del hospital Claudio Vicuña, donde, según él mismo reconoce, le salvaron la vida.
Con covid-19
"El doctor Julio César me salvó la vida y se lo voy a agradecer para siempre porque gracias a él estoy vivo, ya que me mandó a tomar un escáner y me dijo que al parecer estaba contagiado por el virus. De ahí me mandó urgente a Valparaíso. Aunque yo podía caminar y estaba de buen ánimo, el doctor me dijo que me tenía que ir de urgencia al hospital Van Buren", relata sobre el inicio de su verdadera travesía por el epicentro mismo de los contagios.
Según su testimonio, al llegar a Valparaíso "me estaba atendiendo el doctor, me hizo un "tajito" para ponerme el catéter y en ese momento me da un paro respiratorio que me dejó inconsciente durante ocho días, sin saber del mundo, conectado a un ventilador mecánico, en coma inducido".
De regreso a la vida
Tras el doloroso proceso de la ventilación mecánica que necesitó para sobrevivir, el colectivero sanantonino cuenta que "cuando desperté pasé como por seis tipos de mascarillas, con más o menos oxígeno, unas que cubrían toda la cabeza. Ahí vieron los doctores y las enfermeras cómo me respondía el cuerpo. Gracias a Dios mi sistema fue respondiendo bien porque cuando abrí los ojos yo no podía hablar ni moverme y apenas podía ver cómo llegaba la gente 'muerta'. Los ponen en coma y ahí quedan. Muchos de ellos no despiertan más…"
Y la pausa que se escucha a través del teléfono se esconde tras un pequeño sollozo que suelta "Guipón", porque sabe que él mismo pudo no haber despertado. Tiene claro que este viaje inesperado pudo no tener regreso.
"Esta es una enfermedad tan desgraciada y tan penosa que a la gente la deja como muerta. Me tocó ver el caso de personas que las tienen que limpiar y lavar enteras porque hacen sus necesidades ahí mismo", confiesa.
"En esos dos días que estuve consciente en esa sala de la UTI vi cómo la gente llega muerta y los doctores, las enfermeras, con humanidad, hacen todo por salvar a los enfermos. Le hablan a uno, lo cuidan, lo miman, tratan con tanto cariño que es difícil pensar que habiendo tantos enfermos y tan graves se esmeren por cada uno", continúa.
Gran trabajo
Luego de eso, fue derivado a la Unidad de Cuidados Intermedios, donde con mayor claridad pudo ver el esmero del personal médico que no descansa en su lucha por salvar las vidas de los contagiados.
"En la sala habíamos cuatro personas y tres éramos de San Antonio, más una señora de Santiago. Ahí también la atención fue maravillosa porque las enfermeras y los enfermeros tratan a la gente con cariño. Yo salí sin poder hablar ni caminar de la ventilación mecánica y ellos me recuperaron", afirma muy agradecido desde su cuarentena de recuperación.
-¿Qué pasaba por su mente, qué pensaba cuando despertó y se dio cuenta dónde estaba?
-Lo único que pensaba era en mi familia y en la angustia que les estaba haciendo pasar. Ahí le pedí a Dios que me dejara vivir. Si ya me había dejado despertar lo único que pedía era quedarme aquí en la Tierra. Es mucha angustia, mucha pena, porque estaba consciente y veía el sufrimiento de las otras personas. Es como estar con tu vecino durmiendo muerto al lado, miraba y veía al de al lado casi sin respirar, muriéndose al lado de uno.
Consciente de su milagrosa recuperación, finalmente hizo un llamado a la gente de San Antonio: "Tienen que entender que cualquiera se puede contagiar, que hay que cuidarse y seguir las indicaciones. Yo mismo no sé cómo ni cuándo me contagié y en mi enfermedad contagié también a mi hija, mi compañera y a una sobrina que gracias a Dios lo superaron y no llegaron a lo que yo tuve que pasar ".
"El doctor Julio César me salvó la vida y se lo voy a agradecer para siempre porque gracias a él estoy vivo",
Guillermo Ponce,, colectivero sanantonino
"Gracias a Dios mi sistema fue respondiendo bien porque cuando abrí los ojos yo no podía hablar ni moverme y apenas podía ver cómo llegaba la gente 'muerta'",
Guillermo Ponce