Sanantonino se la juega con negocio para mantener la buena racha
En este movido 2020, Jonathan Concha y su esposa inauguraron el Almacén Carlitos en villa El Trigal, emprendimiento familiar con el que construyen el presente y el futuro para su primogénito.
Tras 15 años trabajando en gimnasios, Jonathan Concha Rojas quedó cesante y comenzó un camino de incertidumbre que recuerda claramente hasta el día de hoy. Hace poco había nacido su hijo, por lo que tuvo que salir a rebuscárselas para llevar el sustento a su familia.
"Tuve que hacer de todo. Los sábado hacía clases en la escuela de fútbol del Huracán y después me iba a arbitrar en la (Asociación) Puerta del Pacífico. El domingo iba a arbitrar a los sectores rurales o acá en San Antonio. Hasta con un puesto en la feria me tiré. Mis amistades me daban ropa y artículos que tenían en desuso y yo los vendía en la feria, donde me hacía sus luquitas que servían para la semana. Se me complicaba cuando llovía, porque no había arbitraje ni feria, y eran luquitas menos", cuenta Jonathan, quien en sus "pololitos" no quería alejarse del deporte. Ni menos del fútbol.
Paso por el sau
Cuando era veinteañero, fue fichado por San Antonio Unido, donde estuvo dos años, pero decidió retirarse: "No había jugado nunca en un club y no tenía una base. El primer año jugué poquísimo, el segundo un poco más, pero por mi edad no quise seguir en el tema del fútbol", revela Jonathan, quien hoy defiende los colores de los seniors de Huracán de Llolleo.
Mientras se las arreglaba como podía entre las canchas y la feria, decidió que era tiempo de cambiar de rubro. "No me estaba dando abasto para mantener a mi familia y uno empieza a querer tener sus cositas, como una casa o un auto. Ves cómo van surgiendo los compañeros de curso, los amigos y yo me estaba quedando estancado. Junté una platita a duras penas para el curso de carnet portuario y lo fui a hacer".
Todo por Carlitos
Luego de tres años de inestabilidad laboral, Jonathan ingresó como titular al puerto. Hasta la actualidad trabaja en la empresa STI, en el área de compra de insumos y maquinarias portuarias. "En este momento se dio vuelta la suerte, cuando uno piensa realmente que uno puede estar abajo y al otro día estar arriba", reflexiona.
-¿Cómo se siente con esta estabilidad laboral?
-Estoy contento, porque miro para atrás y esos tres años son de lección de vida. Hay mucha gente que pasa del colegio a un buen trabajo altiro, no pasa por la parte mala de la vida. Yo pasé por esa parte y eso me dio una lección. La parte más fea de la vida es enseñanza. También sé que todo lo bueno a veces se transforma en malo y que algún día quizás no siga trabajando acá y vuelva lo malo, pero ya he pasado por eso.
Consciente de las vueltas de la vida, en 2019 decidió emprender. "Para no pasar esa penuria de volver a estar trabajando de acá para allá, decidí invertir todos mis ahorros en el negocio".
La arriesgada jugada por abrir el almacén no solo estaba relacionada con su propio bienestar. "El otro motivo es la crianza de mi hijo, todo esto está pensado en él, en su futuro y en mi familia. Yo no pude estudiar en una universidad, pero mi hijo a lo mejor sí".
El negocio es atendido por su esposa, Elizabeth Cardemil, a quien, señala, "le agradezco mucho el apoyo". Cuando Jonathan sale del puerto llega a ayudarla en el almacén: "Tenemos que sacrificarnos ahora, trabajar de lunes a lunes en un principio y más adelante vendrán los días libres, pero estos primeros años hay que trabajar de sol a sol para poder darle un futuro a nuestro hijo", expresa.
-¿Su hijo vino a cambiarle la vida?
-Correcto, un hijo siempre cambia la vida, por eso el almacén lleva su nombre: Carlitos.
-¿Y a él le gusta jugar a la pelota?
