El dulce emprendimiento de una joven que encanta con sus alfajores
A sus 19 años, la sanantonina Paloma Inostroza también ofrece cocadas, cuchuflíes y chocolates en paralelo a sus estudios de Técnico en Enfermería.
Paloma Inostroza Catalán (19) confiesa que siempre ha tenido el apoyo de su familia en todos los aspectos de la vida, pero ella, a pesar de su corta edad, quería tener su independencia económica.
En 2019 ingresó a estudiar Técnico en Enfermería en el instituto profesional Aiep, en Barrancas. "Para ir a clases, todos los días gastaba $1.200 pesos solo en locomoción, más algo para comer. Yo sabía que mi familia me quería ayudar, pero igual lo ideal para mí era tener mi propia plata para poder darme mis gustos", afirma Paloma.
-¿No considerabas la posibilidad de trabajar?
-Las ganas no me faltaban la verdad, pero se me complicaba porque no quería descuidar mis estudios. Poco a poco iba ahorrando dinero para cuando salía con mis amigos o cuando me quería comprar algo. Todo era cosa de organizarme.
Para juntar recursos, en ocasiones la estudiante salía con bastante anticipación de su casa y se iba caminando a clases, lo que le permitía ahorrar el gasto en locomoción.
Alfajores
Después de un tiempo, llegó a la conclusión que tenía que idear otra fórmula para generar más ingresos. Ahí se le prendió la ampolleta y empezó a elaborar un producto que es del gusto de la gran mayoría de los chilenos: alfajores artesanales.
Al principio los hacía de forma simple. Solo bañaba en chocolate las galletas y les ponía chispas de colores para que se vieran más atractivos.
"Vendía los alfajores en el instituto y me sirvió mucho por un tiempo, pero siempre era un ir y venir con eso, como que nunca duraba mucho tiempo. Era algo como de temporadas", expone.
-¿Cómo de temporadas?
-Lo que pasa es que empezaba a vender, me iba bien y después no seguía haciendo. Como que juntaba dinero para mí y después no vendía en un tiempo. Nunca lo vi como algo que sería mi gran trabajo.
Esforzada
El verano pasado, justo antes de la llegada de la pandemia al país, la esforzada estudiante trabajó como garzona para aprovechar las vacaciones. El empleo le permitió reunir algo de dinero, pero justo en ese momento hizo su irrupción el coronavirus.
"Pensé que iba a poder juntar harta plata trabajando como garzona o que al menos me ayudaría a ser totalmente independiente en el sentido económico, pero las cosas no fueron así. No siempre todo es como esperamos", sostiene la joven que reside en el sector Alto Mirador, en la comuna de San Antonio.
-¿Dónde estuvo el problema?
-Iba todo bien hasta que empezó la pandemia y los restaurantes tuvieron que cerrar. Como yo estaba por la temporada de verano solamente, quedé sin trabajo. Ahí me puse a pensar otra vez en los alfajores.
"Cuando decidí volver a vender alfajores, pensé que debían ser de forma más producida, con una mejor técnica y que eso generara que la gente prefiriera el producto. Si quería vender algo, sabía que tenía que ser atractivo para todos", recuerda.
-¿Y cómo cambiaron tus alfajores?
-Comencé a mejorar toda la técnica. Les empecé a poner manjar y me hice una página en Instagram para que la gente pueda hacer sus pedidos. Funcionó como nunca pensé y de ahí no paré, porque le agarré el ritmo y el gusto a lo que hago.
Crecimiento y receta
Paloma cuenta que su abuelo le enseñó a hacer los alfajores y que juntos fueron buscando técnicas para mejorarlos. Además, fue explorando nuevos espacios de venta, especialmente para llegar al público sanantonino que no utiliza las redes sociales.
"La mamá de mi pololo tiene un negocio en Llolleo, donde empecé a vender mis alfajores. Sin darme cuenta, llegué a vender más de 100 unidades en una semana. Quizás para algunos eso es muy poco, pero a mí me dejaba muy contenta", asegura la joven.
-¿Cómo ha sido el crecimiento que has tenido?
-Al principio solo hacía alfajores, ahora también ofrezco cocadas, distintos chocolates que traigo por un proveedor y cuchuflíes. Poco a poco la gente me ha ido conociendo y he llegado a mandar pedidos para Santiago, Concepción y Talca.
Estos envíos a lugares fuera de la zona son los que llenan de emoción a la emprendedora de "Los dulces de la Astrid", nombre por el que muchos la conocen.
"Siento que no solo ha crecido el emprendimiento, sino que también lo he hecho yo. Antes yo era bastante tímida y ahora he ganado más personalidad, porque uno tiene que tratar mucho con las personas a la hora de hacer un pedido o para una consulta acerca de los productos", apunta.
Los pedidos los recibe a través de Instagram (Paloma Catalán) o al contacto +56953513262. Estos deben ser realizados con al menos dos días de anticipación y pueden ser retirados en el hogar de Paloma en Alto Mirador u optar por delivery dentro de la zona.
La joven también cuenta con un stock diario en su puesto en el Emporio de Emprendedores ubicado en el centro comercial Costanera San Antonio, frente al nuevo hospital.
Emporio
Gracias al crecimiento que ha tenido "Los dulces de la Astrid", Paloma se enteró de la oportunidad que daba el Emporio de Emprendedores para quienes deseaban ofrecer sus productos en un espacio físico.
"Por una publicación de otro emprendimiento supe de esto. Me atreví y pregunté cómo era todo y qué debía hacer para ingresar. La acogida fue genial y tomé la decisión de participar", comenta.
Este proceso no estuvo exento de miedos por parte de la emprendedora. Nunca se había enfrentado a una instancia como esta y, por lo mismo, tenía temor a que las ventas no fueran buenas.
-¿Pensaste en no participar en la feria?
-La verdad sí. Los miedos me hicieron dudar. Recuerdo que la noche antes de que empezara todo, dije en mi casa que no iría. Mi pololo me dijo que lo hiciera igual, que nada perdía con intentarlo.
Ese fue el impulso final para atreverse y, pese a sus temores iniciales y a ver que otros emprendedores vendían productos similares, ese primer día vendió toda su producción.
El futuro y la carrera
Paloma está a un semestre de terminar su carrera, pero ya anuncia que no quiere dejar de elaborar sus exquisitos dulces. Además, sostiene que siempre se puede encontrar la forma para conseguir que ambas cosas, su futura profesión y su emprendimiento, congenien de la mejor forma.
"Hay días en que mi familia me va ayudando, ya sea con las cocadas o con lo que más se vende que son los alfajores. Entonces eso también me hace pensar que si quiero seguir con esto y compatibilizarlo con mi carrera, ellos siempre me apoyarán", puntualiza.