Los dulces sueños que teje
Siguiendo la tradición familiar, Elizabeth Santibañez emprendió hace un año y medio con Sweet Kids, donde vende pequeños y vivaces muñequitos de crochet hechos por sus propias manos.
Lo que se hereda no se hurta. Eso lo sabe muy bien Elizabeth Santibañez (así, sin tilde) Navarro, una joven de Barrancas que hace más de un año se atrevió con un tierno y colorido emprendimiento de amigurumis para los niños, al que denominó Sweet kids.
Desde que era niña, Elizabeth (28) estuvo íntimamente vinculada al comercio. "Todo partió con mis abuelos. Mi familia era de El Monte y cuando mi abuela llegó a San Antonio tenía un puesto en una feria hasta que formó su local de verduras y abarrotes en Barrancas. Mis papás trabajaron con ella hasta que lograron tener su propio negocio, La Montina, que está en Llolleo", comenta.
Cuando era más pequeña, la joven pasaba los días entre ambos negocios, primero jugando hasta que "alrededor de los 12 años comencé a trabajar con mi papá. En el año, él atiende solo el negocio, pero como en los veranos hay más gente yo iba a ayudarlo en todo lo que podía, aunque igual me pagaba", asevera entre risas.
-¿Cómo te llevas con él?
-Tengo una muy buena relación con mi papá, siempre me ha apoyado en todo, en cada proyecto, en cada idea. Como tiene experiencia, me aconseja en el tema de las ventas y de las lucas. Soy regalona de mi papá, por eso siempre he estado ahí con él.
Mientras ella se quedaba con su papá, su mamá y hermana colaboraban en el local de su abuelita. De esas jornadas, declara que "aprendí la importancia de la relación con la gente. Hay que conocer qué le gusta a cada cliente y tener afinidad con ellos. Para eso uno debe tener un buen trato, eso te ayuda 'ene', porque si uno es súper pesada y apática lo más probable es que no te vaya bien".
También adquirió la mirada emprendedora que tiene el día de hoy. "Mis papás me inculcaron que tratara de tener mi propio negocio y no depender de alguien para ganar mi sueldo. Ellos me incentivaron a hacer cosas distintas y a emprender".
Días de cartera
Aunque Elizabeth siempre tuvo la idea de establecer un negocio, tardó un par de años en concretarlo. En ese intertanto, la joven se tuvo que enfrentar a diversas experiencias. "He pasado momentos duros, donde no tenía para vivir todos los días. Antes de tener a mi hija, cuando ya vivía con mi pareja, los dos quedamos sin trabajo", expresa.
En ese complejo proceso, una amiga le habló de un trabajo como repartidora de cartas y ella no dudó en tomarlo. "Era bien sacrificado. Pagaban por carta entregada, por lo que yo repartía desde las 7 de la mañana hasta bien tarde. En la noche recibía las cajas para las próximas entregas, por lo que debía quedarme hasta tarde ordenándolas por calle y numeración para salir al otro día", recuerda.
"A veces mi pololo me acompañaba a repartir de noche, para poder ganar más. Cuando fui a recibir el sueldo del primer mes me pagaron 94 mil pesos. Fui la que saqué más y me la pasaba caminando todo el día. Lo sorprendente fue que yo era la que más había ganado y, si uno lo piensa, 94 mil pesos no son nada", enfatiza.
De esa época, recuerda algo que le llamó la atención. "Mucha gente me preguntaba por qué no le pedía a mi papá, pero siempre les di a entender que no porque él tenga un negocio voy a depender de él. Siento que en ese aspecto mi papá me enseñó bien, porque si yo fuese otra pasaría pidiéndole y siento que no corresponde. Cada persona tiene que luchar por su familia, por su propósito".
Otro legado
Sobre esos tiempos complejos, afirma que "con estas cosas uno se da cuenta cómo es la vida". Sin embargo, la emprendedora tenía la película clara mucho antes de esa experiencia.
"Cuando llegamos a San Antonio vivíamos en Barrancas en una casa pequeñita, con solo dos habitaciones. La cocina estaba prácticamente en el patio y cuando llovía se nos inundaba todo. Mis papás de a poquito fueron luchando. Los primeros años mi papá trabajaba en la feria mayorista (de Bellavista) ayudando a cargar y descargar, y mi mamá, por su parte, trabajaba con mi abuelita", rememora.
