El año en que el Congreso rechazó la vacunación
Pese a los miles de muertos anuales por causa de la viruela, el Parlamento rechazó, a fines del siglo XIX, la inoculación obligatoria de la población. El Presidente Balmaceda, vía decreto, logró imponer el procedimiento para los recién nacidos.
El año 1876, según las estadísticas gubernamentales habían muerto a causa de la viruela 6.324 personas; de ellas, 5.710 eran de Santiago. Eran muchos fallecidos para una población de poco más de dos millones de habitantes, según el censo realizado el año anterior.
Por esta causa, los médicos de Santiago hicieron, el 13 de junio de 1876, una presentación a Federico Errázuriz Zañartu, Presidente de la República, describiendo la lamentable situación que vivía el país a causa de la epidemia.
En el texto señalaron: "Urge, pues, poner un remedio a tamaño mal. Este remedio consiste en la más extensa difusión de la vacuna, como el más seguro y fiel de los preservativos de la viruela… Por estos motivos, acudimos a Vuestra Soberanía en demanda de la vacunación obligatoria para todos los ciudadanos que habitan este bello país…".
En Chile ya se inoculaba en tiempos coloniales, pero la gente no se vacunaba por temor e ignorancia. Curiosamente, la petición de los médicos de la época no cayó bien en el Congreso Nacional, pues se consideraba atentatoria a las libertades individuales.
Sin embargo, el 18 de agosto de 1877, el médico y diputado radical Ramón Allende Padín, abuelo de Salvador Allende, presentó una moción relativa a la vacunación, en la que señalaba que todos los niños debían ser inoculados antes de los 18 meses de edad y que sería responsabilidad de los padres y tutores dicha vacunación. El incumplimiento de la obligación era castigado con multa.
En su artículo quinto, el proyecto extendía la vacunación al resto de la población, señalando: "Será obligatoria para todo individuo que ingrese en las escuelas, colegios, liceos, escuelas especiales, universidades pensionadas, asilos dependientes del Estado o privados; para las tropas de mar y tierra, de línea y guardias nacionales. Se hará efectiva en los presidios, cárceles, penitenciarías; en los hospitales y hospicios civiles y militares; en los conventos de ambos sexos y casas de recolección…".
La gente seguía muriendo de viruela pero pasaban los años y el proyecto no avanzaba en la Cámara de Diputados. Solo en 1881 fue aprobado por dicha corporación pasando al Senado.
El senador Benjamín Vicuña Mackenna criticaba el proyecto, pues encontraba que tenía limitados alcances: "Crean las categorías que deben vacunarse, que son poquísimas y excluyen a la gran masa de la nación, que es precisamente la que clama por el remedio… la ley que se discute, haciendo obligatoria la vacunación para las escuelas, los asilos, cuarteles…".
El proyecto de ley tuvo amplia acogida en el Senado y conforme a lo propuesto por Vicuña Mackenna, el artículo primero del proyecto fue cambiado así: "Declárase la vacunación obligatoria para todos los habitantes de la República". Fue aprobado por amplia mayoría 23 votos contra tres, siendo el resto de los artículos aprobados en forma unánime.
Un Dramático Discurso
Al llegar el proyecto de ley a la Cámara de Diputados, las ideas de la libertad individual se impusieron, aunque hubo voces como las del diputado nacional y médico Alfonso Murillo, quien el 6 de julio de 1882 pidió que la ley fuera aprobada, señalando dramáticamente: "Es necesario que la Cámara tenga presente, que el país lo sepa también, que la viruela ha sido, es y será en Chile -si no se toman severas providencias- un azote tan brutalmente devastador, que ningún otro le sobrepuja. Estamos con él tan habituados, vivimos en tanta comunidad con la viruela, que solo en épocas excepcionales nos sentimos conmovidos".
Agregaba: "Lo diré con franqueza, señor Presidente: cuando con tanta frecuencia he podido ver las desoladoras escenas a que la viruela da lugar; cuando he tenido ocasión de ver desbordarse los cementerios con los cadáveres de variolosos; cuando he visto a los lazaretos repletos de esa asquerosa enfermedad, sin que nuestros legisladores se conmovieran lo bastante… En nombre de la humanidad, en nombre de la ciencia de la que soy humilde representante, en nombre de la civilización que nos acusa por los estragos de un mal que tiene reconocido remedio, pido a la Honorable Cámara se sirva aprobar el proyecto que nos ha sido enviado por el Honorable Senado". Ese año, según cifras oficiales, la viruela había matado a 2.164 personas y eran muchas más las enfermas.
