El intrincado camino al éxito de un matrimonio imbatible
Henry Estefania y Fabiola Lander comenzaron su empresa de muebles para niños hace cuatro años. Al principio debieron luchar para triunfar. Hoy, por fin, sus esfuerzos se ven recompensados.
Hace 13 años la rutina de Fabiola Lander era muy distinta a la que tiene en la actualidad. Vivía en Santiago con sus padres y trabajaba desde la casa como traductora para distintas agencias. En una de esas empresas conoció a Henry Estefania, quien también es traductor y le designaba los textos.
"Teníamos mucho contacto por mail y por teléfono. Estuvimos trabajando juntos más de un año sin conocernos, solo de forma remota. Hablábamos todos los días y él conocía casi todo sobre mi familia", expresa.
En el caluroso verano del 2008 decidieron conocerse en persona. "Nos juntamos en un bar del Barrio Bellavista y así empezamos nuestra relación", cuenta Fabiola.
Hoy la pareja lleva 12 años, está casada, tiene dos hijos y una empresa familiar de mobiliario infantil, denominada Muebles DLeyda en honor a la localidad sanantonina donde arribaron a fines del 2014.
Cambios (in)esperados
Tras seis años viviendo juntos en el centro de la capital, la pareja decidió dar otro paso. "Después de un viaje que hicimos a Europa y Egipto sentimos que lo siguiente que teníamos que hacer era formar nuestra familia. No vislumbrábamos un futuro en Santiago y menos con hijos, por lo que empezamos a buscar y llegamos a Leyda por pura casualidad", recuerda Fabiola.
"No teníamos idea que existía esta zona. San Antonio obviamente lo conocíamos, pero no este lugar más rural, y la verdad es que vinimos para acá y nos enamoramos de la casa que compramos, nos encantó", afirma.
Nuevo hogar
A fines del 2014 se instalaron en su nuevo hogar. El plan original era seguir trabajando de forma independiente como traductores. "Vendimos todo y nos vinimos. En ese momento para nosotros no era un riesgo, porque sentíamos que nuestra pega podríamos hacerla en cualquier parte, pero, como dicen por ahí, uno propone y Dios dispone. Con la aparición de programas computacionales de traducción, pasamos solo a editar lo que traducía una máquina. Como independientes nos pagan por palabra y empezamos a ganar menos de la mitad que antes".
En ese incierto escenario, recibieron la noticia que tanto anhelaban: en enero del 2015 quedó embarazada. "De repente nos vimos en una casa nueva, en un lugar nuevo, yo estaba embarazada de nuestro primer hijo y la pega no estaba dando para nuestras necesidades básicas", rememora.
La cuna soñada
Fabiola transitaba por su cuarto mes de embarazo y comenzó a buscar la cuna para su primogénito. "Me gustaba el concepto de las cunas de colecho (con una baranda movible para que quede unida a la cama de los padres), pero eran súper caras, entre 250 mil y 300 mil pesos, y para nosotros era imposible gastar eso. Mi marido siempre ha sido muy hábil con las manos, de hecho, cuando era joven se dedicaba a la artesanía en joyas, por lo que una amiga nos sugirió que intentáramos hacerla nosotros".
Henry "se aventuró con la cuna y le quedó bastante bien. Vino el pediatra y le dijo 'oye, te quedó fabulosa, podrías dedicarte a esto'. Eso nos quedó dando vueltas en la cabeza".
Al tiempo comenzaron con la fabricación de mobiliario basado en el método Montessori, es decir, muebles pensados para las distintas etapas del desarrollo de los niños.
Al principio dividieron su tiempo entre la traducción y esta nueva empresa. "Considerando que estaba embarazada y la pega no nos estaba dando para pagar las cuentas básicas, decidimos darle solo con el tema de los muebles. No teníamos mucho que perder a esa altura".
Tiempos difíciles
La familia puso todo de su parte para que Muebles DLeyda diera resultados, pero no lo conseguían. Con deudas acumuladas, Fabiola y Henry tomaron una importante determinación. "Con toda la crisis lo conversamos y decidimos embarcarnos con el segundo hijo. Cuando no estaba tan abrumada sentía 'esto no va a ser eterno, en algún momento tenemos que despegar y no podemos tomar una decisión tan trascendental, como tener o no un hijo, por la realidad que estamos viviendo ahora'".
Lamentablemente, las dificultades económicas persistieron.
-¿Pensaron en abandonar este proyecto?
-Muchas veces. Yo era la que hacía crisis, me ahogaba el tema de la casa, porque empezamos a acumular dividendos atrasados, un mes, dos, cinco meses. Mi hijo mayor tenía 3 años y medio, y el menor un año y medio, y lo único que le pedía a la vida, a Dios o a lo que fuera, era que se acabara esto antes que ellos fueran conscientes de que no teníamos nada, porque le comprábamos las zapatillas en la feria. A nosotros nos faltó para comer, cachái.
Fabiola reflexiona que "fueron momentos muy difíciles, me cuesta creer que no hayamos reculado y que finalmente Henry no se haya ido a trabajar o yo haya dejado a los niños con mi mamá o alguien para irme a trabajar, porque era el camino lógico a seguir".
-¿Qué los hizo mantenerse?
-Sabíamos que lo que hacíamos era bueno y que esto pasaba porque no estábamos llegando a la gente que podía pagar lo que hacíamos. Sentía que si llegábamos al público correcto íbamos a despegar.
El despegue
A Fabiola le habían recomendado invertir en marketing para así llegar al público adecuado, pero le costaba convencerse de que debía pagar por publicidad en redes sociales, hasta que recibió ayuda. "Alguien se conmovió con mi historia de mamá, y un tipo de una agencia me regaló un curso. Ese fue el punto de quiebre para nosotros, cuando me puse a estudiar con conciencia de que el marketing digital era el camino para nosotros como tienda online".
Luego de más de tres años enfrentando pérdidas, el negocio despegó. "Desde el estallido social la pega ha ido subiendo y subiendo. Es casi paradójico que en el momento en que las cosas están más difíciles en Chile a nosotros nos empezó a ir súper bien", expresa.
De vender uno o dos muebles al mes pasaron a 20. "Ahora tengo 18 pedidos en cola, tenemos pega hasta la primera semana de septiembre", comenta impresionada y feliz. La mayoría de los compradores pertenecen al Gran Santiago, aunque también sus productos han viajado a los extremos norte y sur del país.
-¿Cómo se sienten ahora?
-Nosotros aspiramos a esto, y ahora que lo tenemos es difícil asimilarlo. Por fin estamos en el punto en el que queríamos estar. Quizás no es nuestra meta, todavía falta, pero estamos en el camino. Siempre hemos vislumbrado la empresa como una posibilidad de generar trabajo y tu cachái que cuando uno emprende sueña con dejar de trabajar en algún momento y que la empresa te dé un sueldo, ya sea en 10, 15 ó 20 años más. Queremos crear algo que sea un patrimonio para nuestros hijos también.
Fabiola y Henry por fin comienzan a disfrutar los frutos de su esfuerzo. "Estar en esta realidad tan distinta a la que vivíamos hace un año y medio nos emociona, pero también nos hace ser siempre humildes, no olvidarnos todo lo que nos costó. En eso trabajamos siempre, en ser agradecidos por haber seguido nuestro instinto y haber perseverado a pesar de que la vimos súper difícil", manifiesta ella aún un poco incrédula con este nuevo y anhelado escenario.