"Cuando uno viene de una familia de esfuerzo le tomas valor a las cosas y te das cuenta que no todo es tan fácil. Mis papás me enseñaron que si uno quería algo tenía que luchar por ello. Uno debía esforzarse, ahorrar y no derrochar. Todo eso te enseña a ser más fuerte", reflexiona.
La emprendedora solo tiene palabras buenas para sus padres. "Les agradezco, porque todo lo que soy es gracias a ellos. Yo me considero una buena persona y ellos fueron los que me enseñaron esos valores, ayudar al que lo necesita, no ser egoísta ni envidioso", dice.
El sueño
Tras su breve periodo como cartera, Elizabeth trabajó cinco años como cajera en un supermercado, hasta que quedó embarazada. "Decidí dedicarme 100% a la maternidad en un comienzo, pero cuando mi hija fue creciendo empecé con los emprendimientos, porque uno tiene que buscar los recursos para sobrevivir".
Desde niña tuvo habilidades innatas para las artes y decidió ponerlas a prueba. Primero, probó con un emprendimiento de bordados con cinta, pero la respuesta no fue la que esperaba, luego -inspirada por su maternidad- intentó con la venta de accesorios para bebés, pero no continuó ese camino. En su mente seguía dando vueltas otra idea.
"El tema del amigurumi (muñecos tejidos a crochet) siempre me había gustado. De hecho, cuando pasaba por lugares donde hacían, preguntaba si ofrecían cursos, pero no encontraba cómo aprender", cuenta. Hasta que un día se atrevió. "Me dio por empezar a ver tutoriales en internet, páginas donde había patrones y así empezó el emprendimiento".
Hoy lleva casi un año y medio tejiendo su sueño de emprendedora. En este tiempo, ha tenido una gran respuesta de la gente, incluso durante este complejo periodo de pandemia. "Me ha ido bien, he tenido hartos encargos y ahora estoy focalizada en empezar a agendar para el Día del Niño. He tenido hartas ventas, gracias a Dios no me puedo quejar".
-¿Por qué han tenido buena recepción tus productos?
-Creo que es porque la gente le está dando otro valor a lo hecho a mano, antes no se valoraba mucho, pero ahora se aprecia. Tanto a los adultos como a los niños les gustan mis amigurumis. Muchos clientes me han dicho que sus hijos tienen muñecos plásticos, pero no los toman en cuenta como a los tejidos, estos son sus amigos favoritos. No sé en qué irá, me pasó con mi hija también, probé comprándole tutitos y juguetitos de apego, pero al final su favorito es un pulpo que le tejió mi hermana, que fue lo que me motivó a aprender esta técnica.
La elaboración de cada muñequito, dependiendo del nivel de detalles, puede tardar una jornada de trabajo. "A cada producto uno le pone mucha dedicación, mucho amor, porque siempre quieres que sea algo especial", declara la emprendedora, cuyos trabajos están disponibles en el Instagram Sweetkids_ch.
-¿Cuál es tu sueño con Sweet Kids?
-Me gustaría que mi trabajo sea reconocido y lograr algo mucho más grande, trabajar en ferias más grandes y ayudar a otras personas. Este es un trabajo que requiere harto tiempo, es complejo. Si llego a crecer, me gustaría poner una tienda o algo así, y darle la oportunidad de empleo a otra personas, porque ya no sería capaz de producir todo sola.
En este camino, Elizabeth tiene una hermosa motivación. "Mi hija es mi principal motor, por eso cuando la tuve dejé de trabajar. Ella fue tan esperada que sentía que no correspondía dejarla de lado. Ahora con este emprendimiento me ha ido bien, puedo estar con ella, dedicarle tiempo. Uno se da cuenta que con una hija cambia harto la vida, uno no lucha por uno, sino por ella".
una luchadora sanantonina
"Tengo una muy buena relación con mi papá, siempre me ha apoyado en todo, en cada proyecto, en cada idea",
Elizabeth Santibañez
"Cuando uno viene de una familia de esfuerzo le tomas valor a las cosas y te das cuenta que no todo es tan fácil",
Elizabeth Santibañez
"Me ha ido bien, he tenido hartos encargos y ahora estoy focalizada en empezar a agendar para el Día del Niño".
Elizabeth Santibañez