-No le gusta mucho, le puse tremendo nombre y no le gusta el fútbol: Carlitos Zidane, en honor a Zinedine Zidane, pero no agarra la pelota para nada... pero él es mi razón de vivir. Si no le gusta el fútbol, no le gusta nomás, pero quizás más adelante prefiera el básquetbol o el tenis, lo importante es que haga deportes, sea cual sea el que elija, se le va a apoyar siempre.
Homenaje
El primer nombre de su hijo no es por Carlos Caszely o por Carlitos Tévez, como se podría pensar. Este fue elegido por un héroe más cercano: "Mi papá se llamaba Jonathan Amadeo, pero todos le decían Carlos, no sé por qué, es una cosa que viene de los antiguos, por eso le puse ese nombre a mi hijo", manifiesta.
Jonathan se crió junto a su padre, madre y hermana en el hogar familiar en la población 30 de Marzo. Aún vivía en la casa paterna, cuando su padre, inesperadamente, murió. "Falleció a los 50 años. Tenía una cardiopatía congénita y él nunca fue al hospital, pero el día que fue no salió más", relata el portuario, que entonces tenía 26 años de edad.
-¿Cómo fue la vida de su papá?
-Él trabajaba mucho y en pegas pesadas, y eso también es enseñanza. A él yo lo vi cargar sacos, trabajar con lluvia. Por eso uno quiere que los hijos no pasen por eso, sino que tengan sus estudios y trabajen en algo que no sea tan pesado, porque yo también trabajé en eso, también tiré sacos con mi papá.
Los recuerdos que Jonathan tiene de su adolescencia son muy lejanos a los de otras personas… la cancha nunca ha sido pareja para todos. "Los veranos y los fines de semana yo trabajaba repartiendo bebidas en la Coca-Cola para costear mis estudios y no pedirle plata a mi papá. Desde primero a cuarto medio, me compraba el uniforme y los útiles para el colegio. No tuve esa adolescencia donde vas a carretear, no, yo tenía que trabajar".
Cada verano, de lunes a sábado, de 8 de la mañana hasta las 11 de la noche, él se dedicaba a laborar y los domingo era el día libre, donde aprovechaba para ir a jugar a la pelota. Por eso, afirma, que "cuando se cerró el gimnasio, intenté no volver a esos trabajos pesados, por eso deambulé arbitrando en la escuela de fútbol y cosas así, pero ya la cosa no dio para más y había que cambiar el rubro".
Jugándosela
El 19 de enero pasado Jonathan y Elizabeth levantaron las cortinas del Almacén Carlitos, ubicado en Las Raíces 1382, Villa El Trigal, en su propio hogar. "Cuando abrimos estaba el estallido social, pero como lo tenía planificado hace un año, ya era tiempo... no había forma de echar pie atrás y, en verdad, tampoco quise, así que nos la jugamos".
-Inauguraron en un momento complejo, ¿cómo les ha ido?
-Insisto, ya he pasado la parte más mala, más abajo no voy a estar. Abrimos con mucha fe, la gente empezó a ir al negocio, aparte que estoy en una villa nueva donde hay pocos negocios y quisimos darle otra opción a las personas.
Jonathan considera que "no nos ha ido mal, cada vez tenemos mejor recepción del público y con el tema de la pandemia no hemos bajado las ventas, porque como la gente ha estado en sus casas por la cuarentena se ha acercado más a los negocios de barrio".
Aunque sabe que puede darse vuelta la tortilla, él y su pareja están poniendo todo de su parte para que la buena racha continúe e incluso sueña con más. "Esperamos prontamente ampliar el negocio, seguir creciendo para tener más variedad de productos para la gente", expresa Jonathan, mientras se la sigue jugando por el mejor equipo que ha representado: su familia.
"Hay mucha gente que pasa del colegio a un buen trabajo altiro, no pasa por la parte mala de la vida. Yo pasé por esa parte y eso me dio una lección",
Jonathan Concha,, portuario, futbolista amateur y emprendedor
"Tenemos que sacrificarnos ahora, trabajar de lunes a lunes en un principio y más adelante vendrán los días libres, pero estos primeros años hay que trabajar de sol a sol para poder darle un futuro a nuestro hijo".
"Cuando abrimos (el almacén) estaba el estallido social, pero como lo tenía planificado hace un año, ya era tiempo... no había forma de echar pie atrás".