Sin embargo, en esa sesión el diputado liberal Ricardo Letelier se opuso, aduciendo: "Creo que no debemos apoyar con nuestros votos un proyecto de ley que no tiene otro objeto que implantar entre nosotros el régimen autoritario".
Voces contra la Vacuna
En la sesión del día 11 de julio se volvió a tratar el tema, en la ocasión el diputado Eduardo Mac Clure, del Partido Nacional o monttvarista, expresó: "Rechazo el proyecto entero… porque él, lejos de implantar en nosotros esta benéfica idea, no haría en ella otra cosa que un algo odioso, un algo irritante y, lo que es bien duro, arrancaríamos quizás una cadena más a nuestras fugitivas libertades electorales".
El diputado liberal José Luis Jordán, en sesión del día 13 de julio, sostuvo: "Tengo la convicción de que todos los honorables diputados que sostienen la teoría de la vacunación forzosa, se encuentran animados de las mejores intenciones; pero me permito preguntarles si han pensado también qué es lo que proyecta este proyecto arbitrario. Nada menos que una intervención, un atropello al derecho santo de la libertad individual".
Por su parte, Enrique Tocornal Grez, militante conservador, puntualizó: "La vacunación será el pretexto para perseguir a los adversarios y burlar por completo nuestros derechos".
Las voces contrarias al proyecto arreciaban. Augusto Matte Pérez, diputado liberal, en el debate expresó: "Por lo mismo no aceptaré la vacuna obligatoria sino cuando se hayan agotado todos los recursos pacíficos y libres de que se pueda echar mano".
Miguel Luis Amunátegui, diputado liberal, en sesión del 15 de julio, se opuso indicando: "Este proyecto es, no solo esencialmente contrario a la justicia y la razón, sino que convertido en ley, quedaría unas veces solo escrito en papel y daría otras veces ocasión para los vejámenes más odiosos".
La Derrota de la Vacuna
El 18 de julio de 1882 se votó el controvertido proyecto de ley, que indicaba en su artículo 1°: "Declarar la vacunación obligatoria para los habitantes de la República". Fue rechazado por 56 votos contra 12. Votaron a favor los diputados liberales Joaquín Castro Soffia, médico; Benjamín Dávila, periodista; Adolfo Guerrero, abogado; Augusto Orrego Luco, médico; y Francisco Puelma, médico. También lo hicieron los nacionales José Joaquín Aguirre, médico; Francisco Mesa, abogado; Adolfo Murillo, médico; y su hermano Ramón Murillo, abogado. Y los radicales Rafael Barazarte, médico; Guillermo Puelma, médico; y Manuel Valenzuela, abogado. Ningún parlamentario conservador votó a favor del proyecto de ley.
Votaron en contra, junto a los diputados mencionados, Pedro Bannen y Enrique Mac Iver, radicales; Isidoro Errázuriz, liberal; Agustín Edwards Ross, Jorge Huneeus y Pedro Montt, nacionales o monttvaristas; y Juan Agustín Barriga, conservador. En la sesión siguiente, efectuada el 19 de julio, se desechó el resto de los artículos del mencionado proyecto de ley.
La controversia entre la vacunación obligatoria y las libertades civiles surgía cada cierto tiempo, pero el número de muertos por la viruela se mantenía. En el año 1886 fueron 7.381 los fallecidos, con el agravante de que ese año brotó una epidemia de cólera que mató, entre 1886 y 1888, según las cifras del Registro Civil, a 28.432 personas. El diputado Adolfo Murillo afirmó que los fenecidos fueron aproximadamente 40 mil.
Ante la imposibilidad de que se aprobara una ley de vacunación obligatoria, en 1887 el Presidente José Manuel Balmaceda, por decreto, obligó que fueran vacunados los recién nacidos.
La viruela fue erradicada del territorio nacional solo en el año 1954 y la Organización Mundial de la Salud anunció en 1980 la eliminación total de esta peste en el mundo.