La historia de amor del matrimonio de Llolleo que celebró 70 años de unión
Carlos Araya y Elisa Fuentes se casaron en 1950. A la fecha gozan de buena salud y transmiten a su familia los valores que los mantienen unidos.
La historia de amor de Carlos Araya Farías (92) y Elisa Fuentes Velásquez (86), es de esas que pocas veces se ven.
El matrimonio se conoció por casualidades de la vida en el sector de Bucalemu. El martes pasado cumplieron 70 años de casados.
"Mis papás se casaron el 29 de septiembre de 1950 y desde esa fecha nunca se separaron. Hoy gozan de salud y de la compañía del otro. Ellos estaban destinados a estar juntos", cuenta su hija Elisa Araya Farías (61).
Conociéndose
A mediados del siglo pasado, la señora Elisa y don Carlos eran vecinos de fundo, siempre se conocieron, pero nunca tuvieron mayor comunicación.
Hasta que un día, él comenzó a pasear por los alrededores cantando versos, ocasión en que ella lo vio, quedando profundamente enamorada.
"Ella siempre dice que se enamoró de él en esa ocasión y que desde ahí están juntos. Fue algo inmediato, como las historias que siempre cuentan del amor a primera vista. Un amor muy fuerte que ha perdurado durante 70 años y eso no es para menos", agrega una de las hijas del matrimonio.
-Señora Elisa ¿qué ha sido clave en estos 70 años junto a don Carlos?
-La paciencia, el amor, la tolerancia con la otra persona. El amor es lo más importante, yo me enamoré de él y aún lo estoy hasta el día de hoy, eso no cambia, nunca me he desenamorado en todos estos años. Somos uno solo de alguna forma.
La familia
Después de tener los primeros hijos, ambos decidieron irse de Bucalemu y comenzar a hacer una vida familiar en Llolleo.
En esa determinación incidió en que los dos querían darles oportunidades académicas a sus hijos y además encontrar mejores trabajos.
"Mi mamá no sabe leer ni escribir y por lo mismo ella quería que nosotros estudiáramos más y tuviéramos mejores oportunidades. Ante eso decidieron que nos fuéramos a vivir a San Antonio, vivíamos a las faldas del cerro y sentíamos que todo era nuestro", recuerda Elisa respecto al lugar en el que aún residen sus padres.
-¿Cómo era la vida cuando llegaron acá?
-De alguna forma trajimos la vida que teníamos en el campo hasta acá. Recuerdo que teníamos gallinas, vacas, chanchos y mis padres cultivaban mucho la tierra en su propia huerta. Todo era súper natural y nosotros íbamos al colegio.
Producto de su matrimonio, tuvieron 11 hijos (cuatro hombres y siete mujeres) y a la fecha tienen 23 nietos y 14 bisnietos.
Desde su arribo a la comuna puerto, Carlos se dedicó por más de 40 años a ser chofer de micros de la locomoción colectiva, pero hoy se mantiene muy ligado al trabajo con la tierra y el cultivo
Los valores
No solo por buenas experiencias ha pasado esta familia, ya que según asegura su hija Elisa, una de las mayores penas del matrimonio es la pérdida de uno de sus hijos a los 57 años.
"Mi hermano falleció hace casi cinco años y esa es la mayor pena que tienen mis padres y como familia también. Por supuesto a ellos les hubiera gustado que todos estuviéramos juntos hasta el último de sus días, pero las cosas tenían deparado algo más para mi hermano", sostiene.
Sin embargo, también llena de valores y cariño ha estado rodeada la vida de los 11 hijos de este matrimonio, quienes, además, han sido testigos del gran amor que se tienen sus padres.
"En compañía de mis padres estoy orgullosa de sus enseñanzas, de sus esfuerzos por sacar a sus hijos adelante sin tener ellos educación escolar. Prácticamente, sin saber leer ni escribir, especialmente nuestra madre nos envió al colegio llegando todos sus hijos a la educación superior ya sea técnica o profesional", expuso María Isabel, otra de sus hijas.
La descendencia del matrimonio que a la fecha reside en Llolleo, está a lo largo de Chile, la mayoría en la provincia de San Antonio, otros en Santiago y uno en Puerto Varas. Situación similar es la que ocurre con los nietos. Pero eso no es impedimento para mantenerse cerca.
"Mi abuela y mi tata son personas maravillosas, muy apegadas a la naturaleza y a la vida en familia. Personas de esfuerzo y de gran corazón. Siempre entregando amor a sus nietos; mi abuela con sus ricas comidas y hermosos chalecos tejidos por ella. Mi abuelo con sus historias de campo que nos hacen reír a carcajadas", agrega su nieta Romina, desde Australia.
Pandemia
Los meses de confinamiento no han sido fáciles del todo para el matrimonio, principalmente para don Carlos, quien, a sus 92 años, estaba acostumbrado a salir a caminar a diario.
"De alguna forma, mis papás no saben estar quietos, siempre tienen algo que hacer. Mi papá se dedica mucho a sus plantas, a cuidarlas y todo eso. Mi mamá siempre tiene algo que hacer, teje y si termina de tejer algo, a la hora siguiente ya está haciendo otra cosa, ella está acostumbrada a estar en casa", dice Elisa.
-¿Cómo ha enfrentado esta pandemia, señora Elisa?
-La verdad bien, no ha sido terrible. A mí no me gusta mucho salir, por lo que no es algo nuevo. Como siempre tengo algo que hacer, no me aburro aquí.
Pese a que ambos gozan de buena salud, las hijas han decidido comenzar a turnarse para poder cuidarlos y ayudarlos en lo que necesiten.
"La vida que ellos han llevado siempre ha sido muy sana, lo cual se ve reflejado en que a esta edad tan avanzada puedan hacer todo por sí mismos. Una de mis hermanas vive más cerca de ellos entonces ella podía estar al pendiente durante el periodo de la cuarentena. Ahora que hay más libertades, nos vamos turnando entre nosotras para cuidarlos. Su sabiduría es impresionante y eso es lo que siempre nos han transmitido, hasta el día de hoy", puntualiza Elisa.
Su nieta Romina agrega respecto a ellos que "son dos personas muy buenas de alma, que se casaron siendo muy jóvenes pero que han sabido llevar este largo camino juntos. Un claro ejemplo de las palabras 'en las buenas y en las malas'. Es por eso que son tan queridos por todos quienes los conocen, saben que pueden contar con ellos".
Con sus siete décadas de amor y unión, Carlos y Elisa con un ejemplo de lealtad y compromiso.
"Estoy orgullosa de sus enseñanzas, de sus esfuerzos por sacar a sus hijos adelante sin tener ellos educación escolar",
María Isabel Araya, hija del matrimonio.
"Son dos personas muy buenas de alma, que se casaron siendo muy jóvenes pero que han sabido llevar este largo camino juntos. Un claro ejemplo de las palabras en las buenas y en las mala",
Romina, nieta de Carlos y Elisa.
"El amor es lo más importante, yo me enamoré de él y aún lo estoy hasta el día de hoy, eso no cambia, nunca me he desenamorado en todos estos años",
Elisa Fuentes Velásquez.